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Fornier Ortiz, el bailarín caleño que conquistó a Finlandia

Este bailarín caleño, que vive en Finlandia, ha desarrollado su propio lenguaje corporal, el ‘Drop and twist’. Es uno de los invitados al VIII Festival Internacional de Ballet Incolballet, que se inicia el 1 de junio.

25 de mayo de 2014 Por: Ricardo Moncada Esquivel | Periodista de El País

Este bailarín caleño, que vive en Finlandia, ha desarrollado su propio lenguaje corporal, el ‘Drop and twist’. Es uno de los invitados al VIII Festival Internacional de Ballet Incolballet, que se inicia el 1 de junio.

Todo buen hijo regresa a casa. Por estos días ese refrán parece estar rondando en la cabeza del bailarín y coreógrafo caleño Fornier Ortiz, actualmente radicado en Helsinki, Finlandia, y quien regresará a Cali tras ocho años de ausencia y 16 de no pisar los escenarios donde comenzó su carrera, para hacer parte del Octavo Festival Internacional de Ballet Incolballet.Graduado en 1993 de esta escuela, tras hacer parte del Ballet de Cali, Fornier ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Europa, en países como Francia, Holanda y Alemania, en donde hizo un postgrado en danza moderna en la Universidad Folkwang, escuela fundada por la legendaria bailarina Pina Bausch.En el Viejo Continente, este caleño ha tenido la oportunidad de trabajar con coreógrafos de la talla de Ismael Ivo, Juan Kruz Díaz de Garaio, Malou Airaudo, Satu Tuomisto, Gabriella Maiorino, Carmen Werner, Gabrielle Staiger, Morgan Nardi, Mark Sieczkarek, Ilona Pászthy, entre otros.Su viaje a Europa ha sido el resultado de su búsqueda de identidad como bailarín, una identidad que ha tenido como principal motor el deseo de libertad para expresarse en el escenario sin ataduras ni convencionalismos.Una exploración que lo llevó a descubrir su propio lenguaje denominado por Ortiz como ‘Drop and twist’. Se trata de una forma de expresión basada en la flexibilidad de la espina dorsal en la que el cuerpo se desliza, gira y se traspone a nivel del suelo. Y la difunde a través de talleres en diversos centros de formación de danza de Europa.Al otro lado de la línea telefónica, desde la lejana Helsinki, donde trabaja actualmente y vive con su esposa y sus dos hijos, el bailarín y coreógrafo comienza a hacer un viaje en el tiempo para recordar sus orígenes.Fornier nació en 1976 y creció en el Oriente de Cali, donde vivió una infancia feliz como un chico de barrio cualquiera. La única diferencia es que en su casa, su hermano mayor, Juan Carlos Peñuela, quien hoy en día es un reconocido maestro y coreógrafo radicado en Estados Unidos, se la pasaba practicando los ejercicios que aprendía en Incolballet, donde realizaba sus estudios.Por eso no fue extraño para él cuando, a la edad de 9 años, su mamá le propuso que se matriculara en dicha escuela, aunque no tenía claro de qué se trataba eso de bailar.Sin embargo, Fornier reconoce que haber estudiado en Incolballet marcó su vida. “Allí no solo me formé como bailarín clásico, también de allí surgió parte de lo que soy como persona. Son muchos los maestros a los que llevo en el corazón, porque me ayudaron a crecer como artista y somo ser humano, porque me aportaron principios y valores, que luego me permitieron tomar decisiones que cambiaron mi visión de la danza”, dijo.Comienza el viajeCuando se graduó en 1993 Fornier tenía apenas 17 años y, como cualquier adolescente, su vida estaba llena de interrogantes y dudas existenciales. Pero pronto la vida misma le fue entregando pistas que lo fueron conduciendo a descubrir quién era como bailarín.Por ejemplo, en 1994 fue seleccionado para viajar a Francia y realizar un taller de danza contemporánea en el Centro Nacional Coreográfico de Angers. “Cuando llegué allí me sentí Colón descubriendo a América. Yo venía de una formación de danza clásica, la cual respeto profundamente, pero allí supe de la danza contemporánea, un lenguaje distinto del cual me enamoré, porque por medio de él sentí que podía expresar lo que soy; que me daba la posibilidad de tener total libertad para expresarme con mi cuerpo. Mientras que en el ballet clásico a ti te indican cada movimiento que debes hacer, por que así fue establecido hace dos siglos atrás”. De regreso en Cali, mientras hacía parte del Ballet de Cali, Fornier participó en diversos proyectos enfocados en la danza contemporánea, como el Proyecto El Puente, dirigido por el bailarín y coreógrafo Álvaro Restrepo y Marie-France Delieuvin, un intercambio entre bailarines colombianos y franceses que devino en un espectáculo que giró por varios escenarios dentro y fuera del país.Luego llegaron otros maestros como Dominique Dupuy e Ivan Favier, coreógrafo que dirigió el montaje ‘L’intuition de l’invisible’, que en el verano de 1998 lo llevó nuevamente hasta Francia.Esas experiencias fueron fortaleciendo las alas del bailarín que buscaba su libertad creativa, como cuando una vez el maestro Favier le hizo traer una obra de arte. Ortiz se presentó con una copia de ‘Las señoritas de Avignon’ de Picasso. Favier le propuso que improvisara un baile a partir de las impresiones que esa obra le causaba. “Improvisar era una palabra que no existía en mi lenguaje. Entonces fue como tirarme al agua y ese fue un gran aprendizaje, entender que si no me atrevo a ir en busca de lo desconocido no me voy a dar cuenta qué pasará después y eso es lo que he venido haciendo los últimos 20 años”.Luego de trabajar un tiempo en Cartagena, junto a Álvaro Restrepo, su mirada se enfocó nuevamente a Europa. Animado por unos amigos decidió irse para Alemania a probar suerte. Fornier no sabía nada de lo que pasaba en materia de danza en ese país, pero en uno de esos giros que da la vida, se encontró frente a las puertas de la Universidad Folkwang, la misma en la que la legendaria bailarina alemana Pina Bausch, pionera de la danza teatro, forjó su propia escuela. Volando bajo

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