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Luis Ospina, historia de un sobreviviente

El director del Festival Internacional de Cine de Cali, Luis Ospina, habla de la sexta versión que se inaugura el 30 de octubre, de su nueva la película ‘Todo empezó por el fin’ que está a punto de terminar. Y de por qué, después de estar al borde de la muerte, se siente un auténtico sobreviviente.

26 de octubre de 2014 Por: Catalina Villa | Editora de GACETA

El director del Festival Internacional de Cine de Cali, Luis Ospina, habla de la sexta versión que se inaugura el 30 de octubre, de su nueva la película ‘Todo empezó por el fin’ que está a punto de terminar. Y de por qué, después de estar al borde de la muerte, se siente un auténtico sobreviviente.

Ya no es novedad decir que Luis Ospina se siente un extraño en Cali. Pero sigue siendo raro escucharlo. Oírselo decir otra vez. Enfundado en un blazer negro, una camiseta a rayas, unos lentes redondos, lleva el pelo más blanco y la misma sonrisa; inmensa. Desde un noveno piso, en el lobby de un recién inaugurado hotel lo dice de nuevo. Habla de lo extraño que le resulta ser un huésped en su propia ciudad, acuartelado bajo un aire acondicionado de 18 grados mientras afuera, oiga vea, “el tráfico ya no deja caminar por las calles”. Luis Ospina se fue hace 19 años y no hay planes de regreso. Partió a Bogotá en ese éxodo inexorable de artistas que exilió el narcotráfico. Y allí se fue quedando para no volver. No hay asomos de nostalgia en eso. “En la provincia uno corre el riesgo de volverse personaje típico, cosa que no me gusta. Sobre todo si uno se la pasa en la calle filmando. Ahí va Ospina, diría la gente, como si uno fuera el loquito de la ciudad”, dice mordaz. Cali, sin embargo, sigue presente. Sobre todo en los últimos tres años a los que ha dedicado la realización de su más reciente película, que estrenará en 2015. ‘Todo comenzó por el fin’ -así se llama- habla sobre esos veinte agitados años -del 71 al 91- en los que una pandilla de cinéfilos se dedicó a las tres cosas que más disfrutaba: rumbear, vivir la ciudad, hacer cine. Esa pandilla fue, claro, el Grupo de Cali. Caicedo. Mayolo. Ospina. “Es una película que trata de resumir una gran parte de mi vida, específicamente esos 20 años, pero que también tiene un presente”. Ese presente comienza en 2012 con una gran pérdida de sangre y un perturbador diagnóstico de cáncer. Y continúa en el 2013 con un episodio que lo tuvo al borde de la muerte. “Yo al principio pensaba que se trataba de la película de un sobreviviente. Pero llegó en momento en el que pensé que quizá sería la película de un moribundo”, confiesa. Por suerte no peligra la vida del artista. Y otra vez está atado a Cali con el lazo del Festival Internacional de Cine, del que ha sido su director desde que comenzó, en 2009. Este año llega a su sexta edición y se inaugura el próximo jueves. Y aunque sigue con menos días de los que él quisiera y un bajísimo presupuesto, promete una buena dosis de cine independiente. “Los festivales son necesarios para la formación de público. Sobre todo con un público como el nuestro que está muy mal educado por el cine norteamericano”.Y es que él, que creció viendo las películas de Burt Lancaster y Kirk Douglas que su padre proyectaba en casa, echa de menos los años dorados de Hollywood, cuando los grandes estaban vivos. “Me refiero a John Ford, Jerry Lewis, Billy Wilder. Pero no solo a ellos. En Europa estaban vivos Antonioni, Buñuel, Bergman, Kurosawa. Eso lo extraño y por eso ahora voy muy poco a cine”, dice.¿Un director de cine que no va a cine?Bueno, sí veo mucho cine, pero en mi casa, en internet o en festivales. A lo que me refiero es que ahora ir a un cine no es tan amable como antes. Con los multiplex se ha perdido su sacralidad. Para nosotros, los que crecimos en los años 50 y 60, los cines eran unos templos. Cada teatro tenía su arquitectura, su magia, una cortina que se abría, unas luces que cambiaban de colores, era un ritual. Teatros como el Bolívar, el Cervantes, el Aristi, El Cid se nos convirtieron en sitios míticos. Hoy tiene fama de ser un ‘habitué’ de los festivales de cine en América Latina.He sido un asiduo asistente de los festivales desde el año 74 cuando estuve en el primer Festival de Cine de Cartagena con Andrés Caicedo. Ese mismo año fuimos al festival