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Museo Rayo de Roldanillo revela colección privada del maestro

Desde el pasado 10 de noviembre se inauguró en el Museo Rayo de Roldanillo una exposición que reúne 30 obras gráficas de 1.200 que pertenecieron a la colección privada del maestro Omar Rayo.

14 de noviembre de 2012 Por: Pilar Salcedo | Especial para GACETA

Desde el pasado 10 de noviembre se inauguró en el Museo Rayo de Roldanillo una exposición que reúne 30 obras gráficas de 1.200 que pertenecieron a la colección privada del maestro Omar Rayo.

“Bueno, José Luis, tenés que dejarme algo para el Museo”, le dijo con su voz gruesa y en tono de reclamo amistoso el maestro. El maestro era Omar Rayo. Y la petición la hacía sentado allá, en su eterno Roldanillo, quizás a la sombra de un bello samán, rodeado de ese verde intenso que brota silvestre en el norte del Valle. Fue entonces cuando Rayo le pasó a su amigo, contemporáneo y también artista, un pliego de papel de aquellos en los que solía hacer sus intaglios, y así, en medio de la conversación, al calor de un café, después de un desayuno, surgió una de las obras más bellas que el artista vallecaucano conservó hasta sus últimos días: un autorretrato de José Luis Cuevas, el artista mexicano, que hoy reposa en las paredes del Museo Rayo, y que hace parte de la colección ‘Nuevos dibujos del Museo Rayo’, que fue abierta al público el pasado 10 de noviembre.El episodio, contado por el secretario general del Museo, Juan José Madrid, quien presenció ese momento de camaradería entre los dos grandes artistas, más allá de ser anecdótico, refleja ese afán que siempre tuvo Omar Rayo de enriquecer la colección de su adorado Museo (aunque en un principio hizo parte de su colección privada), más allá de su propia obra. Hoy, ad portas de un aniversario más de su muerte, ese espacio mágico ofrece al público la posibilidad de apreciar esa y otras obras que pertenecieron al artista, y que fueron reunidas, tras su muerte, en sus distintas casas en Roldanillo, Nueva York y México. Cumpliendo la voluntad del maestro, se conocerán en esta exposición que estará abierta hasta enero de 2013.Para la curaduría se contó con el apoyo del crítico de arte Miguel González, quien seleccionó 30 obras de 22 artistas, de un total de 1.200 obras que dejó Rayo. El autorretrato de José Luis Cuevas, por ejemplo, posee un valor enorme, toda vez que este artista es para México lo que Botero para Colombia. Dibujante, grabador, escultor e ilustrador, Cuevas fue muy cercano a Rayo, luego de que el vallecaucano estuviera radicado en México. “En alguna oportunidad acordaron hacer un intercambio de obras. Y así sucedió. Pero no solo eso. Ambos expusieron en sus países. Así, las exposiciones se llamaron: ‘José Luis Cuevas en el Museo Rayo’ y ‘Omar Rayo en el Museo José Luis Cuevas’”, cuenta Madrid.Fiel a esa consigna de Rayo, “El papel es un dios con dos espaldas para cargar las ideas del hombre”, que sintetiza su relación con el papel —una relación de amor y pasión casi erótica, según apunta su viuda, Águeda Pizarro— la exposición pretende ser un panorama del comportamiento del dibujo latinoamericano de los años 60. “El dibujo fue una modalidad muy importante en esa década porque hurgó en las entrañas de la sociedad de esa época”, explica Miguel González. En ese sentido, en la muestra se encontrarán dibujos figurativos, abstractos, geométricos, políticos, líricos, vistos a través del arte óptico, el pop, el ‘pop art’, el realismo y el arte conceptual. La exposición, agrega González, estará ubicada en la Sala de Arte Latinoamericano, y estará guiada por una perspectiva histórica. “De los más antiguos artistas está un maestro ecuatoriano contemporáneo a Oswaldo Guayasamín, Eduardo Kingman (1913-1997), pintor, grabador, dibujante y muralista, cuyo tema de las manos grandes y poderosas se repite en casi todos sus cuadros. Por eso se le conoce como ‘el pintor de las manos’”. Entre los maestros aún vivos cuyas, obras estarán presentes en la muestra figurará Luis Felipe Noé (1933) con sus obras neofigurativas y dramáticas. Y también Antonio Seguí (1934), argentino, que ha hecho toda su carrera en París y es reconocido no solo en América Latina sino en Europa. Era un deberLa poeta Águeda Pizarro, viuda del maestro Rayo y presidenta del Museo, no oculta la emoción que le produce sacar a la luz pública, finalmente, esa especie de ‘joya de la corona’ que dejó como legado el artista y que apenas ahora, después de su muerte, la ha conocido incluso su grupo de amigos y colaboradores cercanos. “Exponer estas obras es casi un deber. Así lo quería el maestro y así guardaba cada uno de estos dibujos, como grandes joyas que él cuidaba y quería”. Ella, en el fondo, persigue ese sueño que él soñó: consolidar un gran museo de dibujo y grabado latinoamericano. Es decir, un museo para el papel. Tiene sentido. Con la vida y la obra de Rayo. De hecho, cuando se fundó el Museo, el grabado estaba en pleno auge, particularmente en Estados Unidos. Y él se empeñó en sacar adelante el proyecto en un pequeño pueblo perdido en el Valle: su Roldanillo. “Era una obra asequible, mucho más que la pintura, para todas las personas. Y además se puede expresar en el grabado y el dibujo algo más íntimo y más personal. Por eso era tan importante para el maestro que este Museo estuviera dedicado a la obra de arte sobre papel”.Hoy, cuando recorre los pasillos del Museo, cuando deja perder la mirada en esas obras que ha aprendido a amar con los años, la maestra Águeda no podría escoger ninguna de ellas como su favorita, pues siente que todas tienen un valor extraordinario.Sin embargo, admite que los dos dibujos de Ignacio Gómez Jaramillo, que fueron encontrados en su estudio en Bogotá, son especiales. Son dos piezas exquisitas y de valor incalculable. Al igual que la obra de Luis Caballero, que la conmovió especialmente. “Cuando lo encontramos, creíamos que era un grabado pero no tenía numeración. Lo miramos por el dorso y vimos que era un dibujo original”. La obra, que muestra unos cuerpos sangrantes en actitudes amatorias, es de 1968, y fácilmente una de las obras más bellas de la exposición. Falta poco para que se cumplan tres años de la partida del maestro Rayo. Y así define su viuda este tiempo: “Han sido tres años dedicados a este Museo, que es una obra apasionante. Por una parte, es una exaltación a la obra del maestro, y por otra, una felicidad de poder continuar y hasta mejorar su sueño”. Un sueño grabado papel.

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