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Antes de llegar al divorcio, ¿qué hacer para salvar la relación?

Historias de parejas que, tras vivir una intensa crisis, lograron sacar su relación a flote y hoy viven felices. Estar dispuestos al cambio, perdonar y amar, son algunos de los antídotos.

29 de marzo de 2015 Por: Redacción de El País

Historias de parejas que, tras vivir una intensa crisis, lograron sacar su relación a flote y hoy viven felices. Estar dispuestos al cambio, perdonar y amar, son algunos de los antídotos.

[[nid:407141;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2015/03/parejas-3q245.jpg;left;{Lo que usted no logre superar con su pareja actual, no lo va a superar con una nueva.Archivo de El País.}]]

Una crisis  no es algo que surja de la noche de la mañana; sin embargo, el no   sentirse bien con la pareja  puede hacer que, en un instante, todo lo que se ha edificado colapse.

Problemas de infidelidad, dificultades económicas, no entenderse en ciertos aspectos de la sexualidad, tener diferencias en la crianza de los hijos y cómo  se enfrenta esto cuando los dos trabajan, hacen parte de la lista de situaciones que, de no ser atendidas, ponen a la pareja en la cuerda floja.  

“Las crisis no se dan por uno solo, se dan por situaciones que los dos provocaron u  omitieron. Y siempre, cuando se quiere salir de ella  hay que identificar cuál fue el florero de Llorente que la motivó”, señala Aurelio Chamorro, asesor de familias del grupo ‘Jesús salva a mi familia’. 

La sicóloga Gloria Hurtado opina que “una crisis no necesariamente significa separación, todo depende de lo que tengas construído,  de la estructura que tenga la pareja, de si hay hijos, de los objetivos y lo que espera cada uno de la vida.  Pero  el desamor y el maltrato físico, el desinterés y la apatía sí hacen que se acabe”.

Agrega que situaciones como saber que el otro es homosexual, en muchas ocasiones es aceptado y hay quienes deciden seguir conviviendo; mientras que la enfermedad de un hijo puede fortalecer a la pareja o incluso hacer que se separe. 

Aunque muchos ven la crisis como una oportunidad para  aprender, quien toman la  decisión de comprometerse con la resurrección de la misma “debe pedir claramente qué necesita del otro para recibir el impulso, la motivación para el cambio. Y también dar a nuestra pareja lo que nos ha pedido amorosamente y mantener nuestra mente en los aspectos positivos de la relación y en el sentido de permanecer juntos”, señala Chiquinquirá Blandón, directora de la Clínica del Amor.

Agrega  que “hay que mantener la atención diariamente en hacer feliz a nuestra pareja, en perdonarle sus errores y darle gracias por hacer realidad el sueño de haber resucitado”.

