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Buenaventura vista desde el lente de un extranjero

La realidad que retrata ‘Manos sucias’ — la vida de un puerto que se debate desde hace años entre la esperanza y la miseria— siempre había estado ahí, a la espera de ser contada. Quien lo entendió no fue un colombiano, sino un joven neoyorquino que convirtió un viaje de mochilero en una de las películas más auténticas sobre el Pacífico colombiano.

26 de octubre de 2014 Por: Lucy Lorena Libreros | Periodista de GACETA

La realidad que retrata ‘Manos sucias’ — la vida de un puerto que se debate desde hace años entre la esperanza y la miseria— siempre había estado ahí, a la espera de ser contada. Quien lo entendió no fue un colombiano, sino un joven neoyorquino que convirtió un viaje de mochilero en una de las películas más auténticas sobre el Pacífico colombiano.

Mientras volaba camino a Nueva York, esa tarde de 2010, Josef Kubota Wladyka sentía cómo se deshacía entre las manos su primera película. ¿Cómo mostraría, acaso, esa sórdida realidad de violencia, drogas y bandas criminales que había conocido en Buenaventura en las voces de cantores y pescadores? ¿Cómo carajos iba a narrar la absurda sobrevivencia en esos barrios de palafito y miseria que él recorrió varios meses y a los que no ingresa la Policía por puro temor? ¿Cómo contar, pues, una historia ligada al narcotráfico sin que terminara convertida en otra película más sobre mafiosos? Se lo confesó a Spike Lee, célebre director y uno de sus maestros de la Universidad de Nueva York, en donde Josef estaba a punto de terminar su carrera como cineasta. Le expresó su temor a Alen Blanco, su coguionista y compañero de clase. Se lo había mencionado incluso, antes de su partida, a los propios porteños con los que había practicado su escaso español, mientras tomaba notas e investigaba lo que pretendía llevar a la gran pantalla.Con ellos, con los habitantes de Buenaventura, Josef hizo lo que más disfruta desde niño, esos días en que su mamá lo llevaba a ver películas de Roman Polanski: conversar largamente con seres anónimos, con la gente del común, de las esquinas, de los parques. Lo dice su amigo colombiano Orlando Cardozo, un barranquillero que fue “como su voz” durante el rodaje de esa, su primera película. El hombre que en el Puerto les traducía a actores, productores y técnicos lo que ese muchacho de Vans y gorra beisbolera —con más pinta de artista de ‘breack dance’ que de director de cine— quería ver delante de su cámara. Porque Josef finalmente se decidió a grabar. La motivación que le hacía falta la encontró en su bandeja de correo donde en varios mensajes provenientes de nuestro país, había un solo clamor: “Haz la película, Josef, aquí en Colombia nadie más la hará”.Entonces comenzó a pulir el guion. “Lo que yo quiero hacer”, pensó, “no es una película sobre narcotráfico. Buscaba era la historia universal de dos jóvenes enfrentados al destino de saberse hermanos por culpa del narcotráfico, que es distinto. Yo no quería contar una historia de capos. Entendí que lo que a mí me interesó desde la primera vez que me senté a conversar con un pescador en Tumaco era hacer una película sobre las víctimas que deja el tráfico de drogas”. La explicación la hizo al otro lado de un teléfono, desde un hotel en Bogotá, por los días en que ‘Manos sucias’, como se llama su ópera prima, se estrenó en las salas de Cine de Colombia. El joven nacido en Nueva York —de madre japonesa y padre polaco— habla un español a media marcha, pero lo suficientemente claro como para evocar con nitidez la génesis de todo. El encuentro con ese pescador sucedió en 2007 cuando Josef, en compañía de un amigo de infancia, emprendió durante un verano, mochila al hombro, un recorrido por varios países de Suramérica. Por entonces tenía 26 años, una curiosidad insaciable y la experiencia de cinco cortos rodados durante su carrera en dirección de cine. A su paso por Colombia, conoció municipios de la costa caucana y durante algunas noches pernoctó en Tumaco.En las tardes recuerda que salía a caminar por las playas de El Morro. Algunos lo prevenían pues por ese entonces el principal puerto de la costa nariñense vivía sus días más pedregosos con apagones permanentes, homicidios y toques de queda.Sentado entonces, por ahí, comenzó a escuchar pacientemente “historias impresionantes” de pescadores, mujeres y jóvenes sin destino que caían en el narcotráfico por necesidad. Porque no había trabajo. Ni estudio. Ni comida en la casa. Todo eso ocurría en el mar, le contaron. Todo eso dejaba muertos, viudas y huérfanos a su paso. Todo eso involucraba a guerrilleros, “a los que simplemente me describieron como gente de izquierda” y a paramilitares “que eran los del bando