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Sabía que Santiago ya no iba a estar protegido dentro de mi, sino que es otro nuevo ser que se viene a exponer, que apenas se va a adaptar a este momento”. | Foto: Especial para El País

Valentía: historia del valor de dar a luz en plena pandemia

El nacimiento de más de 1.024 bebés en Cali durante la emergencia sanitaria por Covid-19 ha llenado de esperanza y alegría a las mamás, familiares y doctores. Cuatro mujeres cuentan cómo fue su proceso de parto. Ginecólogos explican los estrictos protocolos.

3 de mayo de 2020 Por: Leidy Tatiana Oliveros Múnera, reportera de El País

Un milagro. Así es la vida. Aunque todos los días nacen bebés, en medio de esta emergencia sanitaria por el Covid-19, cada nacimiento representa una ilusión, una esperanza no solo para la mamá, sino para la familia, el equipo médico, para el mundo.

En Cali, 488 niñas y 536 niños, han nacido entre el 11 de marzo y el 28 de abril, convirtiéndose así en el milagro que hace que brote la alegría en medio de la crisis.

El proceso de parto nunca ha sido fácil. Así lo aseguran las mamás que lo han vivido, pero parir en esta época, es aún más difícil, pues la mayoría de las veces en ese duro proceso pueden tener la compañía de su esposo, mamá o familiar, quienes permanecen a su lado animándolas, dándole fuerzas; pero ahora, por el virus, el parto deben vivirlo solas: ellas, el bebé y el equipo médico.

En todo el parto deben usar tapaboca, lo cual, en medio del dolor por las contracciones, dificulta la respiración. Sin embargo, nada les quita la fuerza y ese aliento de continuar para finalmente dar a luz a ese pequeño (a) que llega a conocer el mundo.

Este es el relato Verónica, María Isabel, Faisury y Rosmary que en medio de la emergencia sanitaria que agita al planeta vivieron su proceso de alumbramiento, una de ellas con sospecha de ser Covid-19. También descubra cómo lo afrontan quienes permiten que la criatura nazca: los ginecólogos.

Teniendo un hijo en la soledad 

Verónica no pensaba en tener hijos y menos parir en medio de una emergencia sanitaria como la que se está viviendo por Covid-19.
Ella era consciente de que el proceso de parto le iba a causar mucho dolor, pero “creo que fue traumático y duro por lo que tocó vivirlo en esta época; iba mentalizada que mi esposo estaría conmigo, que me iba a acompañar, pero cuando llegamos a la clínica nos dijeron que por el virus solo podía entrar la paciente”, relata.

Dice que la noticia fue fuerte para ella, “porque uno se imagina muchas cosas, pero no que me iba a tocar sola”, sin embargo, ese coraje de las madres la hizo continuar.

Con los fuertes dolores de las contracciones, ingresó a urgencias. “Me tocó entrar con la pañalera y la carpeta con los papeles y hacer todos los trámites sola; me tocó estar con tapabocas y al tiempo hacer ejercicios de respiración. Era muy incómodo”, señala.

Durante la madrugada del 10 de abril, Verónica se la pasó caminando por toda la sala de maternas para poder dilatar más rápido.
Cuenta que el proceso de parto no fue nada fácil, le aplicaron un medicamento para generar las contracciones; en el momento del alumbramiento los doctores le ayudaron para que el pequeño saliera de su barriguita.

A las 3:16 p.m. Samuel Agudelo Varón llegó a este mundo, pesó 3454 gramos y midió 50 centímetros.

Una vez nacido lo pusieron sobre su abdomen por 20 segundos. El niño no lloraba, “el doctor me decía ‘el bebé está ahí, siéntalo’”, y cuando le cortaron el cordón umbilical, Samuel le dio su saludo al mundo con un esperado y anhelado llanto.

“Lloró y lloró, pero era un llanto suavecito, y la doctora me decía: ‘mamá háblele para ver si se calma’ y le hablé y fue sorprendente, inmediatamente se calmó, no lloró más. Fue como si reconocería la voz de la mamá. Eso en realidad es un momento que solo la persona que lo vive lo puede describir”, cuenta la mujer de 31 años.

