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‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’, la nueva novela de Rushdie

Salman Rushdie pasó por Colombia para presentar su más reciente novela: ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’. GACETA estuvo con él, uno de los escritores vivos más importantes de la literatura y candidato al Nobel.

13 de diciembre de 2015 Por: Por Sergio Villamizar | Colprensa

Salman Rushdie pasó por Colombia para presentar su más reciente novela: ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’. GACETA estuvo con él, uno de los escritores vivos más importantes de la literatura y candidato al Nobel.

El día en que terminó la novela, esta aún no tenía título. Salman Rushdie confiesa que jamás le había ocurrido una situación similar, pero pronto pensó en ‘Las mil y una noches’, una historia clave dentro de esta historia, “un número hermoso”, aseguró, y contando cuántos días, meses y años tienen todas esas noches, llegó a ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’.

Pese a su prestigio, ser considerado uno de los escritores vivos más importantes de la literatura y para muchos, serio candidato al Premio Nobel de Literatura, su editorial en Estados Unidos no estuvo de acuerdo con el título por considerarlo demasiado extenso. Sin embargo, la decisión estaba tomada. “Era un hermoso número dentro de otro hermoso número. Además, cuando aparece el título, este se pega a la novela y si decides no hacerle caso, irás en contra de tu propia obra”.

Esa es una de las tantas maravillosas historias que el escritor nacido en Bombay pero de nacionalidad británica, Salman Rushdie, narró en su visita a Colombia, la cual duró al menos 72 horas, tiempo suficiente para atender a los medios de comunicación, presentarles su nueva novela a sus lectores y encontrarse con uno que otro amigo, además de otros escritores.

Con 68 años años de edad y cuatro matrimonios a cuestas, vive desde hace un buen tiempo en Nueva York, pues admite que no sólo es un hombre de ciudad, también que su literatura se nutre de las grandes metrópolis que ha habitado, desde su natal Bombay, su formación en Londres y el ser un habitante de la llamada Capital del Mundo.

“Es un  alivio volver a la novela. Hago periodismo, pero me volví escritor para inventarme historias. Tenía la necesidad de  volver a una ficción lo más irrealista posible. En la autobiografía hablo de lo que me ha sucedido, pero en 'Dos años, ocho meses y veintiocho noches', soy yo como artista”.

De ahí, el asedio que suele vivir cuando visita países como Colombia, donde sus lectores siempre quieren una firma en sus libros o una fotografía. Es algo pasajero, pues en Nueva York puede caminar con total tranquilidad, “nadie me detiene en la calle o en el subterráneo, porque es una ciudad tan grande e importante, que tiene a miles de personas más famosas que yo”.

Sus respuestas suelen tener siempre un toque de humor fino e inteligente, y más cuando habla sobre su forma y técnica de trabajo a la hora de escribir una novela, la misma a la cual le fue infiel para ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’, al decidir entregarse a la improvisación.

“Decidí escribirla como si saliera a recorrer Nueva York con la idea de llegar a cierto lugar, pero con la posibilidad de desviarme sin problema del camino detrás de una historia, una idea o un personaje, que quizás termine siendo importante, o tal vez, tan sólo me lleve a un callejón sin salida y sólo te quede dar la vuelta y buscar de nuevo el camino”.

Y aseguró: “Es poco práctica esa técnica, terminas con mucho material en la basura, pero al mismo tiempo te permite profundizar y conocer personajes que quizás sólo serían pasajeros, pero al conocerlos mejor, han ganado en valor y terminan nutriendo la historia”.

Cuando Rushdie habla de ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’, la define como una fábula, al contar con un lenguaje muy sencillo para relatar historias que se entrecruzan, con momentos profundos que van desde lo fantástico y legendario, para hablar de manera profunda de las diferentes realidades que se entrecruzan en la actualidad.

Sin ser muy consciente en ello, hace más de cuatro años empezó la escritura de esta novela, cuando el fanatismo religioso era conocido y muchas personas seguían siendo víctimas de él, pero no con la magnitud y el protagonismo que se vive hoy en día.

“En realidad pensé que al hablar del tema del fanatismo lo haría desde la metáfora, incluso pensando que sería algo exagerado y fue un tema en el cual me cuidé mucho, sin imaginar que ahora el Estado Islámico tendría el protagonismo mundial de hoy en día”.

Este año se cumplen cien años de la primera publicación de ‘La Metamorfosis’ de Franz Kafka, un libro al cual Salman siempre regresa, pero sólo en el proceso de escritura de ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’ se dio cuenta de la influencia de esta obra en su literatura propia.