de Nueva York. Luego seguí yendo a los de España y Francia. Pero uno de los que más me ha influenciado es el Bafici, de Buenos Aires. Llevo siete años seguidos asistiendo, al igual que al de Valdivia que tiene el mismo perfil y el Ficuman de México. Yo creo que hoy los festivales llenan un poco el bache que ha dejado la ausencia de los cine clubes, que a su vez desaparecieron con la llegada del cine en dvd y el cine pirata.De ahí el Festival de Cali... Desde la época del Grupo de Cali teníamos planes que iban más allá de tener un cine club. Esos planes se fueron extendiendo hacia la revista, y ya con el tiempo pensé que con toda la producción que se había hecho en Cali, lo único que le faltaba era un festival de cine.Finalmente en el 2009 el Festival nació de una idea del secretario de cultura de ese momento, Argemiro Cortés, y me nombraron a mi director. Tuve plena libertad de hacer el festival que yo quería: un festival arriesgado y de cine que se apartara de Hollywood y de las grandes producciones europeas, para concentrarnos en el cine que no es fácil de ver acá. Porque una de las funciones de un festival de cine es hacer visible lo invisible.Al principio muchos le criticaron justamente eso, que fuera un cine de nicho, quizás muy experimental... Yo quería que estuviéramos abiertos a las nuevas narraciones, a las películas de vanguardia, a las películas que retan al espectador. Porque pienso que los festivales de cine sirven para la formación de público. Más en Cali con su tradición cinéfila. Esa es una de las cosas que planteé desde el principio y es que en este festival no nos íbamos a limitar solo a las películas argumentales o de ficción, sino que está abierta al documental, a la no ficción, al cine experimental, a las video instalaciones, al video arte, el cine está progresando mucho y uno no puede tener la mente tan estrecha.Pero nuestro público está muy mal educado por el cine norteamericano, que es una ola inmensa, un bombardeo, hasta el punto de que casi no hay alternativas. Otra cosa terrible sería caer en el localismo. En Colombia existen más de 70 festivales de cine que es algo insólito. Hay de todo tipo: festival de cinema zombie, de cine ecológico, de video comunitario. Esa no era la idea. ¿Ha tenido que ver algo la televisión en esa ‘deformación’ del público?No podríamos decir que Colombia ha tenido industria cinematográfica ni la tenemos realmente todavía, pero sí hemos tenido una gran tradición televisiva y muy exitosa: esas telenovelas y series colombianas que se exportan a Corea y a Rusia y a todas partes. Eso, para mí, ha ejercido una muy mala influencia sobre el cine, porque ha deformado al público. La prueba de eso es que las películas que tienen éxito en la taquilla son las que se basan en la producción televisiva con el ‘star system’ de la televisión, con el tipo de narración de la televisión, basadas mucho en la comedia televisiva.Ahora, eso no es solo un fenómeno colombiano, eso está pasando en todo el mundo. Pero entonces las películas que son reconocidas como las mejores tienen, paradójicamente, muy poco rendimiento en la taquilla. ¿Qué tanto ha servido al Ley de Cine para la industria del cine nacional?La Ley de Cine ha permitido que se haga mucho más cine que antes, que haya dinero, porque el sistema de recaudo que hay consiste en que un porcentaje de la boleta, es decir un impuesto a todas las películas que se dan, vaya para un fondo común que es el fondo de desarrollo. Viéndolo de otra forma, el espectador está pagando por adelantado el cine del futuro. Yo creo que no hay que ser así, tan vertical, sino tener una visión más horizontal sobre el cine. Cada película tiene que ser responsable de su deuda. Además, creo, como dijo Godard, que el cine no es para hacer plata sino para gastársela.En medio de la crisis que atraviesa la cultura en el Valle, resulta gratificante que se siga produciendo cine y de buena calidad. Al parecer las nuevas generaciones no ‘mataron al padre’, sino que siguieron el ejemplo del Grupo de Cali... Yo creo que nosotros tiramos la primera piedra y ellos la recogieron. Siempre he dicho que lo que más educa es el mal ejemplo. Y creo que Mayolo y yo y el grupo que funcionaba en torno a nosotros, dimos el mal ejemplo en el sentido de que había que ser diferente, había que ser independiente, cambiar la visión que se tenía