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La obra imperdible: historia del grupo teatral caleño integrado por discapacitados

Los integrantes de 'Sin límites' buscan consolidar una Escuela de Arte para discapacitados en la ciudad. Se presentan este lunes en el Teatro Municipal.

18 de noviembre de 2013 Por: Santiago Cruz Hoyos | El País.

Los integrantes de 'Sin límites' buscan consolidar una Escuela de Arte para discapacitados en la ciudad. Se presentan este lunes en el Teatro Municipal.

La sala está completamente iluminada, pero la mayoría de los hombres y las mujeres se cambian su ropa a tientas. Mario Ortega pide que le traigan el pantalón; Holmer Sandoval, la gabardina; Katherine Gómez, la blusa; Azai Bolaños, sus chontaduros artificiales. Cuando Carlos Uribe le acerca a cada uno de ellos su indumentaria, la palpan lentamente. Con los brazos extendidos la reciben y enseguida tocan, ubican los botones, el cierre, el cuello, el ruedo, los pasadores de la correa. La sala, curiosamente, tiene el nombre de un escritor que murió ciego: Jorge Luis Borges. Carlos, exjugador de fútbol profesional —debutó con América contra el Quindío en la época de estrellas como Albeiro Usuriaga— es de los pocos en la sala que puede ver. Sin embargo, se desplaza en una silla de ruedas que maneja con un control similar al de un Atari 2600: una palanca, un botón. A los 18 años, después de haber jugado diez partidos oficiales, haber cumplido su sueño de ser jugador profesional, lo atacaron a tiros para robarle una moto y no pudo volver a caminar. También perdió su brazo derecho. Vamos a empezar muchachos, vamos, grita Carlos, mientras algunos de los que ya están completamente cambiados caminan descalzos por el escenario, un tapete de varias texturas diseñado para que los invidentes se logren ubicar: los rizados indican los bordes del escenario, el centro es una malla verde y una gamuza en relieve, el golpe de un tambor señala la posición donde está el público. Varios de los que ya se cambiaron comienzan a ensayar su libreto. —Masmelos, masmelos—, grita, como ofreciéndolos en la calle, Holmer Sandoval.—Lotería del Cauca, Valle y Quindío—, agrega James Agredo.—Caliente, la calle caliente—, canta Yaira Ríos, al tiempo que toca un piano Yamaha.Todos hacen parte del Grupo Teatral Sin Límites, el único de Colombia integrado exclusivamente por actores discapacitados, y preparan la obra que presentarán en el Teatro Municipal Enrique Buenaventura a las 7:00 de esta noche: Héroes de la Calle.IIMario Ortega es casi calvo, su voz parece la de un locutor, tiene 50 años. Hace 25 perdió la visión por una enfermedad progresiva de nacimiento: retinitis. Mario lo cuenta y se toma con sus dos manos la cara. Fue difícil, dice. Muy difícil. Quedar ciego es quedar excluido. El mundo está diseñado para gente que ve. El invidente se siente entonces como un extraterrestre. No solo no le dan trabajo, sino que además siempre va a necesitar la ayuda de otro para acciones tan vitales y diarias como pasar una calle. Se siente un ser apartado, sobre todo cuando durante la mitad de su vida, como él, ha visto y sabe qué es estar de un lado o del otro. —A veces siento ganas de volver a ver, siento deseos, volver a ser completamente independiente, dice Mario, que fue a quién se le ocurrió crear el grupo de teatro Sin Límites.En 1988 estudiaba y vivía en Bogotá. Y en ese entonces integró un grupo en el que todos los actores eran ciegos. El grupo se extinguió, pero Mario, que volvió a Cali, seguía con la idea de crear una compañía, pero con actores con diferentes discapacidades: sordos, ciegos, jóvenes son síndrome de Down, parapléjicos. Como una manera de incluirse en ese mundo que los excluyó. Una forma de volver a ser acogidos, reconocidos. Para los que se sienten extraterrestres, en realidad no todo está perdido. Todo eso fue hace 8 años. El Instituto de Bellas Artes apoyó a Mario con recursos durante algunos meses, después lo dejó de apoyar; el proyecto parecía que volvía a morir hasta que apareció Carlos Uribe, que además de exjugador de fútbol es el presidente de la Confluencia Departamental de la  Discapacidad del Valle, una asociación que defiende sus derechos, y patrocinó a Mario. Carlos Uribe y la Confluencia se dedican sobre todo a eso: generar y apoyar proyectos productivos para los discapacitados. Abrir candados en ese mundo cerrado en el que habitan miles de personas con alguna discapacidad y que no tienen de qué vivir. En Colombia, según el Dane, son casi tres millones de personas en esa condición. La mitad está “en edad productiva”. Solo el 15% tiene algún trabajo. Solo el 2% de los discapacitados del país alcanza a ganar un salario mínimo. Mario, que es politólogo y filósofo, precisamente, no