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"Escribo con el corazón", Gabriel García Márquez

El 21 de marzo de 1996 el periodista Luis Cañón, entonces Editor del Área Informativa de El País, publicó una extensa entrevista al escritor Gabriel García Márquez. El premio Nobel hizo un recorrido por su obra y desentrañó algunos secretos de los orígenes de su literatura.

10 de diciembre de 2012 Por: Luis Cañón M.

El 21 de marzo de 1996 el periodista Luis Cañón, entonces Editor del Área Informativa de El País, publicó una extensa entrevista al escritor Gabriel García Márquez. El premio Nobel hizo un recorrido por su obra y desentrañó algunos secretos de los orígenes de su literatura.

Gabriel García Márquez, el más leído escritor del mundo contemporáneo, desanda sus propios pasos en esta conversación con el diario El País, en la que mira de atrás hacia delante la historia de sus libros, de sus fantasmas literarios, del origen de las imágenes que sus millones de lectores guardan en su memoria. Palabras, bellas palabras.Maestro, ¿qué piensa usted ahora de sus libros, cuando sabe bien que cualquiera de ellos tiene lectores en el planeta entero? ¿cuando recuerda esos días difíciles del comienzo en los que eso no ocurría?Ha sido una especie de proceso, en el que el primer sorprendido he sido yo mismo. La explosión fue con ‘Cien años de soledad’. Pero antes yo tenía ya cinco libros escritos y no tenía esa noción de éxito. ‘El coronel no tiene quién le escriba’ se editó en México y de él se vendieron 70 ejemplares. Pero, ¿cómo vivía usted esa situación? ¿Cómo asimila el hecho de que de un libro tan bello, calificado como “El Quijote de América Latina”, apenas si vende 70 ejemplares?Ese libro ahora me gusta mucho. Pero cuando lo escribí estaba muy insatisfecho porque como yo lo tenía, era como una parte de un todo. Yo tuve, a partir de un momento, casi desde el principio, la idea de escribir el libro en el que sucediera todo. De manera que por falta de ambición no se me puede criticar. Y traté de empezarlo y de pronto me encontré que estaba perdido, totalmente perdido. Pero vi una cosa importante: que yo todavía no era capaz de escribirlo. No tenía todavía ni la experiencia ni los conocimientos culturales y técnicos para meterme en semejante rollo. Entonces, se me enredaron los personajes y los temas. De lo que tenía aislé partes que tenían una unidad y así salió ‘La mala hora’.Luego, puse aparte todas las otras historias que estaban como descosidas, que son los cuentos de ‘Los funerales de la Mama Grande’. Y todavía había un estorbo que no me dejaba avanzar el libro y era la historia de este coronel.Que es de cierta manera la historia de su abuelo…No es la historia de mi abuelo. Pero parte del punto en que mi abuelo se murió siempre diciendo que no iba ver la jubilación. Cuando mi abuelo murió, la abuela siguió diciéndolo. Creo que inclusive llegó, pero era algo de una pensión o una cosa de estas. Entonces, ese libro lo saqué y fue el primero que escribí de todo ese maremágnum que tenía.¿Qué es lo que más quiere de ese libro, de ‘El Coronel’?Tiene una cosa importante: el libro es exactamente como yo quería que fuera porque, tú lo sabes perfectamente, hay un momento en que el libro queda echando pa’ un lado y un momento pa’ otro y tienes que mantenerlo, tienes que negociar con el libro. Y así sale más o menos una aproximación. Pero este era exactamente, letra por letra y palabra por palabra, lo que yo quería y en ese sentido fue un libro muy satisfactorio.¿Y no le duele esa injusticia inicial de los lectores?Mira, en esa época los escritores latinoamericanos tenían como sueño en su vida ser traducidos. Entonces, muchos casi escribían con ese fin. Yo nunca pensé en eso. El afán que tenía era poder contar este mundo en el que yo vivía; y yo me juzgaba era en la medida en que me aproximaba más o menos a poder contar ese mundo. No me importaba absolutamente nada el éxito con muchos de los lectores, sino más bien lo que les gustaba o no les gustaba a un grupo de mis amigos, que casi son los mismos de ahora. A ellos siempre les pareció que ‘El Coronel no tiene quien le escriba’ es un libro que iba a quedar. Cuando lo terminé, los originales se los mandé a Germán Vargas. No me contestó nada y de pronto vi publicado el libro en una revista. ¿Tú sabes cuál era el criterio en esa época? Qué verraco libro, qué verraca