del país. Porque antes de los años 70 este era un país de un arte rural. Antes de Andrés Caicedo la literatura era rural: el bobo del pueblo, la prostituta, la violencia de ese momento. Nosotros nos concentramos en lo urbano, tanto en las películas de documental como en las películas de ficción porque precisamente veíamos que había un bache allí que había que llenar. Ahora, lo que veo es que la crisis que está viviendo la ciudad está produciendo buenos artistas, buenos cineastas. Hay sitios como Lugar a Dudas que ayudan muchísimo, también la Universidad del Valle ha sido un enclave importantísimo. Yo fui el primer profesor de cine en el año 79; mi alumno Óscar Campo después fue el docente que ha enseñado a generaciones como las de Jorge Navas y de Óscar Ruiz. Ha habido un relevo generacional.Se podría decir que sin la Universidad del Valle de los años 70 no habría el cine que hay hoy...Hay que tener en cuenta que las universidades en los años 70 reunieron un grupo de intelectuales muy importante. En la Universidad del Valle había una especie de ‘intelligentsia’ radicada aquí. Jesús Martín Barbero, Germán Colmenares, Estanislao Zuleta. Nosotros no surgimos de la nada, así no más. Atrás venían los nadaístas que empezaron a pisar hostias, y los festivales de arte, y Hernán Nicholls, que nos dio trabajo a todos, y que con su sagacidad y sentido del humor cambió la publicidad tan conservadora que se hacía hasta entonces.Luis, ¿cómo es su vida hoy en Bogotá?Mi vida cambió mucho al irme a Bogotá. Se me volvió una vida de puertas para adentro. No volví a hacer documentales en la calle, mis trabajos son cada vez más intimistas o más encerrados. En Cali filmar en la calle era un goce, el mismo espíritu de la gente es mucho más colaborador que en Bogotá. Bogotá es una ciudad muy dura, y la gente no tiene tiempo que perder, lo bueno de Cali es que la gente sí tiene tiempo que perder (risas).Creo que es una diferencia cultural de la personalidad del bogotano que es más taimado, desconfiado de la cámara, en cambio aquí la gente es muy extrovertida. Pero sí, me cambió mucho la vida. Caí en eso de ver películas en la casa. ¿También cayó en las garras de Netflix?Yo realmente no he sido aficionado a las series. Pero sí oigo que se encierran un fin de semana a verse doce horas de ‘Breaking Bad’. Yo creo que la única serie de televisión que vi fue la pionera, ‘Twin Peeks’, de David Lynch, en 1990, que fue un gran director. Pero esta vez no me han logrado enganchar; me quedo con el cine.Se enganchó, sí, a la redes sociales...Precisamente porque vivo de puertas para adentro, pero sobre todo porque siento que he sido siempre un militante cinematográfico. Trato de entusiasmar a otra gente a ver cierto de tipo de películas, a leer cierto tipo de textos. Soy un provocador. Y claro, las cosas que antes decía en las fiestas o por ahí borracho, ahora las escribo en Facebook. ¿Y hay chances de que vuelva a Cali?No, porque ya no reconozco la ciudad, me siento raro. ¡Hasta calor me hace! Ya no puedo cruzar la calle que va a Bellas Artes, y yo era un caminante. Yo me resistí hasta el 95 cuando ya no me identificaba con la ciudad que había querido tanto y que conocía tanto. Una ciudad que iba desapareciendo, que he ido documentando durante años. Esa desaparición de la ciudad ha sido una obsesión de los artistas caleños, sobre todo después de los Juegos Panamericanos del 71, pero que se exacerbó con el narcotráfico. Cali era una ciudad amable en la que se podían cruzar las calles, ahora la ciudad no es ni para los peatones ni para los carros. Por eso es una ciudad donde a veces me siento un extraño. Cuando vengo me tengo que quedar en un hotel porque ya no tengo familia cercana. Tengo unos pocos buenos amigos todavía, claro, pero se me hace muy raro que yo, en mi propia ciudad, viva en un hotel.Usted es lo que se podría llamar un auténtico sobreviviente. Y en doble sentido...Justamente yo me enfermé en los dos últimos festivales. No es que le esté echando la culpa únicamente al festival (risas), aunque ese estrés contribuyó. Me enfermé en el 2012, con gran pérdida de sangre, hasta que se descubrió que tenía un cáncer. Yo ya estaba haciendo la película ‘Todo comenzó por el fin’. Y como esa película es parcialmente autobiográfica, decidí incorporar el proceso de mi enfermedad. La segunda crisis vino en noviembre del 2013, y también volví a filmar, entonces la película que estoy haciendo, que entre otras cosas trata sobre la muerte, la autodestrucción y las cosas perdidas, tiene el estado de ánimo y de salud en el que estoy en este momento. Lo curioso es que cuando empecé a hacer la película pensé que era la película de un sobreviviente, y después ya cuando estuve al borde de la muerte dije, ¡uy! talvez esto será la película de un moribundo.