tiene trabajo fijo, aunque espera que el grupo de teatro algún día será una empresa autosostenible. Por el momento se sostiene con apoyos. La Confluencia Departamental de la Discapacidad contrató una buseta que transporta a los actores desde sus casas hasta la sala cada que hay ensayo, por ejemplo, y algunos se sienten distinguidos, importantes, con tal servicio. El teatro también sirve para fortalecer la autoestima. Mario se despide. Debe ir al tapete. Es el protagonista de Héroes de la Calle. IIIRuth Dayana Torrealba ubica su mano derecha en su sien y con la izquierda sostiene un vaso de Coca-Cola. Sentada frente al tapete, luce molesta. Este primer ensayo del día no le ha gustado y lo dice con fuerza, con autoridad. Los actores tienen la cabeza gacha. Ruth es licenciada en arte teatral, actriz, especialista en trabajo artístico con personas en situación de discapacidad. Es la directora de la obra. No están concentrados, sigue, y no entiende por qué si el ensayo del lunes festivo “fue delicioso, perfecto”. —¡15 minutos de descanso y retomamos!Los actores toman un refrigerio, un respiro, algunos discuten. Ruth se va a un costado de la sala. Dice que ellos mismos se lo han pedido: que los trate como artistas, que les exija, que jamás sea condescendiente por su discapacidad. Precisamente el objetivo del grupo es lograr que la sociedad los mire como iguales. Además, la única manera de que la compañía sobreviva es una sola: haciendo buen teatro. Al público en realidad lo que le importa es ver una gran obra, no la condición de los actores. Y les exige, dice Ruth, porque los ha preparado durante meses. Cuatro exactamente. —Sé que están presionados. Se metieron en la grande con esta idea. Montar esta obra de teatro implica muchas dificultades. Pero ellos quieren vencerlas. Y lo vamos a hacer. Ellos están como si te dijeran que no vas a caminar nunca más y tú que sí, sí voy a volver a caminar. Todo es sí o sí. Las dificultades se resuelven con creatividad. El tapete para que los invidentes lograran ubicarse en el escenario se le ocurrió a ella, por ejemplo. Para aprenderse los libretos algunos los leen en braille. Otros tienen en sus celulares un software que les lee sus correos. Ruth les enviaba los libretos por Internet para que se los aprendieran. Otros, como Katherine Gómez, memorizaron mientras los profesores les leían los diálogos. Los invidentes desarrollan una memoria fotográfica asombrosa. Yaira Ríos apenas requiere que le lean en voz alta un par de veces la letra de una canción para no olvidarla jamás. Hay una escena, además, donde algunas actrices deben bailar como mujeres de cabaret: ¿Cómo enseñarle qué es un baile sensual a alguien que jamás lo ha visto?Ruth, junto con el actor profesional Andrés Franco y la Asistente de Dirección Diana Isabel González, utilizaron el Bunraku: teatro de marionetas. Ruth y los otros profesores se ubicaban a las espaldas de los actores y les tomaban las manos, les enseñaban cómo debían moverse. Justamente como si fueran marionetas. Es precisamente lo que sucede ahora. Ha iniciado el segundo ensayo del día y Ruth está en el tapete corrigiendo aquí, allá, parada detrás de Yaira Ríos que canta frente al público y Ruth llega a sus espaldas, le mueve sus manos, le recuerda los movimientos de un cantante. La directora parece en realidad una madre para la vida de los actores, que finalizan el ensayo, hacen la respectiva venia y todos aplaudimos. Ruth, ahora, luce feliz. IVA tientas, de nuevo, los actores se empiezan a cambiar. Mientras lo hacen hablan del gran día, la presentación de la obra en el Teatro Municipal. Holmer Sandoval dice que va a darlo todo, Azai Bolaños cuenta que ha ensayado tanto, hasta frente a las paredes de su casa, que su personaje será perfecto, Yaira Ríos promete cantar y tocar su piano como nunca. Se sienten preparados para lograr lo que quieren: sensibilizar a sus espectadores sobre la necesidad de brindarles oportunidades a los discapacitados para construir una sociedad más justa. Precisamente de eso se trata la obra, Héroes de la Calle. Es la historia de la lucha del vendedor de lotería, el de chontaduros, el de pescado, que allá afuera deben lidiar hasta con delincuentes que les cobran vacunas. Ese día a día tortuoso, afanoso, difícil, se lo pasan en realidad buscando, esperando, una oportunidad. Es una analogía de la vida y dificultades de los excluidos que quieren volver a sentirse parte de algo. Como los actores, que mientras salen a tomar el bus de regreso a casa insisten en que ofrecerán una obra imperdible para además, con el dinero recaudado en taquilla, empezar a construir la primera Escuela de Artes para discapacitados de Colombia.

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