persona. Vamos a hacerle el gran favor de publicárselo. A mi me parecía eso perfectamente natural. Bueno, pero usted escribe ‘El Coronel’ y ahí sí emprende la gran aventura de ‘Cien años de soledad’…Sí, ese es verdaderamente un trauma y una gran fractura en mi vida. De pronto me encontré con que en ‘Cien años de soledad’, ese libro en que ocurría todo, lo que me faltaba era la forma de contarlo. Y me di cuenta de que la forma de contarlo era como cuentan las viejas, las abuelas, que te dicen las cosas más extraordinarias, pero con una cara de que es cierto, que tú te lo tienes que creer como sea. Así como contarlo en ‘Las mil y una noches’.Entonces me senté y lo escribí como yo quería, como creía que lo iba a hacer. Nunca tuve conciencia del salto que estaba dando con relación al anterior. Conciencia del salto de mi trabajo sí, que estaba escribiendo mucho más suelto, que estaba llegando mucho más lejos, diciendo más y sacando más de las tripas.¿Pero usted alcanzó a imaginar la respuesta que tendría esa primera edición que se vende como pan en las esquinas de Buenos Aires?Nunca pensé que iba a ser el libro que ha sido para nosotros. Tanto, que la Editorial Suramericana me escribió muy entusiasmada en 1967 y me dijeron que iban a hacer una edición de ocho mil ejemplares. Yo escribí una carta diciéndoles que estaban locos, que por qué no iban de poco en poco. Y salió el libro y me mandaron la carta diciendo ese libro se va a vender mucho, entonces como va a salir en mayo o junio, hemos echado ocho mil ejemplares para no estar repitiendo ediciones, para que alcance hasta diciembre o enero. Pero la primera edición se vendió en unos pocos días y siguen más y más las traducciones, la lectura en todo el mundo. Sin embargo, usted como que no quiere tanto ese libro. Algún día dijo que sólo volvió a leerlo, después de publicado, a bordo de un tren, cruzando el paisaje ruso y que creía que sólo 50 páginas eran preciosas, pero no más…No es exactamente eso. Puede que lo haya dicho así, puede que esté mal transcrito. No. La realidad es esta: no sólo con ese libro, sino con todos mis libros, no me atrevía a leerlos porque en el momento en que salen, los saco de mí y empiezo un nuevo libro. Yo me di cuenta de que son libros infinitamente corregibles y con el transcurso de los años me doy todavía más cuenta, uno va cambiando también. Lo que me sucedió con ‘Cien años de soledad’ fue eso. Para mí, en ese viaje, descubrí el libro.Pero usted quiere más ‘El otoño del patriarca’, es un libro que le implica un mayor esfuerzo, más años, más tiempo. Es otra visión mágica de la realidad, otra dimensión distinta a ‘Cien años de soledad’…‘El Otoño del patriarca’, desde el punto de vista del trabajo literario, si se quiere que use una palabra que no me luce a mí, como “proeza” literaria, barre con todos. Pero esto tiene su historia y tiene su razón de ser. A mí me costó mucho trabajo salir de ‘Cien años de soledad’, porque me di cuenta de que fue una explosión, jamás me lo imaginé.Me aterrorizó porque pensé qué clase de libro puedo escribir yo después de este, qué clase de libro voy a escribir, qué puedo hacer yo con esto. Y ‘tantié’ con unos cuentos que existen, tratando de buscar otro estilo. Una gran conciencia porque yo sabía que si en ese momento yo me sentaba a escribir otros ‘Cien años de soledad’, me salía también, pero era fácil, ya era hechizo. Entonces no era honesto ni pensé en hacerlo, porque sabía que así sucedería. Pero sabía también que la gente que había agarrado con ‘Cien años de soledad’, quería más ‘Cien años de soledad’. Entonces es como los huevos, este se fríe aquí y vamos para otra cosa. Así llegué a ‘El otoño del patriarca’.¿Y qué relación hay entre ‘El otoño del patriarca’ y ‘El General en su laberinto’? ¿Qué hilo misterioso los une?No creo eso, no creo que haya relación. Lo que pasa es que a mí —ahora lo tengo claro, pero al principio no— me interesa mucho el fenómeno del poder y del amor, y del poder como sustituto del amor.Pero también en el interludio del poder y el amor aparece la soledad…No. Es que (risas) tanto en el poder como en el amor el ingrediente mágico es la soledad. Entonces, el problema de ‘El otoño del patriarca’ era que necesitaba inclusive una sintaxis distinta porque si no era un relato infinito. Fue ahí donde comprendí mucho y me divirtió mucho todo el trabajo del lenguaje. Me divertí