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Sigue la cosecha de un Vallenpaz

Miles de campesinos han logrado transformar sus estilos de vida y mejorar sus ingresos gracias a la intervención de la corporación que decidió apostarle todo al campo.

4 de septiembre de 2010 Por: Yaira Arroyave Monsalve

Miles de campesinos han logrado transformar sus estilos de vida y mejorar sus ingresos gracias a la intervención de la corporación que decidió apostarle todo al campo.

Hace diez años se creó Vallenpaz, una corporación dedicada a ayudar a las comunidades rurales de bajos recursos y agobiadas por la violencia y otros fenómenos sociales. Las historias de vida renovadas son numerosas y abundan como frutos de la tierra por muchas veredas y municipios del Valle, Cauca y Nariño. Ahora Vallenpaz busca crecer sus raíces en el Eje Cafetero y seguir impulsando la seguridad alimentaria y los cultivos productivos en esta región.En este tiempo, la corporación ha logrado vincular a 8.875 familias a esta iniciativa y durante el año 2009 comercializó 19.4545 toneladas de productos por $19.500 millones. Uno de los proyectos principales de la entidad en este momento es expandirse en el mercado de los cultivos orgánicos, para lo cual ya se han certificado 38 agricultores y la idea es llegar a 1.200. Vallenpaz le apuesta todo al campo y a seguir transformando vidas. Los frutos de la tierra cambiaron su vidaHasta hace cuatro años Gustavo Gómez no sabía ni leer ni escribir. A pesar de tener 33 años nunca había pisado un colegio y tenía perdida la esperanza de hacerlo.Hace quince años, después de haber vivido en Cali toda su vida decidió mudarse al corregimiento de Pance, a la finca de su padre, que en ese momento estaba abandonada. Llegó con su esposa y sus dos hijos y empezó a jornalear en predios cercanos. “Me ganaba $8.000 diarios trabajándole a otros. Mis dos hectáreas de tierra no producían nada”, recuerda.Pero desde el año 2004 su vida empezó a cambiar. Gracias a la intervención de la Corporación Vallenpaz conoció el concepto de seguridad alimentaria y entendió que podía mejorar los hábitos alimentarios de su familia con poco esfuerzo.“Empecé a sembrar mi propia huerta y un grupo de nutricionitas nos enseñaban a cocinar con lo mismo que producíamos. Ahora, en mi huerta tengo habichuela, cilantro, zanahoria, repollo, arveja, frijol, maíz y aromáticas como tomillo y albahaca”, explica Gustavo, quien tiene dos hijos, de 14 y 8 años de edad.Ese fue el primer paso para que su finca fuera productiva y empezara a comer mejor, dos de los objetivos principales de la corporación con las comunidades rurales.Posteriormente, y animado por Vallenpaz y Comfenalco, decidió empezar a estudiar. Terminó la primaria y el bachillerato y posteriormente se convirtió en técnico. Conocimientos que usa para capacitar a otros campesinos que quieren poner a producir sus parcelas en otras veredas y municipios.“La vida me ha cambiado totalmente, mejoré la calidad de vida, estudié, aumenté mis ingresos y no soy un desempleado”, cuenta Gustavo.Ahora, en sus dos hectáreas tiene plantación de café y cítricos que empezará a comercializar próximamente, gracias a la asesoría de Vallenpaz.“Mi objetivo es que los campesinos de la zona aumenten su producción y puedan venderla directamente en la ciudad, porque en los intermediarios se queda gran parte de la ganancia”, dice.“Mi hijo quiere estudiar agronomía. También le gusta el campo, yo quiero que se prepare para que pueda seguir apoyando el trabajo del campo”.Actualmente, varios campesinos de la comunidad están asociados y con ayuda de un fondo rotatorio están mejorando sus técnicas de cultivo y empezarán a vender sus productos en Cali, con el valor agregado de que son totalmente orgánicos, según explica Gómez.Tres vacas tiene Gustavo en su finca. Con ellas produce leche y otros productos que son vendidos en el mercado local de Pance.Después de la violencia renació la esperanzaLa violencia que se vivió en la zona del sur del Valle del Cauca, hace algunos años, le arrebató la vida al hijo de Alfredo Lucumí y obligó a sus otros tres retoños a abandonar el país por el temor de correr la misma suerte de su hermano.Hoy, desde el corregimiento de Chagres, a pocos kilómetros Robles, Valle, Alfredo recuerda la dureza de esa época y las amenazas que llegaban constantemente a su puerta. “Yo siempre fui un líder y lo sigo siendo, y por eso no puedo dejar a mi gente sola”, dice, y recuerda cuando después de muchos ‘ires y venires’ volvió a la tierra que lo vio nacer. Ahora le da el sustento a su familia.Lucumí, de 55 años, fue suboficial del Ejército en sus años de juventud y luego ingresó a las filas de la Policía. Esas experiencias y el deseo de servirle a la comunidad lo llevaron a ser Concejal del municipio de Jamundí, donde dice, empezaron sus problemas de seguridad.Fue después de esta carrera política truncada, cuando en 1995 decidió dedicarse a la tierra y a producir de ella lo que le daría para comer a su familia.Sembró aguacate, naranja, limón, cacao y plátano principalmente.Sin embargo, desde hace seis años, empezó a liderar la llegada de Vallenpaz a la zona y agremiar a otros campesinos para se pusieran en la tarea de hacer rentable la tierra.“Iniciamos 50 personas en los procesos de capacitación pero no todos tienen la misma constancia de deseo de salir adelante. Duramos un año y medio en el proceso para crear el fondo rotatorio y aprender sobre la cosecha, la poscosecha y la comercialización. Hoy estamos vinculadas 17 personas con la corporación en esta localidad, que tiene unos 2.500 habitantes”, explica.Con la gestión que ha hecho con la corporación recibió un capital semilla de $800.000 para su proyecto productivo y adecuó su plaza de tierra para sembrar 40 nuevos árboles de cítricos.“En unos meses las plantas comenzarán a producir y la idea es completar el ciclo de capacitación con la comercialización en Cali y en las plazas de pueblos cercanos”, cuenta.Vallenpaz hace los contactos con cadenas de supermercados y plazas de mercado para comercializar los productos que se cultivan en las zonas rurales. Alfredo dice que ahora lo que falta es fortalecer el fondo rotatorio para que puedan hacerse proyectos más grandes. “Lo que está haciendo Vallenpaz con los campesinos es magnífico, pero necesitan del apoyo estatal. Por ejemplo, la vía Jamundí-Timba está en muy malas condiciones y eso nos va a quitar competitividad”.En el futuro espera seguir siendo un líder para llevar progreso a una zona olvidada por muchos. 100 personas, aproximadamente, tuvieron que abandonar el corregimiento, hace algunos, años por amenazas.Una mujer del campoAlba María Acosta nació en las montañas de los Farallones de Cali, en el corregimiento de Pance y ahí ha permanecido por siempre.Es una mujer sola que se ha dedicado siempre a la siembra de café , el grano le ha dado para vivir.Hoy está vinculada con Vallenpaz, como líder de su comunidad, enseñándole a otros a hacer más productivos sus cultivos y hacer del agro una labor más rentable."Hemos crecido mucho, la gente tiene más conciencia de la seguridad alimentaria y de poder comercializar sus productos. Todavía hay mucha gente analfabeta que debe seguir aprendiendo y mejorando”, explica Alba María.

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