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La cicatriz que sangra, crítica a película '45 años'

Esta película narra la historia de una pareja que, a punto de celebrar su aniversario de boda, descubre que no es lo que creía. Es una historia compuesta con sutilezas cotidianas y silencios dolorosos donde la resignación puede ser la única salida al reconocer que, tal vez, solo ha sido tiempo perdido.

27 de marzo de 2016 Por: Claudia Rojas Arbeláez | Especial para GACETA

Esta película narra la historia de una pareja que, a punto de celebrar su aniversario de boda, descubre que no es lo que creía. Es una historia compuesta con sutilezas cotidianas y silencios dolorosos donde la resignación puede ser la única salida al reconocer que, tal vez, solo ha sido tiempo perdido.

En sus setenta años de vida, la pareja conformada Kate, Charlotte Rampling, y Geof, Tom Courtenay, viven una cotidianidad apacible. O al menos eso parece. En su apartada y casa de campo llenan sus horas de retiro con lecturas, paseos al perro, piezas de piano y charlas remojadas en té.  

A veces se emborrachan, ríen y tienen cómplices  encuentros de cama. Todo en medio de una armonía en la que los silencios y las miradas fluyen naturales, como resultado del devenir natural de  los años. 

A su rutina cotidiana, ahora han sumado los preparativos de la fiesta con la que planean celebrar sus cuarenta y cinco años de casados.  

El evento tiene ocupada a Kate que cuida los detalles y los comparte con su motivo. Sí, después de todo su vida es lo bastante tranquila como para poderse ocupar del acontecimiento con dedicación.  Por eso lucen  motivados, escogiendo la canción con la que van a abrir el baile, así como el lugar donde será la reunión. Cada uno de ellos se ha convertido en tema de conversación recurrente. Sí, todo parece estar dentro de lo esperado. 

Aquella aparente armonía cambia de golpe, cuando Geof  recibe una carta en la que se le informa que en Suiza ha sido descubierto el cuerpo congelado de una mujer con la que tuvo cierta relación, 50 años atrás.   Él ha sido notificado por ser el único dato que tenía la mujer consigo al momento de ser arrastrada por la avalancha. 

El hombre cuenta a su esposa lo que sucedió, aquella mujer fue su compañera de viaje y murió frente a sus ojos mientras fue arrastrada por un avalancha. Intrigada por la noticia Kate, le hace muchas preguntas. 

No puede comprender porque nunca le habló de aquella mujer  y, claro,  de alguna manera empieza a obsesionarse con la historia. Geof, por su parte, contesta con sinceridad y de manera relajada, todo eso sucedió hace cincuenta años y su desaparición fue cinco años antes de que se casara con ella.  

Pero una cosa es cierta, volver a tener noticias de aquella mujer ha roto aquel dique que ha mantenido contenido durante cincuenta años.  Geof no puede evitar sufrir al recordar la tragedia de aquella mujer que fue tan importante para él y ella no puede evitar sentirse traicionada. 

Sin embargo, las respuestas de su marido llegan sin adornos. Pero lejos de tranquilizarla, la hacen cuestionarse sobre la honestidad del hombre con el que ha estado toda su vida.  Poco a poco los secretos empiezan a emerger en una película que se expone sin  prisas y se narra con fuerza desde su simpleza dramática. 

La película que lleva por nombre ‘45 años’ está dirigida por Andrew Haigh, un británico, cuya carrera vale la pena seguir de cerca no solo porque ha asumido temáticas interesantes sino por su sensibilidad particular para captar con naturalidad las “cosas de la vida”.  

En sus anteriores producciones, Haigh exploró la temática gay primero con sus dos primeros largometrajes: ‘Greek Pete’ (2009), que narra un año en la vida de un chico que vende sus servicios sexuales y ‘Weekend’ (2011), que se concentra en la historia del enamoramiento de dos jóvenes en un fin de semana.  

Estas producciones, además de su trabajo que realizó mientras ejercía como editor de las producciones de otros directores como Ridley Scott con ‘Gladiador’ (2000) dotaron a Haigh con la experiencia necesaria que ahora le da alas para volar de la manera en que lo hace en ‘45 años’. 

Ahora la búsqueda de Haigh lo lleva a otros espacios y a otras etapas.  Ya no importa tanto  el deslumbramiento del enamoramiento, ni la búsqueda incansable del mismo, ahora pone sus ojos en  la aceptación y las renuncias.

 En esta historia que se desarrolla en solo una semana, Haigh saca provecho del relato corto (‘In another country’) y lleva a otro nivel el drama de esta pareja adulta que empieza a darse cuenta, tal vez demasiado tarde, que no es   quien creía. 

De repente los preparativos de la boda se convierten casi en el único tema que ahora solo parecen compartir mientras en la vida diaria se ahogan sus miradas y se contienen sus reclamos, los ajenos y los propios.  

Así la atmósfera cotidiana, mostrada con una cámara discreta, a la altura de los ojos, empieza a enrarecerse cuando la duda emerge. Los momentos más íntimos son aprovechados y explorados desde una mirad orgánica, desprovista de trucos y montajes.

De eso se trata ‘45 años’, del amor que parece estar probado tras décadas de unión, pero también de  aquellas facturas que la vida cobra cuando nadie se lo espera. Y como todas esas deudas del pasado, también esta viene a reclamar lo que es propio.

Entre otras cosas, es una historia de una acechanza  y pruebas. O también una de aceptación, de entender que tal vez nunca terminarás de conocer al otro por mucho que lo tengas a tu lado y también de compasión hacia ese que, por evitar sufrimientos o explicaciones calla como un acto de conveniencia.

@kayarojas

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