mucho y el día que me iba bien escribía un párrafo o media página. Tardé siete años escribiéndolo.Maestro, después hay un cambio. De la creación de un mundo de principio a fin usted salta a la novela histórica. ‘El general en su laberinto’ es un libro que estremece, que conmueve…La idea de ese libro podría ser que así ocurrió en la vida, pero que no debía ocurrir así en la literatura. Eso es muy bonito pero no es exacto. ‘El General en su laberinto’ es un reportaje, lo que pasa es que todo lo que no está documentado, es inventado, que es todo el viaje por el río Magdalena, porque él no escribió nunca en la vida sobre esto y da la casualidad que es un viaje que yo conozco mucho porque lo hice siempre durante todo el bachillerato y entonces me quedaba de papayita.Y usted vuelve y recrea ese mismo viaje en ‘El amor en los tiempos del cólera’...Sí. Tú sabes que con el paso del tiempo ese empieza a ser mi libro. El ‘Amor en los tiempos del cólera’ es el libro que está más cerca de mí.Pero usted va cambiando los afectos. Antes de ‘El amor en los tiempos del cólera’, usted quería mucho ‘El otoño del patriarca’.Sí, pero lo que ocurrió, para cultivar ese primer afecto, fue que yo terminé por desarrollar una especie de aversión por ‘Cien años de soledad’, por el miedo a que se comiera a los otros libros. Y testigos son todos los libros, porque en realidad yo sólo he escrito un libro.¿Y ese es el libro del amor o el del poder o el de la soledad?Bueno, son todos. Todos los que he hecho tienen esos ingredientes. ‘El otoño del patriarca’ es, de mis libros, el más estudiado a nivel académico, sobre todo en las universidades, en Estados Unidos; hacen de él tesis y estudios. Y ya está en su puesto, de modo que yo me alegré mucho. Pero ahora me gusta muchísimo ‘El amor en los tiempos del cólera’.Debe ser por la historia del amor de sus padres que usted recrea ahí. Es por eso, ¿cierto?El libro más autobiográfico de todos es ‘El otoño del patriarca’. Es decir, que yo llamo datos biográficos las reacciones de uno, los sentimientos, las manías, las tendencias, todo. No son los acontecimientos de la vida real sino en lo que se parecen en algunas cosas.¿Y cómo llegan esas imágenes, maestro, en un libro como ‘El otoño del patriarca’, que tiene tantas inolvidables, como la de esos dictadores juntos allá, en esa suerte de isla del fin del mundo?Todo tiene un punto de partida en la realidad. Yo estaba pasando unas vacaciones en la costa de Génova, en un verano, y pasé por una casa que me pareció preciosa. Algo enorme, que tenía una especie de amor por dentro, tenía un letrero que decía: “Casa de reposo: tiempo de mar” y estaban sentados atrás unos viejitos conversando. Esos son los recuerdos, de allí vienen.Y esa otra imagen, que es bellísima, de los niños encaramados en ese tren para arriba y para abajo escondidos. ¿De dónde nace esa imagen?Esa imagen es de una historia anterior, de una película. Viene de un libro de un polaco que se llama ‘La cruzada de los niños’. Si yo te voy contestando secretos, tú descubres que todos mis libros son plagiados de algo. Esa es la historia de unos niños que se van para escapar del Santo Sepulcro. La historia es bien interesante.Balzac terminó confundido en medio de ese inmenso universo de personajes que creó. ¿A usted a ratos no se le pierde un poco el recuerdo de personajes suyos, de sus situaciones?Tengo una estupenda memoria para mis trabajos, pero a costa del resto, porque no me acuerdo de nada ni las caras ni los nombres. Pero además hay casos de escritores, sobre todo de novelas, que han tenido que dejar de escribir porque se les sale de la mano el control del libro. Es que todo escritor debe saber qué edad tiene el personaje y cómo era cuando era así y cómo es en este momento, el otro que se fue, el que viene y el manejo del tiempo. Cuando la memoria se erosiona de verdad, ese control se pierde. Yo, por fortuna, todavía lo tengo, todavía trabajo sin notas.¿Dentro de un siglo su obra solo existirá en disquetes, en computadores, en pantallas, en Internet, ya lo están metiendo allá, qué piensa de eso?Con tal de que alguien se acuerde de una frase mía, yo bajaré tranquilo al sepulcro.¿Cómo hace para escribir al tiempo para los caleños, los vietnamitas, los suecos, los húngaros, los franceses, los chinos, todo el mundo?Escribo con el corazón.

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