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'La chispa de la vida': Una mirada crítica a la crisis española

Alex de la Iglesia ofrece una mirada reflexiva a la crisis económica que atraviesa su país, España, en su más reciente película, en la que relata la historia de un hombre que creyó en su talento, hasta su último momento. Comedia negra.

29 de agosto de 2013 Por: Por; Claudia Rojas Arbeláez / Especial para GACETA

Alex de la Iglesia ofrece una mirada reflexiva a la crisis económica que atraviesa su país, España, en su más reciente película, en la que relata la historia de un hombre que creyó en su talento, hasta su último momento. Comedia negra.

‘La chispa de la vida’ es una frase que no nos resulta del todo ajena. Hace muchos años se convirtió en el slogan publicitario de una bebida gaseosa tan exitoso, que tuvo vigencia durante casi tres décadas. También es el nombre que lleva la última película del director español Alex de la Iglesia, quien siempre se ha aventurado a contar historias ácidas salpicadas de humor negro. Argumentos que construye con audacia y arrojo, sustentando todo en una licencia poética maravillosa que solo puede comprenderse en su propio universo. En su última película, nos encontramos con Roberto (José Mota), un publicista de lleva una vida agridulce. Tras haber sido el creador del famoso slogan mencionado al comienzo, ahora es un ser anónimo en su medio y está desempleado hace un par de años. La situación no puede ser más desesperanzadora para él y su esposa (Salma Hayek), quienes, entre besos, se animan elaborando sueños imaginarios que realizarán si y solo si él logra conseguir un trabajo.Lo cierto es que las cosas no son nada fáciles para él, que ya se ha convertido en un hombre mayor que nadie parece recordar, mucho menos reconocer como el creador de la fabulosa idea de ‘la chispa de la vida’. Gracias a él se enriquecieron muchos y otros se instalaron en las cumbres de un medio tan inmediato como ingrato, en las grandes firmas de las agencias publicitarias desde donde a nadie parece interesarle mirar para atrás, mucho menos para abajo. Así, Alex de la Iglesia nos introduce en la vida de Roberto, quien con sus hojas de vida en la mano, busca un nuevo trabajo que le permita sacar adelante a su familia y cumplirle a su esposa el sueño de llevarla de nuevo al mismo lugar donde estuvieron en su luna de miel. Él es un hombre que no se derrumba. Al menos no de dientes para afuera. Por dentro bien puede ir la procesión, la angustia de vivir del subsidio del gobierno hace dos años, de no poder darle a su familia lo que desea, pero por fuera muestra otra cosa. Sonríe y canta, da su mejor cara y se muestra optimista. Al menos eso es lo que aparenta y como una medida de supervivencia se aferra a la gloria de su pasado, esforzándose por recordarles a todos quién fue y quien podría llegar a ser. Arte como protestaDe esta manera arranca ‘La chispa de la vida’, una película con la que Alex de la Iglesia pone el dedo en la llaga de la crisis económica española, mostrando sin adornos los estragos humanos que esto puede generar. Y es que allí es donde el director parece haber centrado su mirada y sus esfuerzos. En exponer al máximo la falta de humanidad de los hombres cuando de echarse la mano se trata. Aquí abundan los individuos sin principios, sujetos acomodados en su puesto que no quieren incomodarse, que prefieren hacerse los de la vista corta con tal de no poner en riesgo su confort. O algo mucho peor, que no dudan en pasar por encima de la dignidad del otro cuando de lucrarse se trate. Una critica directa que de la Iglesia hace a la España de hoy, la que está habitada por seres que saben defenderse cuando de cuidar un puesto se trata. Por eso Roberto solo recibe rechazos, y en su afán de aferrarse un poco a la vida regresa a aquel viejo hotel donde él y su esposa pasaron la luna de miel, pero el lugar ya no existe. España se derrumba ante sus ojos y su suerte parece estar echada. Su destino cambia por completo y no de la manera en que él lo esperaba. Esto es algo que se le da bastante bien a de la Iglesia, quien siempre se ha esforzado por contar historias que nos sacudan de alguna manera. Una forma particular de ver la vida y de liberarse de aquello que tanto le incomoda, bien de los individuos, bien de su país. Tal como lo vimos con personajes ambiciosos y sin escrúpulos en ‘El crimen perfecto’ (2004) y en analizar momentos históricos particulares, como lo hizo con ‘Balada triste de trompeta’ (2010) o como lo hace ahora con ‘La chispa de la vida’. Para esto, Alex de la Iglesia no se plantea grandes retos cinematográficos. Él es, más bien, de esos directores que apuestan por la historia y por una puesta en escena particular, más de estilo teatral. Él es un gran generador de historias originales, llenas de giros sorprendentes e interesantes. Un director al que le gusta mantener al espectador el borde de la silla, sin poder adivinar cuál será el desenlace. Y es que en sus historias cualquier cosa puede pasar. De ahí que ‘la chispa de la vida’ sea una de esas películas sin grandes apuestas visuales ni de efectos como bien lo han sido algunas de sus producciones anteriores. En esta el esfuerzo está concentrado en el desarrollo dramático de una historia que cada vez se complica más. La destreza dramática de Alex de la Iglesia es una de sus constantes y da cuenta de ella en sus películas, construidas con situaciones desconcertantes que le permiten mudarse de un género a otro. Y por eso no debería sorprendernos, por ejemplo, que una película que empiece como una comedia pronto se revista de crudeza y termine convertida en una farsa en la que la ironía y la ligereza se entrelazan. En sus películas nada es lo que parece. Por eso ‘La chispa de la vida’ tiene ese agridulce sabor de la vida, que da pero quita, quita pero da. Se trata de un universo en el que cada quien se aferra a lo único que puede, a la esperanza, a la vida, al dinero, o al amor.

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