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El inmunólogo estadounidense James Allison junto a la científica Diana Bonilla

La investigadora caleña que trabaja con el reciente Nobel de Medicina

Diana Bonilla es bacterióloga y desde hace varios años hace parte de un grupo de investigación de James Allison, doctor que creó la inmunoterapia, tratamiento que mejora la calidad de vida de las personas con cáncer, el cual le permitió obtener el importante galardón.

21 de abril de 2019 Por: Leidy Tatiana Oliveros Múnera, reportera de El País

Una apasionada por estudiar e investigar el funcionamiento del cuerpo humano a nivel microscópico. Así es Diana Lucía Bonilla Escobar, una caleña bacterióloga especializada en citometría, técnica que permite medir el número de células de una muestra.

Precisamente, la experiencia en este campo la ha llevado a hacer parte del equipo de trabajo del nobel de Medicina 2018, el doctor James P. Allison, creador de la primera inmunoterapia contra el cáncer y de un fármaco que combate la enfermedad atacando directamente las células malignas sin destruir las sanas.

Hace 14 años, esta bacterióloga egresada de la Universidad del Valle, enamorada del área de la investigación quiso continuar su preparación académica, esta vez por fuera del país.

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En Texas, EE.UU., estudió un doctorado con énfasis en inmunología en la Universidad de Texas A&M, luego hizo un posdoctorado en el Colegio de Medicina de Baylor y más adelante, realizó una especialización en citometría acreditada por la Asociación de Patología de Estados Unidos.
“Citometría es una de las herramientas tecnológicas que permite medir las diferentes características de las células, y es muy utilizada en inmunología, entre otros casos”, precisa.

Como Diana ya llevaba varios años conociendo y trabajando con esta tecnología, esto le permitió ingresar al Centro de Cáncer del Hospital MD Anderson, asociado a la Universidad de Texas y catalogado como el número uno en cuidado de cáncer en EE.UU.

En este hospital, en el que se hace investigación, diagnóstico, tratamiento y prevención en cáncer, empezó a trabajar en 2013, “en uno de los grupos de investigación que controla toda la evaluación celular, prestando servicios a diferentes investigadores y ayudándoles con sus proyectos”, detalla la caleña.

Después de estar un año y medio en el MDAnderson, la contrataron para integrar uno de los dos grupos de investigación del inmunólogo estadounidense James Allison, a quien ella admira por su carrera científica y los alcances que han tenido sus investigaciones. Esta oportunidad de trabajo se le presentó gracias a que “tenía bastante experiencia en evaluación celular”, asegura.

“Uno de los grupos de investigación que está en cabeza de Allison necesitaba a alguien que coordinara las evaluaciones celulares en los ensayos químicos que hacen con pacientes de cáncer que están recibiendo inmunoterapia, entonces me contrataron como coordinadora del área de citometría, me encargaba de esas evaluaciones celulares en muestras de pacientes que reciben el tratamiento”, explica la científica.

La inmunoterapia frente al cáncer, anota Diana, es una serie o un conjunto de tratamientos que permiten que el sistema inmune logre reconocer mejor el cáncer o destruirlo directamente. Hay muchos tipos de tratamientos dentro del grupo de inmunoterapia, uno de esos es un fármaco.

“Después de varios estudios que hizo James Allison en ratones y luego en humanos, en el 2012 la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos en EE.UU.), aprobó el primer fármaco oncológico que hace que las defensas de una persona ataquen a las células de un tumor con control para no destruir las células buenas; el medicamento había mostrado una gran efectividad en pacientes, pero no a todos les funcionaba”, añade.

Precisamente, para desarrollar esta indagación, contrataron a Diana. “El grupo para el que yo trabajo se crea a raíz de eso, las drogas no siempre funcionan y necesitaban una respuesta: por qué no siempre funcionan, tal vez es porque las células de todos los pacientes no siempre son iguales. Se tenía que investigar para saber en qué células funcionarían y en cuáles no, esto para predecir la respuesta al tratamiento antes de que el paciente se someta a uno durante un año. La idea del grupo es evaluar esa respuesta inmune para ver si hay diferencia entre los pacientes que responden y los que no”, argumenta.

Desde el 2015, Diana y su equipo se encargan de realizan todos esos ensayos químicos, toman células de los pacientes que reciben inmunoterapia y observan cómo es su respuesta inmune para ver si hay algún marcador que pueda ayudar a predecir si un paciente va a responder o no al tratamiento.

“Todo este proceso es muy emocionante porque la mayoría de los ensayos clínicos que tenemos son de pacientes que tienen enfermedad metastásica, o para personas para los cuales no hay ninguna otra opción de tratamiento. Es motivante que pacientes que no tenían ninguna otra opción puedan tener una opción de vida”, dice Diana.

Asimismo, cuenta que en los ensayos clínicos se puede ver que no funciona en muchas personas, pero “aunque funcione en uno o en un porcentaje de pacientes ya es satisfactorio para el grupo y para ellos mismos”, expresa con emoción.

Actualmente, Diana no solo coordina la parte de citometría sino que hace los monitoreos inmunes en los ensayos clínicos.

Hacer parte de este grupo es todo un privilegio para Diana, pues “la institución no solo tiene buenos recursos económicos, sino que los grandes investigadores y médicos oncólogos están en la institución”, destaca.

