El cierre del Festival Ajazzgo fue un verdadero homenaje al amor y a la amistad gracias a Diego El Cigala, el ídolo flamenco que sabe reinventar como nadie los clásicos latinoamericanos.
Enfundado en un traje blanquísimo y ondeando su esponjosa melena, la noche del sábado, noche de Amor y Amistad, hizo su aparición en escena el cantaor flamenco Diego El Cigala.Difícil pensar en un mejor cierre para el Festival Ajazzgo, que durante una semana hizo desfilar por escenarios de Cali a estrellas mundiales del jazz y la música fusión y experimental como Michel Camilo, Giovanni Hidalgo, Andy Narell, Omara Portuondo, entre otros. En compañía del Trío España (Jaime Calabuch en el Piano, Yelsi Heredia en el Contrabajo y Sabu Suárez en la percusión), El Cigala subió al escenario con sed, y no solo de aplausos. Le trajeron una botella de agua, pero pidió algo más; le trajeron un vaso de agua, pero no pareció conforme; entonces le trajeron una copa de cristal... otra vez con agua. Él se tapó el rostro con sus manos enormes de gitano, adornadas de robustas joyas doradas, y estalló en una carcajada que contagió al público. Desapareció tras la cortina y retornó llevando en la mano un vaso de whiskey en las rocas. El público celebró frenético y alguien gritó: Maestro, beba ese suero. Ya entrado en calor, el ganador del Grammy dejó correr por su garganta famosas canciones a las que les aportó su inconfundible aire flameco: El día que me quieras, Las cuarenta, Alfonsina y el Mar, Soledad, Dos Gardenias, Bien pagá, Se me olvidó que te olvidé, entre otros grandes éxitos contenidos en Lágrimas negras, Picasso en mis ojos y Dos lágrimas. Desde Bogotá corrió el rumor de que su concierto allí fue serio, distante. Nada de eso se percibió en Cali, donde jugueteó galante con el público y aceptó los claveles rojos que le arrojaron. Sus manos fueron grandes protagonistas de su espectáculo. Son su sello. Con ellas marca el ritmo en palmas o puños sobre la madera, demostrando que todo él está hecho de ritmo y sudor, no de carne y hueso. Al bajar del escenario exclamó: Qué pedazo de concierto nos hemos jalao, y celebró hasta el amanecer su feliz paso por Cali.