“Kafka logra convencer al lector de la loca idea de que un hombre puede amanecer convertido en un insecto, como le sucede a Gregorio Samsa. Logra que esa idea de la transformación se torne seria y natural dentro de la historia. Es una de las claves y las aspiraciones de quienes nos dedicamos a crear historias, que sean mundos donde el lector siente que todo está hecho, que el escritor lo sabe todo y que todo es posible, por más fantástico e imaginativo que sea”.

Pero va más allá, analizando la situación y pensamiento del propio protagonista de la obra de Kafka, con un Samsa que sin los argumentos necesarios, está plenamente convencido que esa situación es temporal, que saldrá de ella para poder continuar su vida con normalidad. “Es como si tuviera una gripa”.

En ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’, la influencia kafkiana se encuentra en Jerónimo Meneses,  un hombre que se encarga de la jardinería, pero a través de la levitación y su contacto con la tierra, termina por encima de ella misma. Tan sólo una de las situaciones en las cuales el realismo se torna mágico, sin dejar de lado un matrimonio entre un viejo filósofo y un yinn, que es un ser de la mitología árabe. De dicha unión nace el gran prole, la cual da comienzo a esta fábula profunda que no deja de tener un fuerte tono de comedia. Pero ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’ tiene un significado mucho más profundo para el autor, quien venía de escribir una autobiografía y deseaba volver al género de la novela, la misma que le tomó casi tres años de escritura. “Es un gran alivio volver a la novela. Hago periodismo y no ficción, pero me volví escritor para inventarme las historias. No quería autobiografía para nada, siempre lo rechazaba pero luego mi vida se puso interesante, aunque admito que no es bueno que la vida del escritor sea interesante, para que se pueda dedicar a indagar sobre la vida de los demás. Tenía la necesidad de volver a la ficción en una ficción muy ficcionada, lo más irrealista posible. Siento que en la autobiografía hablo de lo que me ha sucedido, pero 'Dos años, ocho meses y veintiocho noches', soy yo como artista”. Versos incómodos Cuando se toca el tema de su libro ‘Los versos satánicos’ y las amenazas de muerte que recibió, al saber que el Ayatolá Jomeini lo condenaba a muerte hace 26 años, se siente la incomodidad de volver a tratarlo. Este libro fue considerado como una blasfemia contra el Islam y muchas de las cosas que esta religión representa, y por eso, su vida cambió radicalmente por los siguientes 13 años, no sólo por siempre estar escoltado por un escuadrón de policías, por sentir que en cualquier momento su vida podría terminar y no poder hacer las cosas tan sencillas en la vida, como salir a perderse en la ciudad para vivirla y esperar encontrar lo que una gran urbe podría ofrecerle. 
“No se siente nada bien saber que tu cabeza tiene precio, pero el ser humano tiene la capacidad de acostumbrarse. Cuando  se dejó a un lado la seguridad, igual me costó aprender a vivir de manera normal y recuperar mi cotidianidad”.
 “Tenía más protección que la reina Isabel”, afirmó con una sonrisa.  “No se siente nada bien saber que tu cabeza tiene precio, pero el ser humano tiene la capacidad de acostumbrarse y aprender a vivir así. Cuando eso pasó y se dejó a un lado la seguridad, igual me costó aprender a vivir de manera normal y recuperar mi cotidianidad”.Pero a lo que no terminó de acostumbrarse era el temor de los demás. Las personas que lo rodeaban, cuando se daban cuenta de quién era y que era amenazado por grupos extremistas, se incomodaban y él se daba cuenta cómo buscaban la manera de alejarse de él, temiendo por su propia vida. Si no recurre a las respuestas cortas, incluso con monosílabos, busca la manera de salir del tema a través de momentos o situaciones mucho más agradables, como su amor por el Totthenham, equipo de gran popularidad en el norte de Londres con una sufrida hinchada que goza cada vez que logran un cupo al torneos europeos. También su amistad con Bono y la historia de cómo, sin buscarlo, terminó escribiendo una canción para U2, que suelen dedicarle cada vez que la interpretan en sus conciertos. Pero también su clara influencia del “realismo mágico” y del escritor colombiano Gabriel García Márquez, a quien no tuvo la oportunidad de conocer en persona. “Algo que lamento es no haberlo conocido en persona. Una vez en México lo llamé pero estaba en Cuba. Fue Carlos Fuentes quien me puso en contacto vía telefónica y hablamos más de una hora. Un poco en español, mucho en francés y poco inglés, porque no le gustaba. Además tuvimos correspondencia en la cual yo lo invitaba a los festivales y él se negaba. Algunas piezas de esa correspondencia hacen parte del archivo adquirido por la universidad de Texas”.

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