Verónica dice que, pese a la pandemia, no estaba atemorizada por el proceso de parto, “estaba muy positiva y mentalizada de tener a mi bebé normal y que era un dolor por el que tenía que pasar, pero no que iba a sufrir tanto, fueron casi dos días de demasiado dolor, aunque nada se compara cuando ya nace y el bebé lo mira a uno, eso es un momento indescriptible”, afirma con alegría.

Esta valiente caleña considera que “es bastante complejo tener un bebé en estos tiempos, pero gracias a Dios nació bien y ya estamos recuperados los dos”, expresa Verónica, quien revela que no pensaba tener hijos. “Tuve dos veces en mis manos órdenes para operarme, pero no pude (...) y mire dos años después: tuve mi bebé y creo que nunca me hubiera perdonado haberme hecho operar sin vivir esta experiencia tan bonita que es ser mamá”.

Un tour por el norte del Valle para poder nacer

El nacimiento de Santiago fue toda una travesía. El pasado 21 abril María Isabel, a las 9:00 p.m., tuvo ruptura de membrana en su casa, el pequeño en sus 39 semanas, ya estaba listo para conocer un nuevo mundo.

Ella y su esposo se dirigieron al hospital en el municipio de la Victoria, Valle, donde residen, pero fue remitida a otro centro médico, ya que no había un ginecólogo que la atendiera.

Al llegar al hospital, el cuello uterino de María Isabel estaba dilatado en 2 cms. A la 1:00 a.m., la ansiosa mamá, quien es auxiliar de enfermería, permanecía en observación con líquidos y monitoreo constante. Su EPS no la había remitido. Las contracciones aumentaban. Cuando estaba en 8 cms de dilatación pujó pero el bebé no descendía. “Ahí me generó más temor, porque no quería salir”, recuerda.

Entonces empezó una carrera contrarreloj. En una ambulancia salió María Isabel “a tocar puertas de hospitales dónde la pudieran recibir”, continúa.

El hospital de Roldanillo y Zarzal habían anunciado que no tenían ginecólogo. Una opción era una clínica en Cartago, a 40 minutos de distancia. En el camino el deseo de pujar era mayor. “Pensaba: ¡Mi bebé va a nacer en una ambulancia!”, relata María Isabel, quien le pedía a Dios poder llegar a un hospital .

Finalmente arribó a un centro médico en Cartago, la bajaron de la ambulancia, pero tampoco tenían ginecólogo, por lo tanto tuvieron que continuar el recorrido hacia Pereira. El dolor y la tribulación aumentaban.

En una sala de partos de una clínica en Pereira - a una hora y media de su casa- nació por fin Santiago a las 3:30 a.m. el miércoles 22 de abril. En este periplo no pudo estar su esposo, de hecho, conoció a su hijo por una foto que María Isabel le envió al finalizar el parto. “Fue memorable, pensaba que todo sería normal, sé que duele, pero saber que se tienen que tomar más medidas, es un poco más traumático”, cuenta esta enfermera que debió recorrer en ambulancia el norte del Valle con sus dolores para dar a luz a su segundo hijo. Finalmente nació en Risaralda. Al siguiente día, Santiago pudo conocer a su papá, cuando les dieron de alta de la clínica y regresaron a casa, en La Victoria, lugar donde se sienten tranquilos, pues al cierre de esta edición aún no se reportaban casos por Covid-19.

La angustia de parir cuando se es sospechosa de tener coronavirus

La tos y el ritmo cardíaco acelerado de Faisury Rodríguez mientras estaba en su proceso de parto, hizo sospechar a los médicos de que tenía riesgo de estar infectada con el temible Covid-19.

De inmediato, todo el equipo médico de la Clínica Versalles, donde fue atendida, se alistó con su traje de ‘astronauta’ para atender este caso. “Se asustaron y sacaron a las pacientes que estaban en la sala de partos y la descontaminaron; estaban con máscara, doble tapabocas, guantes, trajes antifluidos, y yo tenía mi tapabocas también”, recuerda la mujer de 29 de años.

Todo transcurrió el lunes 27 de abril cuando Faisury dio a luz a su amado Killian, a quien solo pudo sentirlo en su abdomen y verlo llorar por algunos minutos.

