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Los extraños crímenes de fin de año en Cali que un profesor ayudó a resolver

El profesor y escritor Humberto Jarrín habla sobre ‘La furia’, una novela negra y policiaca en la que un investigador judicial y un intelectual intentan descifrar una serie de homicidios que tienen lugar durante los días de Feria en Cali.

2 de diciembre de 2018 Por:  Yefferson Ospina / Periodista de Gaceta

El cuerpo de un hombre es encontrado erosionado por la explosión de un artefacto que fue atado a su cintura, en cercanías del lugar en el cual tuvo lugar la explosión del 7 de agosto de 1956 en Cali.

Otro cuerpo –o mejor, la mitad de un cuerpo– es hallado enterrado en la Loma de la Cruz y uno más en la mitad del estadio Pascual Guerrero. Mientras esto ocurre, la ciudad atraviesa los días de delirio y ebriedad de la Feria de Cali.

Podría decirse que cada uno de esos crímenes harían parte del listado de homicidios que cada año se enumeran entre el 25 y el 30 de diciembre en la ciudad. Pero un hombre, policía, sospecha que no. Sospecha que esos homicidios tienen un origen particular que los distingue de los demás asesinatos y que, además, ese origen podría estar relacionado con la literatura. Así que decide buscar a un escritor –un intelectual hosco, solitario, huraño– que desprecia el desvarío al que se entrega la ciudad durante la Feria pero que puede ser la clave para resolver los crímenes que tienen lugar esos días.

Así, a grandes rasgos, puede abreviarse el argumento de la novela del escritor caleño Humberto Jarrín, ‘La furia’, una pieza policiaca en la que un policía y un literato se proponen encontrar al responsable de una serie de crímenes que tienen lugar durante los cinco días de Feria de Cali y que las autoridades no pueden adjudicar a las causas a las que diariamente endilgan los asesinatos que ocurren esta ciudad.

Una novela escrita con un humor agudo, violento y aplastante, que no tiene compasión con una sociedad que parece hundirse cada vez más en el abismo de la ignorancia de su historia, sus conflictos y sus dramas más profundos.

¿Cómo surge la idea de escribir una novela policíaca enmarcada en la Feria de Cali?

Surge de varias inquietudes y ausencias que en lo personal he ido percibiendo en la literatura regional. Una de ellas es que no existen en nuestra literatura regional –que conozco bien– novelas policiacas. El otro interés es que no se haya hecho literatura sobre la Feria de Cali, una fiesta que es un ícono de nuestra ciudad, a nivel local e internacional, y eso a pesar de que la Feria tiene 60 años de existencia. Yo he venido trabajando en otros acontecimientos de la ciudad, como los Carnavales que fueron los precursores de la Feria y la explosión de Agosto de 1956. En ese recorrido descubrí que la Feria de Cali nace de esa explosión, un poco con la idea de que, frente a la tragedia a la gente había que darle pan y circo, y para que el espíritu que había sido doblegado por esa Hiroshima nuestra –que ha sido la más grande catástrofe producida por el hombre vivida en Cali-, se levante con la fiesta. Entonces quise juntar esos dos elementos, un evento que es singular de nuestra ciudad y mi interés por la novela policiaca, y así imaginé que cada día de la Feria de Cali alguien asesinara a una persona y dejara su cadáver en un lugar representativo de la ciudad. Y tenía que ser un lugar representativo porque había un interés muy particular de hablar de los mitos que hay alrededor de esos lugares.


¿Cuáles mitos?

Por ejemplo, si se ponía como víctima a un salsero que fuera sacado del salsódromo y cuyo cadáver fuera enterrado en la Loma de La Cruz, se reviviría el mito que durante mucho tiempo existió alrededor de esa loma, y es el mito de la mano del muerto, que nos cuenta la historia de un negro que se rebela contra la sociedad colonial, contra su patrón, y es castigado y enterrado en ese lugar, pero el cadáver constantemente saca su mano, como en protesta por la injusticia que se cometió contra él. Lo que sucede con ese mito es que después la religión viene y pone una cruz –y por eso esa loma lleva el nombre que lleva– y desbarata de alguna manera ese mito que resultaba perjudicial para la alta sociedad caleña. En la novela yo imagino que ahora se entierra un cadáver en ese lugar pero lo que se puede ver del cadáver no es una mano sino una pierna, que resulta significativo teniendo en cuenta que la víctima es un bailarín. Eso me permite un juego de signos y de mitos que permiten indagar sobre la historia de la ciudad.

El personaje principal es un profesor bastante culto que muestra una especie de aversión contra la idea cliché de Cali como una ciudad que en lo cultural parece distinguirse exclusivamente por la salsa y la fiesta…

Es un desasosiego el que tiene el protagonista contra esos mitos, pero no es gratuito. No es un tipo resentido con la humanidad, sino que es un hombre que ve que en su propia cultura hay unos mitos que se han impuesto por intereses de otras personas. Como el mito de la mano del muerto, que es poderoso y liberador de la ciudad porque habla de un esclavo negro que se rebela contra el poder español, pero que se desvirtúa con el acto de poner una cruz en el lugar en donde se origina con el objetivo de darle un baño de moral para aplacarlo. De modo que ya no se llama ‘La loma de la mano del negro’ sino ‘La loma de la cruz’.
¿Qué otros mitos? El mito que nos han vendido de la salsa, de que Cali es la capital mundial de la salsa, un mito que tiene el propósito de proponer ese género como el único.  Yo diría que Cali es la ciudad del baile, de todos los bailes, que aquí solo es necesario que caiga un baile medianamente popular y todo el mundo lo baila, sea salsa, merecumbé, reggaetón… Así que proponer unos valores estáticos es lo que al personaje de la novela le molesta. ‘La furia’ tiene un doble movimiento ideológico que se corresponde un poco con la estética del posmodernismo, es decir,  que critica cierto valores de lo  que se considera  la "caleñidad" (entre otros la salsa, el fútbol, el baile, el estereotipo de ciudad superficial donde la cultura se confunde o se reduce a la farándula y al  espectáculo), y que, al tiempo,  les rinde un homenaje, pero bajo la luz de una lente que pone ciertos reparos sociales, culturales, políticos, filosóficos. 