"Lo que nos enamoró, nos separó"Olga y Arturo llevan 25 años de casados. Entre el segundo y el séptimo año de matrimonio nada fue color de rosa y llegaron al límite del divorcio. Cuenta Olga que se enamoró de Arturo porque “ví en él cosas que yo no tenía. Yo  hablo mucho, me expreso con facilidad y  él es más calmado, sensato y tranquilo. Él vio en mí, la alegría, la facilidad, la imprudencia que él no tenía. Pero  lo que nos enamoró empezó a ser un conflicto: él empezó a ser demasiado callado y yo, según él,  empecé a hablar más, a hablar  duro y eso ya no le gustó. Y a mí no me gustaba que ya fuera demasiado sensato, cortante en sus conceptos, demasiado  tranquilo y me provocaba a veces sacudirlo. Eso nos empezó a distanciar”.   Arturo   se refugió en pasar más tiempo con su familia, los amigos y compañeros de trabajo; y Olga se dedicó a trabajar y a  viajar más. “Se fue perdiendo ese afán de estar juntos. Todo se nos volvía discusión, nos exigíamos cambios pero dábamos un paso adelante y retrocedíamos cuatro. Llegamos a  ofendernos y a herirnos”.   Estar separados durante dos meses  “nos puso a pensar, con cabeza fría ¿será que no fuimos capaces?”.  Pero  buscaron soluciones: él con un sacerdote y ella con un sicólogo. “Cada uno buscaba un árbitro que le diera le razón”. Y en el proceso, decidieron acudir a un encuentro matrimonial y ahí reconocieron que la raíz de todo era un problema de comunicación. “Reconocimos que el amor estaba allí y que nos amamos”. Arrimados, en  casa de los papás Juan Carlos y Ximena llevaban 9 años juntos con las crisis normales de un  matrimonio, hasta que un día ambos  se quedaron sin  empleo y se vieron obligados a vivir en la casa de los abuelos de sus hijos, un niño de 8 años y una niña de 12 años, y  arrinconarse todos  en un mismo cuarto. Tuvieron que sacarlos del Colegio Bolívar, donde estudiaban, y pasarlos a uno más económico. Según su terapeuta, “eso desgasta mucho una relación, no tanto la crisis económica sino los cambios que suceden. Los niños exigen y entre más mayorcitos exigen más. Se presenta  una situación de vergüenza para todos por tener que reducir su espacio y dejar que su familia los ayudara. Eso  golpea mucho la autoestima y el orgullo de las personas”.  Juan Carlos y Ximena se recriminaban mucho entre ellos. Él le decía “tú eres una derrochadora”, y ella lo acusaba de no haber tolerado lo suficiente a su jefe, para mantener el trabajo. Al ir a terapia les recomendaron dejar de agredirse y de culparse, y aprender a entender que el amor no se tiene que afectar por lo económico. Ese tipo de crisis desgasta  mucho a  las parejas porque les  cambia el panorama y pone a tambalear la relación. Ellos  ya habían pasado por malos momentos, pero nunca tan fuertes como esa crisis.  Tuvieron que replantear su  forma de vida, sus gastos, pero  consiguieron empleo y empezaron de nuevo. La apatía sexualAl consultorio de las psicólogas consultadas por El País llegan frecuentemente casos de esposas que se quejan de hombres con una impotencia sexual severa, motivo suficiente para exigir un divorcio. Un caso interesante fue el de Enrique, quien tenía un problema de testosterona muy fuerte y por consiguiente una apatía y una pasividad muy grandes. Y aunque él, como muchos, se escudaba en  culpar a la mujer diciéndole “es que lo único que te importa es el sexo”, aceptó someterse a una terapia que incluyó hormonas y la relación mejoró. El caso de las mujeres con anorgasmia, disfunción sexual que se caracteriza por la inhibición recurrente y persistente del orgasmo, manifestada por su ausencia tras una fase de excitación normal, es más complicado de manejar para los hombres, según las terapeutas, y deriva en el final de la pareja. “No solo es la parte sexual, sino su actitud  la que cambia. Se torna frustrada, amargada y el hombre se aburre”, explican los psicólogos.

 

Adiós crisis 

Aurelio Chamorro, consejero de parejas del grupo ‘Jesús salva a mi familia’ y la  sicóloga Chiquinquirá Blandón brindan estas pautas: 

 Romper el silencio:  Hay que hablar sobre el estado actual de la relación.  ¿Cómo se sienten? ¿Qué los tiene insatisfechos?  ¿Qué no han podido perdonar o aceptar el uno del otro?   Trabajar en uno mismo:  Entender que cada uno tiene una parte. No mire para el frente, mírese a sí mismo. Revise sus errores, acéptelos y tome la decisión de amar.Cambie de actitud frente a los hechos:  Revise sus comportamientos y  hábitos dentro de las justas proporciones. Decida si está comprometido, si quiere seguir o no. Comuníquese mejor: No le tire basura a su pareja, evite ironías e indirectas. Hablen  de los buenos momentos de la relación: Hay  que reconocer los aspectos positivos que han conservado, los valores, las buenas acciones del uno por el otro y reencontrar el sentido profundo que los unió en un principio y ahora les anima a permanecer juntos.Sane sus propias heridas:  Trabaje el perdón y auto perdón para reconciliarse con su historia familiar particular. No alimente rencores.Perdónense de corazón mutuamente:  Por  aquellos momentos en que se hirieron, se abandonaron cuando más se necesitaron, se traicionaron o defraudaron.No luchen por el poder:  Establezcan roles para distribuir las cargas. Digan: “Estamos juntos. Somos  equipo”. Mantener la atención diariamente:  En hacer feliz a nuestra pareja, en perdonarle sus errores y darle gracias por hacer realidad el sueño de haber resucitado. No se acostumbre a las discusiones:  Procure ponerse en los zapatos del otro, evite irse a la cama enfadado. Nadie sabe qué pasará al día siguiente. Busque ayuda:  debe ser alguien ajeno a la relación como un sacerdote, un terapeuta  o grupos de apoyo para parejas.

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