“Me lo pusieron en el abdomen un momentico y se lo llevaron a vestir, no tuve mucha oportunidad de hablar con él, de mirarlo, ante la duda había que proteger su salud ”, cuenta.

Tras el parto, la trasladaron a una cápsula transparente y la ubicaron en la Unidad de Cuidados Intensivos El niño estaba en otra área de aislamiento. A ambos le practicaron exámenes, especialmente a ella, le hicieron la prueba de Covid-19, pues el médico quería descartar que “fuera una simple tos”.

Dos días después la pasaron a hospitalización en piso, “la prueba salió negativa gracias a Dios y ahora estamos esperando que aprueben la hospitalización en casa para poder irme y seguir con control por cinco días más”, indica la mujer.

Al pequeño Killian, el jueves pasado le dieron de alta, y ella, aún en el hospital, solo espera llegar a casa y abrazarlo, aunque admite que todavía no sabe cómo va a reaccionar al verlo, pues se siente “algo frustrada porque yo quería estar con mi niño y no he podido, esto me mantiene baja de nota”, afirma Faisury, quien cuenta los minutos para poder ver a su pequeño que por ahora solo ha podido ver a través de fotos y videos que le han compartido.

Un llanto lleno de esperanza

21 abril. 7:29 p.m. Rosmary Padilla Mosquera dio vida a Mariangel. Esta pequeña más bien le devolvió la vida y esperanza a ella, su mamá.

Rosmary, desde días antes estaba ansiosa no solo por conocer a su bebé, sino por saber cómo sería aquél día. “Pensaba: que mi bebé nazca en la madrugaba y que al otro día me den de alta temprano”, pues le daba susto tener a su hija en una clínica que tiene pacientes positivos con Covid-19, y la preguntaba que siempre rondaba por su cabeza: “¿Cómo será el día que me den los dolores?”

El día llegó y no fue como lo imaginó. Las contracciones le empezaron en la madrugada del 21 de abril. Desde las 3:00 a.m. caminó por su casa hasta las 6:00 a.m., cuando decidió ir a la clínica en compañía de su madre.

A las 7:00 a.m. Rosmary ingresó a urgencias, donde le hicieron preguntas de rutina para saber si podía ser paciente Covid-19 o sospechosa. “Gracias a Dios, siempre estuve en casa y me cuidé”, dice.

Ingresó sola a la clínica, su mamá se quedó afuera con las maletas.

A las 8:00 a.m. cuando la revisaron estaba en 3 cms de dilatación y le dan la noticia: ¡Empezaste en labor de parto! La trasladaron a la sala de partos, que estaba al otro lado de la calle, en el trayecto logró ver a su mamá e informarle que ya estaba en el proceso. Eran las 8:30 a.m. “Desde esa hora mi mamá se desconecta de mí, me pasaron a un cubículo sola”, relata esta caleña, quien anhelaba tener a su lado a su madre para que la apoyara en todo este difícil proceso, pero no lo logró. Tuvo, en cambio, la compañía de diez mujeres más que estaban en su misma situación. “Escuchaba que gritaban, lloraban, llamaban a la mamá, pero yo estaba más tranquila”, comenta.

A la 1:00 p.m. Rosmary tenía 6 cms de dilatación, a las 4:00 de la tarde estaba en 8 y a las 6:30 p.m. el doctor le avisó que ya estaba en 10 de dilatación. Ahí su cerebro entendió que había llegado el momento de dar a luz, pero por los nervios, y además porque no había comido nada durante el día, su cuerpo se sentía débil; se lo dijo al médico: “Estoy débil, ya no tengo fuerzas, y me dijo: ‘Te toca pujar, ¡Ya estás lista!’”.

No sabe dónde sacó las fuerzas, pero cuando el doctor le dijo: “La niña está en la mitad, ¿la vas a dejar ahí?”, Rosmary con el último aire que le quedaba dio el último pujo y la cabeza de Mariangel se asomó. Cuando la pequeña descansó sobre su pecho, el gozo y alegría que sintió en el corazón no lo puede explicar en palabras.

“La sensación es de felicidad plena de saber que lo logramos”, expresa.