Entre tanto, afirma que fue emocionante darse cuenta de que su jefe James Allison se había llevado el Nobel de Medicina 2018. “Nosotros contamos con la suerte de ser parte de su grupo actual, este premio es más que meritorio, es un premio al jefe de uno y es emocionante que sus investigaciones sean premiadas”, comenta esta caleña.

El inicio de una trayectoria exitosa

Todo empezó en 1996 cuando Diana decidió ingresar, con una beca, a estudiar bacteriología, sin embargo, a ella no le apasionaba analizar las muestras de sangre que llegan diariamente a un laboratorio clínico, sino que su interés era estudiar el comportamiento del ser humano a nivel celular, especialmente la parte de cómo el cuerpo se defiende a infecciones y enfermedades, por esto quiso enfocarse por el área de la investigación.

“Haciendo los primeros semestres de la carrera definí que lo que a mí me gustaba no era la parte práctica de hacer exámenes en un laboratorio clínico, sino que mi interés era buscar los mecanismos celulares o moleculares por las cuales pasan las cosas dentro del cuerpo humano, por ejemplo, cuando uno se enferma de gripe, conocer qué pasa en las células, cómo se desplazan y cómo atacan, para hacer esto a ese nivel tenía que estar en la rama de investigación”, afirma.

A medida que fue avanzando en su carrera ese gusto por la investigación también fue creciendo, pero al momento de buscar su práctica profesional no tenía muchas opciones en este campo. Afortunadamente, Diana, con la ayuda de un docente de Univalle, logró encontrar un cupo para hacer su pasantía en el Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas, Cideim, “en el cual hacen investigaciones de enfermedades infecciosas, la mayoría de los grupos investigan el parásito o la bacteria, o la forma en que el cuerpo responde, por eso me llamaba mucho la atención”.

Aunque el Cideim no tenía una plaza de rural para bacteriólogos, “hice mi rural durante un año y estando ahí me di cuenta de que sí podía compaginar ambas cosas: ser bacterióloga ejerciendo un área de investigación. Después del rural me contrataron como parte del staff por un año y luego apliqué a la beca de Colciencias de Jóvenes Investigadores, con otro subgrupo de Cideim, entonces por un año adicional estuve como joven investigador, posteriormente, estuve un año más en el staff”, recuerda.

Así pasaron cuatro años en los cuales aprendió y se enamoró más de su profesión, tanto que en el 2005 fue que tomó la decisión de seguir creciendo académicamente en el exterior.

Todo requiere de un esfuerzo

Para Diana no fue nada fácil dejar su país y principalmente su familia teniendo tan solo 26 años, pero sus ganas de prepararse mejor académicamente le dio la valentía y el impulso para viajar a Estados Unidos a estudiar un doctorado en inmunología.

Al llegar a Texas, varias cosas le costaron muchas lágrimas, entre esas, estar lejos de su familia y dejar las comodidades que tenía en casa. Al inicio se preguntaba: “¡Juepucha! ¿Por qué me vine si tenía mi vida arreglada en Cali? ¿A pasar necesidades?”, pues esta bacterióloga antes de viajar estaba trabajando en el Cideim. “Mi vida era tranquila, tenía mi sueldo, salía a divertirme, tenía mis amigos, y llegar aquí a un apartamento chiquito, con un colchón en el piso, fue difícil al comienzo esa adaptación. Me hacían mucha falta mi familia y mis amigos”, recuerda Diana, quien después de vivir tanto tiempo por fuera de su ciudad natal conserva aún su acento caleño.

El manejo del idioma también fue complicado porque, aunque había estudiado inglés en un instituto británico, el acento era muy diferente.
Sin embargo, hoy en día, Diana asegura que “sin duda alguna, todo esto valió la pena”. De hecho, dice que por ahora piensa seguir en el grupo de investigación del doctor Allison unos años más, porque “hay mucho por hacer todavía”. Además, quiere seguir contribuyendo a mejorar la calidad de vida de las personas con cáncer.

Y es que ese ‘don de gente’ que llaman, ella lo tiene grabado en su corazón, porque además de ser comprometida y responsable, se preocupa por el bienestar del otro, y sobre todo, es amable, característica por la que han diferenciado a Diana en el país estadounidense.

“Creo que los reconocimientos que he tenido no solo han sido porque soy buena académicamente, sino porque he sido una persona respetuosa con los demás, que saluda todos los días, que se despide, que no tratar de pasar por encima de los demás”, concluye.

La investigación

Los tratamientos para el cáncer anteriores a la inmunoterapia como la cirugía, radioterapia, quimioterapia, tenían muchas desventajas y los niveles de respuestas eran bajos. “La idea de James Allison, que nace de entender cómo unas células pueden jugar un papel durante el cáncer y probar en modelos básicos en laboratorio, fue novedoso, pues llevó una idea básica molecular de una célula, hasta un ensayo clínico de probar que sí funciona, y así ha ayudado a curar a muchos pacientes”.

“Se ha generado una gran cantidad de desarrollos después de la idea inicial, varios tratamientos basados en inmunoterapia para diferentes tipos de cáncer, creo que eso fue lo que abrió la puerta a la revolución en el tratamiento de cáncer gracias a su idea iniciales”.

En el grupo de investigación en el que hace parte Diana Bonilla y 60 personas más, también hay otra colombiana que se unió hace pocos meses, es asistente.

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