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El teatro según las mujeres, un mundo que difiere de la dramaturgia tradicional

Con la publicación de una investigación titulada ‘El teatro femenino: una dramaturgia fronteriza’, Liliana Alzate da cuenta de lo que ha sido el papel de la mujer en el teatro colombiano de hoy y de siempre y ofrece pistas para entender su mundo, un mundo que difiere completamente de la puesta en escena tradicional. ¿De dónde vienen y para dónde van?

25 de febrero de 2013 Por: Por Juan Anrés Valencia | Especial para Gaceta

Con la publicación de una investigación titulada ‘El teatro femenino: una dramaturgia fronteriza’, Liliana Alzate da cuenta de lo que ha sido el papel de la mujer en el teatro colombiano de hoy y de siempre y ofrece pistas para entender su mundo, un mundo que difiere completamente de la puesta en escena tradicional. ¿De dónde vienen y para dónde van?

"Aunque las mujeres sí han hecho parte del teatro, nosotras hemos sido completamente invisibilizadas por los cánones tradicionales. Y eso que tuvimos a Sor Juana Inés de la Cruz, una de las mejores exponentes del Siglo de Oro español”, dice ella. El tono, que no es de resignación, es más bien de denuncia, o mejor de querer evidenciar una verdad, fiel a su formación que incluye la actuación, la dirección y la crítica teatrales, y varios talleres con grandes maestros de las artes escénicas en Brasil, Chile y España.Hace ocho años Liliana Alzate empezó a fisgonear lo que ha sucedido entre telones y se encontró con los rastros de varias dramaturgas que si bien no son eran conocidas, si contaban en su haber con aportes para hablar de una mirada singular y contestataria a los temas que tradicionalmente se han escenificado en los teatros colombianos. Esas miradas, cuenta ella, son periféricas y fronterizas: rodean el círculo central –donde reposan las ideas hegemónicas– y han enriquecido el lenguaje corporal.De ahí su interés por lo que las mujeres han hecho en este campo desde la segunda mitad del Siglo XX y que demuestra que su rol ha servido para algo más que entretener. Su participación ha sido tan importante que más allá de haber aportado en la construcción de conocimiento, han ofrecido reflexiones críticas sobre la cultura.A partir de su investigación, ¿cómo definiría el universo del teatro colombiano?Es un teatro que quiere salir de su caja negra y que ha demostrado un interés por la investigación. De ahí que se enfoque en escuelas, formaciones y grupos de creación colectiva. También es un teatro muy cercano a los gustos masivos, razón por la cual siempre está buscando un diálogo con el cine y la televisión.¿Y cómo es la mirada femenina dentro de ese teatro colombiano?Hay características que más que femeninas son universales y que tienen que ver con abordar temas desde afuera de los centros del poder, con una mirada que nace a partir del marginado, del vencido, y que se presta para contar el país desde otra perspectiva, pero guardando una enorme diversidad. Siendo su aporte tan valioso, ¿cómo es que ellas no son tan conocidas? ¿Acaso han sido tímidas para difundir sus obras?Al contrario, han sido y siguen siendo contestatarias. Incluso son dueñas de visiones muy particulares que alborotan. Y no solo sucede en el teatro, pasa en todas las artes y en la filosofía y en la política. Lo que pasa es que son miradas periféricas y como tales se demoran más para que el pensamiento les dé su lugar.¿Cuáles son las características de esas miradas periféricas?Son miradas que no están en el centro del poder que es donde reposan las ideas hegemónicas con una sola visión de la vida misma. Las miradas periféricas ven el centro desde muchos ángulos, lo cual también la convierte en una mirada fronteriza, porque la frontera no solo divide sino que comparte dos lados, el de adentro y el de afuera, entonces la mirada de la mujer se convierte en una mirada múltiple, experimental y alternativa, que le permite la horizontalidad de su pensamiento.¿Cómo evidencia esa mirada de la que tanto habla en su investigación?A través de tres obras de Beatriz Camargo, Carolina Vivas y Patricia Ariza, quienes son tres dramaturgas colombianas protagonistas del teatro contemporáneo y pertenecientes a escuelas distintas. La primera es reconocida mundialmente por recuperar los mitos y la tradición oral; la segunda es más política y utiliza la dramaturgia fragmentada para mostrar sus personajes desde su propio criollismo; y la tercera es más simbólica, más dada al performance callejero de gran impacto.¿Por qué decidió utilizar obras de dramaturgas activas y no las que hacen parte del legado histórico?La dramaturgia debe analizarse cuando está viva, el texto dramático y su representación no existen por sí solos, es el momento donde confluyen ambas cosas para entrar en contacto con el espectador lo que permite un estudio mejor al ser parte de ese acontecimiento. Además el hecho de analizar las obras de tres mujeres hacedoras de la época del nuevo teatro reivindica la necesidad de que la academia esté cerca de los procesos cuando ocurren. No es que no se deba investigar a los muertos, sino que es más importante tratar de leer el presente.¿Para qué sirve el teatro?Para vivir cuestionándose todo el tiempo, para mirarse desde adentro y desde afuera, y claro, también para jugar.

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