Ese mismo día, a las 8:00 p.m., Mariangel conoció a la abuela a la distancia, desde el marco de la puerta, “Mi mamá pasó a sala de espera y le dijeron que se quedara en la puerta. Ni siquiera pudo decirme hola, ni tomarme la mano, solo tomó una foto”, dice. Sin embargo, la sonrisa de su mamá le dio paz, aunque tenían tapabocas, la expresión de sus cachetes delató su sonrisa y felicidad.

Al otro día, les dieron de alta, pero su salida se tardó porque habían dado un código rojo, lo cual indicaba que estaban ingresando o sacando una persona con Covid-19, y por lo tanto nadie podía salir de esa sala. “Se cerraban todas las puertas”, explica.

Finalmente, egresó de la clínica y a las afuera se encontró con su mamá.
22 abril. 2:00 p.m. Rosmary disfrutaba ya en casa con su pequeña. Mariangel llenó un vacío que tenía por la separación de su esposo. Es madre soltera; la pequeña renovó sus fuerzas para seguir en medio de la pandemia.

La odisea de atender partos en tiempos del Covid-19

Atender partos en tiempos de pandemia es un oficio difícil y de riesgo. Así lo aseguran quienes realizan la labor: ginecólogos, pediatras, jefes y auxiliares de enfermería, y aunque en ocasiones genera miedo, cada vez que finalizan un parto es inevitable no dejar de sonreír.

“Siempre es de mucha alegría cuando la paciente llega a 10 de dilatación, solo que en esta época de coronavirus, pues llegar a 10 significa que para nosotros empieza mayor exposición al virus, porque ellas pujan y botan goticas que nos pueden contaminar, pero las atendemos con agrado. Cuando ya nace el bebé y lo ponemos sobre su barriga conectado al cordón umbilical de ella, realmente es muy gratificante. En el momento del parto nos olvidamos de este virus que ha causado tantas muertes. Dios nos da fortaleza para seguir en nuestra labor”, afirma Constanza Ponce, gineco obstetra del Hospital San Juan de Dios.

La atención de los partos ha cambiado para poder cumplir con los lineamientos que se han establecido en busca de proteger a la mamá, bebé, y todo el equipo médico. “Hoy no se permite la entrada de un acompañante, tratando de disminuir el número de personas que puedan estar en un recinto cerrado (...) trabajamos bajo todas las normas de protección, el parto y la cesárea tienen riesgo de producir aerosoles -líquidos del cuerpo- por la vía aérea, hay una serie de fluidos que incrementan el riesgo de transmisión”, explica Darío Alberto Santacruz, coordinador de ginecología de la Clínica Versalles y presidente de la Sociedad Colombiana de Perinatología.

Es por esto que, actualmente, los partos se realizan “bajo una normatividad de elementos de protección personal con traje de bata antifluidos, con doble guantes, mascarilla N95 (para las pacientes sospechosos o positivos con Covid-19), monogafas, careta, como si fuéramos unos astronautas. Esto no solo por la protección del personal de salud sino de la misma paciente y de todo el entorno”, asevera el ginecólogo Santacruz, quien resalta que a pesar del virus, los nacimientos no paran: por ejemplo, en la Clínica Versalles atienden entre 650 y 700 nacimientos mensuales. Durante este tiempo han desembarazado cuatro pacientes Covid-19 positiva.

Cuidados para las recientes mamás

  • En la medida de lo posible mamá e hijo deben permanecer en su casa, salir solo cuando sea estrictamente necesario y siempre utilizar tapabocas.
  • Usar tapaboca si un familiar con el que viva deba salir constantemente de casa.
  • Evitar las visitas en la vivienda.
  • En el caso de las embarazadas, si presenta algún síntoma diferente al de su embarazo, es decir, dolor de garganta, fiebre, dificultad respiratoria, debe acudir a las líneas telefónicas de la EPS, Secretaría de Salud o al servicio de urgencias.

El recién nacido de una mamá Covid-19

De acuerdo con el perinatólogo Dario Alberto Santacruz, para las embarazadas positivas con Covid-19 no se ha logrado documentar que la paciente pase la infección a través de la placenta a su hijo en útero.
Hay niños recién nacidos que han dado positivo, pero la infección se dio después del nacimiento, es decir, por el contacto con su madre.
A través de la leche materna no se transmite el virus.

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