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Águeda Pizarro, el alma del pintor Ómar Rayo

Rayo y Águeda empezaron a salir y de esa manera la joven de 22 años entró en contacto con artistas como Fernando Botero, Rodolfo Abularach.

24 de febrero de 2013 Por: Redacción de El País

Rayo y Águeda empezaron a salir y de esa manera la joven de 22 años entró en contacto con artistas como Fernando Botero, Rodolfo Abularach.

"Conocí a Rayo en Nueva York, porque él salía con una amiga mía que había sido compañera de colegio. Ella era muy díscola, pues no hacía lo correcto y se iba a un bar adonde iba Omar (con acento en la a, como lo pronuncia), en una época en que eso no se hacía”, desgrana Águeda Pizarro sus recuerdos. Corría 1963 y el pintor le llevaba a la joven neoyorquina casi 14 años de edad. Ya en ese entonces hacía sus estudios universitarios.La conducta de su compañera escandalizaba a Águeda, quien había tomado una decisión de vida: “Después de la muerte de mi papá en enero de 1956, yo quería ser perfecta en su homenaje, pero mis amigas trataban de sonsacarme para que yo hiciera lo que ellas”, pero la hija de don Miguel no se dejó... por un tiempo.El derrumbe del propósito fue lento y empezó cuando un día cualquiera la ‘perfecta’ se dejó convencer de ir a una exposición de Rayo. “Me fascinó su obra. Tenía expuestos los ‘Intaglios eróticos’, que me encantaron. Luego fui a otra exposición en una galería cerca de mi casa, y así empecé a acercarme a Omar”, cuenta. Ya en ese entonces el pintor de Roldanillo era un artista de trayectoria, con gran reconocimiento en América Latina, le habían aceptado grabados en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y se codeaba con los grandes de México.Águeda describe al hombre que acababa de conocer: “Además, era un hombre inmensamente atractivo y misterioso, porque desdeñaba un poquito el inglés. De modo que siempre había una señora cerca que le traducía”, sonríe como insinuando que le prestaba otros servicios. Rayo iba a las fiestas que organizaba doña Graziana en su residencia, “reuniones que eran espectaculares, y Omar se sentaba en un rincón, desde donde lo miraba todo con esos ojos grandes que tenía. No se levantaba, porque hasta allá le llegaba todo. Conseguía lo que quería, sin ningún esfuerzo”, sentencia. Sin embargo, no volvió a verlo en muchos meses, pues Águeda respetaba la relación que el artista tenía con su amiga. Pero Rayo vivía cerca de la universidad donde la hija del poeta estudiaba, y “un día me vio en la calle, se acercó y me invitó a cenar... y ya” (ríe). ¿Cómo hizo para atravesarse en la relación de su amiga? “Me desperfeccioné” (cierra los ojos, echa la cabeza para atrás y sonríe, sin añadir más). “Muchos años después, poco antes de morir, hablé del tema con ella y me dijo: ‘Ah, yo tenía otros novios, no te preocupes”.Rayo y Águeda empezaron a salir y de esa manera la joven de 22 años entró en contacto con artistas como Fernando Botero, Rodolfo Abularach “y un grupo muy interesante de intelectuales latinoamericanos. También empecé a ir al bar”, admite. Y adiós sueño de perfección, aunque después honró la memoria de su padre publicando sus versos. “Aunque yo creo que durante esos años se perdió mucha cosa”, refiriéndose a poemas inéditos.Como se estilaba entonces, Águeda se fue de la casa en 1968 a vivir en un apartamentico “que compartíamos por tiempos, pues Omar tenía su estudio, de modo que estábamos juntos y separados. Así fue durante varios años”.En sus conversaciones él le hablaba de Colombia y le daba libros de literatura latinoamericana: “Gracias a él leí ‘Pedro Páramo’ y ‘Cien años de soledad”, cuenta la otrora novia.Y añade: “En ese momento yo estaba haciendo un doctorado en francés y por Omar me interesé más en la literatura latinoamericana”.Entonces afloró la poesía que corría por las venas de la hija del amigo de García Lorca, y hasta entonces no se había manifestado: “Mis primeros poemas fueron cartas que le escribí y él me propuso convertirlas en poesías”.El polo a tierra de la relación era Graziana, la suegra rumana del pintor de Roldanillo: “A mi mamá le parecía muy bello Omar y le gustaban sus obras, pero le hacía la guerra. Me decía ‘él no te quiere’ y lo llamaba ‘ese boliviano’. Al mismo tiempo, podía ser encantadora con él y se sentaban a conversar de arte y de cultura”.Águeda piensa hoy que “Omar asumió mejor el papel de yerno que mi mamá el de suegra. A él le encantaba mi madre, le parecía bellísima y muy culta”, porque hablaba rumano, magyar, alemán, francés y español, “con un acento bellísimo”.Al mismo tiempo, Rayo también decía que Graziana era prima hermana de Drácula, porque había nacido en Transilvania. “La de ellos dos fue una relación de amor y odio”, sentencia Águeda.Aunque despotricaba de ella, Rayo compró el apartamento en que su suegra vivía de alquiler y lo puso a nombre de ella.

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