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Crónica: Óscar Murillo, el pintor vallecaucano que sorprendió en Londres

Óscar Murillo, el vallecaucano que vendió un cuadro en Londres por más de $700 millones, visitó su natal La Paila con el dinero que ganó.

10 de julio de 2013 Por: Luis Gerardo Castro Castañeda | Corresponsal de El País en Roldanillo

Óscar Murillo, el vallecaucano que vendió un cuadro en Londres por más de $700 millones, visitó su natal La Paila con el dinero que ganó.

Cuando el pasado 3 de julio se supo que un pintor oriundo de La Paila, llamado Óscar Murillo, había vendido en la casa de subastas londinense Christie’s su obra ‘Sin título’ (2011) por $756 millones, quise buscar a gente que lo conociera en ese corregimiento de Zarzal, pues él vive en Londres con su familia. Llegué a La Paila a las 11:00 a.m. y me dirigí a la casa de la cultura, donde me atendió María Helena Vásquez, coordinadora de la entidad: “Precisamente, estaba mirando la noticia que sacó El País sobre el pintor”, me contestó apenas le dije a qué iba. Y de inmediato me soltó la ‘bomba’: “Él está aquí, pues vino a las fiestas y se quedó”.A la sorpresa siguió la emoción, pues me hubiera conformado con entrevistar a sus conocidos. La funcionaria me dio las indicaciones para llegar a la casa donde podría estar el artista de 28 años, y guiado por María Zenaida Mosquera, vendedora de chance que conoce a todos los paileños, nos dirigimos a la residencia.Caminamos cuatro cuadras y llegamos a un estrecho callejón en el cual los niños juegan fútbol. Tocamos la puerta de una casa blanca de dos plantas y en menos de un minuto se asomó al balcón un joven pecoso, moreno, con cachucha blanca que ocultaba su ensortijado cabello. Vestía ropa deportiva.“Óscar, lo buscan”, le dijo Zenaida. “¿Quién es?”, preguntó el muchacho. “Es un periodista que quiere entrevistarlo”, explicó la chancera. “¿Es usted el pintor Óscar Murillo?”, pregunté. El cuello me dolía de tanto mirar hacia arriba y el sol me daba en la cara, encandilándome.“Sí, pero estoy comiendo”, respondió con tono impaciente. “Tranquilo, lo espero, porque no sabía que usted estaba en La Paila. Por eso no me anuncié”, le dije.“Esa es la idea, que no se supiera. Pero termino de comer y hablamos. Voy a la Casa de la Cultura en una hora” y entró azotando la puerta del balcón. En la entrada de la casa había amarradas dos bicicletas de carreras. María Zenaida dijo que el artista las usa para andar por La Paila con amigos de infancia.De regreso en la Casa de la Cultura, le conté a la coordinadora que el pintor vendría en una hora y ella se animó: “Muy rico, para que los niños que están aprendiendo a pintar lo conozcan y compartan”. Mientras aguardaba, algunas personas me contaron que mientras vivió en el corregimiento, Murillo fue un niño normal que jugaba en la calle y ayudaba en obras de construcción. Fue llevado a Londres cuando contaba 11 años, en 1996. El tiempo se había detenido. Los minutos que habían pasado parecían horas y los que faltaban sumaban una eternidad. Mientras, me enteré de que los padres del pintor se dedican a labores domésticas en Londres y él también las hizo para costear sus estudios de bellas artes. Cuando se decidió a ser pintor, adoptó el apellido de su madre, Virgelina Murillo. Ya habían pasado 45 minutos. Alisté la grabadora y la cámara, porque sentía inminente la llegada del personaje. Entre tanto, seguí averiguando por su vida: “Es un joven muy tranquilo, muy sencillo. De muchacho no se le veía nada de nada”, dice uno de sus paisanos, aludiendo a que no insinuaba dotes artísticas.“Era muy pequeño cuando se fue a Londres y ahora es un gran pintor. Lo bueno es que no olvida a su pueblo, añade María Zenaida Mosquera.“Cuando viene es amable con la gente, pero con la prensa no lo es tanto”, dijo Mauricio Aristizábal periodista de Caracol Radio Sevilla, quien ya conocía a Murillo.Un anciano que estaba resguardándose del calor en la sombra de los árboles del parque, auguró que el artista “es otro Rayo”, pero no quiso dar su nombre. Parece que en La Paila todos conocen a Óscar, en especial en el barrio La Gorgona, donde viven algunos parientes, y en Villa del Sol, donde pasó su niñez.Ya eran las 4:30 p.m. y presentía que el joven maestro Murillo me había dejado esperando. Regresé a su casa y unos niños me dijeron que “él salió a trotar hace rato”. En la Casa de la Cultura los chicos también estaban decepcionados. Regresé frustrado a Roldanillo y al día siguiente llamó la coordinadora de cultura de La Paila a decirme: “El artista no quería entrevistas, sino estar tranquilo. Me dijo que le diera el correo electrónico y le tomé dos fotos para que usted las use”. Le envié el cuestionario, pero nunca respondió.“Cuando los artistas están comenzando son inseguros, sobre todo si no tienen nada qué decir. Por eso prefieren que les escriban y ellos consultan con alguien las respuestas”, explicó el crítico de arte Miguel González.

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