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Opinión: Cuando el activo pesa en las Pymes

¿Qué hacer con las utilidades y el flujo de caja libre que genera la operación de la compañía?

9 de noviembre de 2017 Por: Isaac Niño Duarte | Especial para El País

A lo largo de la vida de la PYME son muchas las decisiones que sus dueños deben tomar. Qué pagar, en qué maquinaria invertir, qué mercado atacar, etc. Una vez la PYME logra consolidar su posición financiera entra en juego una variable que al inicio de su operación todo dueño sueña, pero que no todos llegan a ver. ¿Qué hacer con las utilidades y el flujo de caja libre que genera la operación de la compañía?

Muchos empresarios al contar con utilidades y excedentes de liquidez deciden ampliar su frontera de inversión más allá de las necesidades operativas de su empresa y optan por diversificar en activos no relacionados con el giro ordinario de su negocio, pero que prometen tener una buena rentabilidad en el mediano o largo plazo. Es decir, dejan de lado los saldos en cuentas de ahorro y CDTs y buscan algo más estructurado y que se ajuste a las nuevas cantidades de dinero disponibles.

Varios caen víctimas de la falta de planeación tributaria y terminan perdiendo gran parte en la declaración de renta o el “impuesto a la riqueza y contra la pobreza”, reduciendo sustancialmente su capacidad de inversión.

Otros optan por inversiones poco ortodoxas y terminan con dolores de cabeza. En mi experiencia, cerca del 70% de las empresas medianas y pequeñas terminan perdiendo las utilidades acumuladas, derrochando las mismas o adquiriendo activos improductivos o que no hacen parte del giro ordinario del negocio.

Centremos nuestro análisis en estas últimas dos opciones. Pero primero, ¿qué son activos improductivos? La academia dice que son todos aquellos activos que no aportan valor a la empresa o que no son utilizados en el proceso de explotación económica de la empresa, pero que están registrados en el balance como propiedad de la compañía.

Ejemplo: Una empresa agrícola necesita tractores, herramientas y semillas para su producción, estos son activos productivos. La casa de playa del dueño que año tras año paga impuestos y tiene un oneroso mantenimiento, no participa en la generación de ingresos de la empresa, en este caso es un activo improductivo.

¿Pero y que pasa con aquellos activos que en su momento parecieron inversiones acertadas y confiables en el tiempo?

Algunas empresas ven en la compra de inmuebles una clara opción de inversión. Se considera que no pierden valor en el tiempo y promete rentabilidad al momento de su uso o venta. En algunos casos se adquiere una bodega, edificio o terreno, que podría ser utilizado en un futuro para su explotación económica o simplemente como vehículo de inversión para guardar con tranquilidad las utilidades de la empresa y ganar la valorización del mismo.

Pero en varias ocasiones el análisis se queda corto. No solo no se estiman los valores de sostenimiento, los impuestos que genera la compra, posesión y venta del mismo y mucho menos los mantenimientos extraordinarios. Varias veces se tiene en cuenta solo el ingreso que generara el inmueble, pero no se calcula la rentabilidad porcentual del mismo, se limitan a ver el valor nominal del ingreso, un sencillo ejemplo: estimo los 5 millones mensuales que me pagan de arriendo, pero no veo que esos 5 millones dividido los 1,000 millones que me costó el inmueble dan como resultado una triste rentabilidad anual del 6% antes de impuestos y mantenimiento, lo mismo que hoy en día me paga un CDT sin esfuerzo.

Adicional a lo anterior lo que considero el pecado capital al momento de entrar en este tipo de inversiones, es la estimación del precio final de venta si es que alguien se toma el tiempo de hacerla. Y es que todos sabemos que las cosas no valen lo que pide el dueño sino lo que el mercado está dispuesto a pagar por ellas. Sin embargo, esta premisa se olvida al momento de realizar estas inversiones.

Lo que en su momento puede ser un inmueble de alta valorización por estar ubicado en una avenida principal o una calle de alto tráfico comercial, se puede volver un gasto enorme para la compañía en el momento en que cambia el POT de la ciudad, cuando hay obras de infraestructura tales como el MIO que cierran o desvían el tráfico de una vía de forma permanente o cuando se realiza un reacomodo de las zonas comerciales o de vivienda de la ciudad.

Es muy probable que activos no relacionados de forma directa con el giro ordinario del negocio o con el proceso productivo de la compañía, se conviertan en un problema en el largo plazo si no se dan las condiciones esperadas al momento de la compra. Coloquialmente, se pueden volver un “cariño verdadero” y el precio de venta deberá ser castigado en forma sustancial, si es que se quiere recuperar algo del capital invertido.

Otro factor que se ve afectado por la inclusión de activos no productivos en el balance son los indicadores financieros. El retorno sobre patrimonio (utilidad/patrimonio) y retorno sobre activos (utilidad neta/activos totales) son los más afectados. La rotación de activos totales (ventas anuales/total activos) se vuelve más lenta, la utilidad neta por efecto de los mayores impuestos a pagar por los inmuebles se reduce y puede incluso ser negativa distorsionando la realidad económica de la empresa.

En algunas ocasiones es tan crítico el problema que es necesario el endeudamiento para cubrir el mantenimiento de los activos improductivos, aumentando la carga financiera que debe soportar la operación. Dado que las entidades financieras gustan de balances con activos fijos que garanticen los créditos que otorgan a las PYME, se desembolsan sin mucho problema créditos de corto e incluso mediano plazo como créditos de capital de trabajo, creando un circulo que podría definirse como vicioso. Las PYME por lo anterior tienen un incentivo perverso para adquirir activos fijos no productivos, ya que con los mismos garantizan sus obligaciones a la banca. El problema surge cuando hay que vender el activo y esto no se facilita, creando una situación de dación en pago, que deteriora el balance de la empresa y reduce la posición de liquidez del banco.

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