Un hombre rebelado contra una sola manera de ver la ciudad…

Sí. Nosotros tenemos muchos otros valores además de la salsa. Tenemos un cine poderoso, tenemos un teatro poderoso, una literatura y una pintura poderosa, y sin embargo cuando tú ves los videos donde se trata de vender culturalmente a Cali inmediatamente te aparece el baile, la salsa, y el fútbol, que es otra de las drogas que se moviliza. De modo que el personaje principal de la novela es un sujeto preocupado que tiene una relación de amor y de odio con la ciudad.

El otro personaje principal, el investigador de los crímenes, es un policía también bastante culto

Sí, es quien está tratando de resolver los enigmas de los homicidios y como señalas es una persona que no hace parte de la imagen falsa y prejuiciosa de que los policías no son cultos y no se interesan, digamos, por la literatura. En este caso no es así y eso de alguna forma rompe con los estereotipos de la propia novela negra.

La novela, como es obvio, transcurre en Cali y la geografía de la ciudad es importante para la trama. ¿Qué tanto se ha contado la ciudad?

Sí, en ‘La furia’ la geografía de la ciudad es muy importante y yo juego con esa geografía. Yo creo que la ciudad ha sido contada del centro hacia el norte, muchos autores se han centrado en esa zona, el barrio Obrero, San Nicolás… Pero a mí me interesa más contar la ciudad desde el centro hacia el sur, que es un lado que no ha sido contado literariamente. Pero para hablar de lo que no ha sido contado de la ciudad, yo creo que lo primero que le falta a la literatura que se hace sobre Cali es desembarazarse de los clichés literarios y temáticos que hay en la ciudad, y abordar otros aspectos que no necesariamente están referidos a lo netamente urbano, sino más bien a la esencia humana que hay en Cali. Hace unos días estuve en una charla en el Instituto Caro y Cuervo sobre una presentación de un libro de autores vallecaucanos y lo que se mostraba allí es que muchos escritores buscan ausentarse de la ciudad, romper con ese cliché de Andrés Caicedo. Muchos jóvenes actualmente dicen que no les interesa para nada narrar la ciudad al estilo Andrés Caicedo y no interesarles a veces pareciera no nombrar la ciudad. Sin embargo, yo creo que la ruta contraria también es válida, nombrar la ciudad e indagar sobre nuestros nuevos barrios y nuestras nuevas relaciones, arquitectura, la nueva geografía de la cultura, es un trabajo que falta por hacerse no solo desde la narrativa sino también desde el teatro o la poesía.

Respecto al tema del narcotráfico, ¿usted cree en esa idea de que ya estamos saturados de tanto cine y literatura sobre ese tema?

El fenómeno del narcotráfico afectó a muchas ciudades en el país, pero nombro a Bogotá, Medellín y Cali, para mostrar que tanto en Bogotá con en Medellín la literatura respondió inmediatamente al fenómeno. Se produjeron estas novelas que se hacen parte de la llamada ‘Sicaresca’ muchas de las cuales tuvieron fuerte repercusión. Lo paradójico es que en Cali no se produjo ese movimiento en la literatura, pareciera que eso no fue del interés. Y lo que uno recoge en conversaciones con colegas es que este fenómeno de la novela ‘sicaresca’ obedecía muchas veces más a un fenómeno comercial, porque vendían muy bien como relato. Pero aún falta un movimiento que intente sobrepasar esa primera etapa de carácter informativa y que realice un trabajo estético en el lenguaje, porque el narcotráfico nos cambió nuestras percepciones de la realidad, de la felicidad, nuestras relaciones sociales. Y un trabajo de esa naturaleza no puede estar en la superficie de lo que se cuenta de la inmediatez, sino que requiere un largo tiempo de decantación.

‘La furia’ es una novela políticamente incorrecta, que parte de un evento icónico y casi intocable en la ciudad, La Feria de Cali, para hablar de esos asuntos incómodos de los que nadie quiere hablar, como el hecho de que esos días de fiesta son unos de los más violentos del año...

Sí, bueno, aquí en Cali se tiene un poco la idea de que es casi “normal” que ocurran asesinatos durante la Feria, que eso hace parte de la fiesta, y si en algún momento alguien hace una crítica entonces la discusión se pone en términos como “si te están dando diversión, no deberías quejarte”. La Feria es intocable, no se puede criticar, pero a veces es bueno hablar de esas cosas que se mueven debajo de la fiesta y tratar de poner los puntos sobre las jotas.

Pero por qué decide ser subversivo. Quiero decir, pensando en vender más libros, usted pudo haber escrito una novela que fuera apologética de la Feria de Cali…

Yo creo que montarse en la corriente de las cosas es muy cómodo para hacer un trabajo. Se puede hacer una exaltación rosa del carnaval, pero la verdad es que el carnaval tiene su lado oscuro y ese es lado que me interesa. En esta novela yo voy en contravía, en contra de la corriente, y trato de subvertir ese orden también del género mismo de la novela.

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