contrario. Y, en medio de esos grupos, la gente sin oportunidades. Porque muchos me contaron también que el Estado los ha tenido olvidados por décadas”.De regreso a Estados Unidos, comenzó a intuir que aquello no había sido simplemente un viaje de amigos aventureros, sino la punta de lanza de una película no contada. Tres años más tarde, se vio de nuevo en Colombia y con ayuda de Kelly —una estudiante de la Universidad del Valle que sabía hablar perfecto inglés y a la que había conocido en su viaje — comenzó otro recorrido y una extensa investigación.De nuevo preguntó. De nuevo escuchó. Fue casi una labor de antropólogo, como asegura Miranda Torres, productora de ‘Manos sucias’. “Y en medio de esa búsqueda meticulosa de información fue que se dio cuenta de que el centro del Pacífico, su principal puerto y el escenario de la cruda realidad que él quería mostrar era Buenaventura”. Lo que siguió después fue la creación de un guion basado en una historia real, una de tantas que escuchó: la de dos chicos, Jacobo y Delio, que por culpa del tráfico de drogas descubren que son hermanos y terminan emprendiendo, mar adentro —haciéndose pasar por pescadores para persuadir a las autoridades— un viaje intimidante por las aguas del Pacífico para entregar una carga de 100 kilos de cocaína en un punto de coordenadas misteriosas. Desde allí —luego lo sabrán— la droga llegará a Panamá. Josef se lo mostró a su maestro Spike Lee y este no solo se convirtió en el productor ejecutivo de este proyecto, sino que lo benefició con una beca de su fundación Malcom X para que el joven neoyorquino consiguiera los recursos necesarios para financiar su película.El rodaje, que se dio con las productoras El Colectivo, de Colombia, y Dirty Hands, de Estados Unidos, comenzó en julio de 2013. Duró cerca de dos meses y en el mismo trabajaron 170 porteños entre actores, productores, asistentes y personal técnico. Josef y su equipo se metieron a barrios como El Jardín, uno de los más pobres y azotado por las Bacrim. Una zona laberíntica de palafitos a los que la Policía no se atreve a entrar. Pero hasta allá llegaba Josef, “el chino gringo”, como comenzaron a llamarlo, por sus ojos negros y rasgados. No le importó meterse en terrenos vedados para las autoridades. Le importaba más ganarse a la comunidad y hacerse entender en su precario español para ganarse su confianza. Por eso se dio a la tarea de hacer con ellos un taller de cortometraje “con cámaras de celulares” para que ellos aprendieran qué era eso de contar una historia. Qué era eso qué él hacía en sus barrios.El 80 por ciento de las grabaciones se hicieron en el mar. “Y eso habla bien de Josef como director. A pesar de su juventud es un director muy exigente, perfeccionista, pero cuyo estilo no es el de imponerse, sino el de permitir que todos aporten”, asegura Mirlanda.Para Orlando Cardozo, quien terminó en la producción de ‘Manos sucias’ por su trabajo como intérprete y profesor de español desde hace 12 años en Nueva York, el principal reto de Josef Kubota fue trabajar con “actores que nunca se habían enfrentado a las cámaras y muchos otros que eran naturales”.Los primeros castings, cuenta Orlando, los hizo vía Skype y después en Cali y Buenaventura, donde existe un programa de arte dramático de la Universidad del Valle. “Como eran muchachos que apenas estaban aprendiendo —sobre todo en el caso de Jarlim Martínez y Cristian Advíncula, los protagonistas— se equivocaban con frecuencia, pero él les tenía una paciencia infinita hasta que ellos lograban dar con eso que él necesitaba para cada una de las escenas. Lo hizo porque desde que escribió el guion buscaba una película lo más natural posible”.Hoy, ya en Nueva York, Josef Kubota se parece bastante a cualquier joven de la Gran Manzana: sale a caminar por el Central Park con sus amigos, a jugar básquet y a seguir con fervor los partidos de la NBA de los New York Knicks. Ya su película se quedó con el primer lugar en la categoría de narrativa, en el apartado Spotlight, del Festival de Cine de Tribeca, en Nueva York. Superó a otras doce, en las que figuraban 'Chef', con Sofía Vergara y John Leguízamo, y 'Boulevard', con Robin Williams.Debe ser porque, más que una película, se trata de una de los retratos más auténticos y honestos sobre el Pacífico colombiano. Sus dramas, sus ríos, su mar pendenciero, sus miserias, su cultura. ‘Manos sucias’ celebra el currulao, la salsa choque, las ‘brujitas’ que recorren a San Cipriano, la muerte y la vida. Todo eso que siempre ha estado ahí, que siempre hemos visto, pero al que solo vinimos a enfrentarnos gracias a que a un muchachito de Vans y gorra deportiva se le metió en la cabeza que valía la pena contarlo.

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