¿Sintió miedo?Sí. Sobre todo la gente que estaba cercana a mí, porque hubo prácticamente un día en que se me dio por muerto. Se complicó una cirugía, se complicó el corazón y pasé tres semanas en cuidados intensivos, que es terrible. Todo eso va a quedar plasmado en la película, que creo que estaré estrenando a mediados del año entrante en Colombia, y tal vez la comience a mover en festivales el primer semestre del año entrante.Resume gran parte de su vida...Específicamente esos 20 años, del 71 al 91, pero también tiene este presente de luchar contra una enfermedad de la que aparentemente estoy curado. He tenido que seguir quimioterapia un año. Pero cuando uno llega a ese punto de estar cerca a la muerte, lo hace a uno reflexionar y ya uno no ve las cosas de la misma forma. La creación se puede volver otra cosa. Hoy, no es extraño, está vestido con una camiseta a rayas...Pues es curioso que lo digas porque ahora que estoy haciendo la película me doy cuenta que entre todos esos pocos buenos amigos aparecen las camisas de rayas. Tengo filmaciones de Mayolo, fotografías de él desde los años 60, de Eduardo Carvajal, de las amigas nuestras, y las rayas han sido una coincidencia. Eso se va a notar mucho en la película. Sé que surgieron con la marina francesa, y se fueron metiendo a la moda y creo que hasta dicen que uno se ve más delgado. Pero debe ser que a nosotros nos gustan las rayas porque siempre hemos estado un poco rayados ¿no?Lo imperdible del 6 Festival Internacional de Cine de Cali ¿Cuáles serán esas películas o actividades que no nos podemos perder?El atractivo es sobre todo en la sección internacional, que incluye 8 películas y es competitiva. Se trata de películas que hemos escogido porque han participado en festivales muy importantes y han recibido buena critica. Está también la selección internacional de cortometrajes en la que se aceptan películas nacionales e internacionales.¿Habrá películas de otros festivales?Sí, en la sección Plano General, que es un panorama de lo que mejor que se ha visto en los festivales internacionales en los últimos dos años. También tenemos una sección que es importante que se llama Primer Plano, que se concentra en retrospectivas de directores o actores, en este caso va a haber una retrospectiva integral de un director francés que se llama Pierre Etaix. Se acaban de restaurar sus películas y viene toda la obra de él, y viene un experto a hablar sobre su obra. ¿De los invitados a quién recomienda? Viene Gabino Rodriguez que es uno de los actores más destacados del cine que se está haciendo ahora en México. También tendremos al español Javier Rebollo, que presentará una película muy interesante que se llama ‘El muerto y ser feliz’. También vendrá un director menos famoso, Juan Barrero, muy joven , español también. En la parte académica, uno de los invitados es el argentino Jorge Laferla, experto en todo tipo de producción audiovisual y que ha publicado muchos libros y es docente de la Universidad del Cine de Buenos Aires. ¿Qué habrá para los estudiantes?Estamos tratando de que el festival no se limite al gueto de la ciudad, queremos que se descentralice. Para ello está creada la sección que se llama Enseñe a Ver, que es muestra de escuelas de comunicación y de cine internacionales, este año traemos una muestra de las escuelas de cine de Madrid, de la Ecam, también de la Universidad del Cine de Argentina de la Pompeu Fabra en Barcelona, en fin, son más de un centenar de películas que se podrán ver entre el 30 de octubre y el 3 de noviembre. Otro esfuerzo en ese sentido es que este año vamos a tener un apoyo de Proimágenes y del Ministerio de Cultura que se llama ‘Tengo una película’. Allí se tata de ayudar a desarrollar proyectos para presentarlos a los fondos nacionales e internacionales, una especie de lo que ahora se conoce como un ‘talent campus’.

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