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Historias de héroes anónimos del Petronio Álvarez, que comparten sus sueños

Una cantadora ancestral, una cocinera que rescata sus raíces, una diseñadora que reivindica su raza y un músico enfermo de nostalgia, son protagonistas de estas micro historias que revelan lo mejor de la cultura del Pacífico: su gente.

17 de agosto de 2014 Por: Redacción de El País

Una cantadora ancestral, una cocinera que rescata sus raíces, una diseñadora que reivindica su raza y un músico enfermo de nostalgia, son protagonistas de estas micro historias que revelan lo mejor de la cultura del Pacífico: su gente.

Detrás de la marimba el cununo o el gausá, de los currulaos abozaos o alabados, del seviche o el arroz con camarones que hacen palpable la cultura pacífica que se da cita en el Festival Petronio Álvarez, está lo esencial. La gente.Recorrer la ciudadela Petronio Álvarez, el epicentro de este gran certamen ubicado en las canchas de la Unidad Panamericana, es una oportunidad de conocer pequeñas y grandes historias de esas personas que con su vida cotidiana sostienen el andamiaje sobre el cual se levanta nuestra identidad cultural. Son héroes anónimos a quienes jamás le haremos un monumento, a pesar de que sin ellos no podríamos si quiera levantar un pañuelo al viento cuando suena un tambor, porque no entenderíamos ese código que hace vibrar el alma y el corazón cuando las raíces llaman. Testimonios de una cantadora tradicional, una diseñadora que crea para combatir el racismo, una cocinera que recupera la tradición y un músico enfermo de nostalgia.A la modaTambién en la ciudadela Petronio Álvarez la moda está presente. Allí está el pabellón de Amparo Arrechea, diseñadora artesana, con sus conjuntos de telas vaporosas y camisas de corte africano. Pero el producto estrella de esta creadora de Santander de Quilichao, son sus muñecas negras. “Quiero que la gente las conozca porque en los almacenes no se ven muñecas negras”, dice. Las muñecas están elaboradas en tela y son parte de la lucha contra el racismo que la comunidad afro desarrolla a través del arte y la cultura. Ella trabaja con miembros de la comunidad caucana y desarrollan productos artesanales que dan muestra de las culturas mestiza, indígena y afro.Nostalgia“Me llamo Freddy Venté Ocoró soy de Timbiquí, Cauca. Llegué a Cali cuando tenía 19 años. Hoy tengo 33 y hace diez años que no voy a mi tierra. En mi pueblo aprendí a tocar la marimba del maestro Justino Cuero Ocoró, pero al venir acá quedé aislado de la música. Ahora vendo seviche de camarón y jugo de chontaduro. Pero mi pasión es la música. Me gusta el folclor y componer mis propias canciones, pero uno puede tener el arte y no tener quién lo patrocine. Vine acá al Petronio a vender comida pero al ver a la gente tocando la marimba en un local, pedí que me dejaran tener una. Al tocarla sentí una gran pasión y felicidad. Fue como encontrar mis raíces. Cada nota me recuerda el lugar donde nací, soy afrodescendiente, usted sabe, me acordé de cuando era chinga (niño). No es difícil tocarla. Hay que hacerlo como cuando uno está con una mujer y la esta atrayendo apasionadamante, lo mismo requiere este instrumento, dedicación y tiempo”.Tradición vivaOriunda de Iscuandé, Nariño, un poblado que está a más de 16 horas de distancia de Cali si se viaja por tierra y mar, María Basilia Estupiñán Condumí es una de las cantadoras más destacadas de su tierra. Vino como parte de la Red de Cantadoras del Pacífico, para vender unos deliciosos dulces hechos a base de guayaba, papaya y coco, en la muestra gastronómica y artesanal del Festival Petronio Álvarez. Mientras hace su labor en el pequeño local, de su voz nasal y aguda surge un canto ancestral: “Este niño está llorando / porque su madre se ha ido / Oílo como llora / el niño ururururú / llorará”. María Basilia bebió esta tradición de su padre, músico que tocaba y fabricaba marimbas y cununos y al cual acompañaba a las reuniones y ceremonias fúnebres para cantar durante una o más noches su repertorio casi infinito de alabados, canciones, chigualos o currulaos. “Es algo que en Iscuandé no se ha perdido. A cada momento me están llamando para que vaya a cantar a un velorio. Yo los tengo en la memoria, a veces se me olvidan, a veces no. Cuando llego a la casa mis nietos me preguntan: ‘Abuela, ¿usted cantó tal canción?’ y entonces yo les explico, así ellos aprenden la tradición”.365 antojosElaborar platos como sudado de camarón, encocado de jaiba, una cazuela o quebrado de pescado ahumado es el pan de cada día de Rosa González, cocinera tradicional de Barbacoas. Su sabiduría la heredó de sus abuelas y se ha dedicado a recopilar las recetas ancestrales del Litoral. “Si quisiéramos podríamos hacer un menú con un plato distinto cada día del año. Hay gente que nunca ha probado unos fríjoles con pescado ahumado”, asegura. Y usted, querido lector, ¿ya lo hizo?

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