El pais
SUSCRÍBETE

Conozca a los empresarios que le caminan a la paz

Crece número de compañías que aportan su grano de arena por la reconciliación. Este año cinco hoteles de Cali contrataron a 25 personas víctimas del desplazamiento.

21 de septiembre de 2014 Por: Francy Elena Chagüendo A., reportera de El País

Crece número de compañías que aportan su grano de arena por la reconciliación. Este año cinco hoteles de Cali contrataron a 25 personas víctimas del desplazamiento.

¿Usted cree que los empresarios colombianos están haciendo su aporte por la paz del país?. Eduardo García* no se toma mucho tiempo para responder esta pregunta y dice lo que muchos piensan: unos empresarios sí y otros no.Él es desmovilizado de las Farc, apenas tiene 23 años y hoy trabaja en el Taller Escuela de la Corporación de Desarrollo Productivo (CDP) del Cuero en Cali. Gracias a esta oportunidad de trabajar tiene fe en que puede cumplir sus sueños. De acuerdo con la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), en el país hay 115 empresas que de alguna manera participan de procesos de resocialización de personas desmovilizadas o en situación de vulnerabilidad, ya sea con vinculación laboral o dando tiempo de sus colaboradores para capacitarlos en diversas áreas.En Cali son muchas las experiencias de empresarios dispuestos a aportar en estos procesos y según Cristina Armitage, directora de la Fundación Sidoc, esas iniciativas demuestran que la gente está dispuesta a ir un paso más allá para avanzar en la reconciliación. Sin embargo, cree que aún falta mucho camino por recorrer, “es importante entender que pagar impuestos y generar empleo no es suficiente. El empresario y las personas que tienen capacidad de generar riqueza deben dar mucho más a la sociedad”, dice.En el Valle del Cauca, el sector del calzado y cuero ha sido muy receptivo para apoyar a quienes dejan las armas. Se estima que unas 50 pymes de la región han contratado personas que han sido capacitadas por el CDP del Cuero, en el programa que ejecutan en alianza con ACR y la Organización Mundial para las Migraciones (OIM). Gustavo Vivas, director del CDP del Cuero, afirma que desde el año 2004 se han capacitado en labores de producción de calzado unos 500 desmovilizados en Cali y el 75 % siguen vinculados a las empresas de la región. “A raíz de los buenos resultados, este programa se ha replicado en Bogotá y Pereira”, cuenta. Una experiencia similar se lleva a cabo en el sector hotelero en alianza con el Comité Internacional de la Cruz Roja. Este año cinco hoteles de Cali se unieron al programa y contrataron a 25 personas víctimas del desplazamiento. Estos participaron de planes de formación en hotelería básica por parte de Cotelvalle y hoy son meseros, camareros, auxiliares de cocina en hoteles como Now, Torre de Cali, Intercontinental, MS y hotel Imbanaco. En el país 9286 personas desmovilizadas han creado planes de negocio y se han vuelto emprendedores. “En el Valle tenemos casos exitosos como las empresas Ganchos y Amarras y Mundo Maderas, las cuales han contado con el apoyo técnico de la Fundación Carvajal”, explican voceros de la ACR. Acopi, gremio que agrupa a pequeñas empresas participa de estos procesos, ofrece asesoría a desmovilizados que buscan empleo y gestiona su vinculación laboral. Gabriel Velasco, gerente de la Asociación Nacional de Empresarios (Andi), en el Valle, dice que los cambios que se están dando en el país han tocado la fibra de los empresarios y que muestra de ello es la campaña “Soy Capaz”, que es iniciativa del sector privado y busca dar ejemplo en la tarea de reconciliación que requiere el país. “El reto es que esas iniciativas no se queden en el camino y siento que las compañías están dispuestas a ofrecer más”. Soy líder Miguel Ángel García trabaja hace 6 años con la Fundación Sidoc en Siloé. Empezó con el programa de Pintatón, con el que se cambió la cara de muchas viviendas del sector que se vistieron de blanco, y ahora tiene a su cargo más de 100 niños y niñas en el programa de “Fútbol para la Esperanza”. Antes de participar en los proyectos de la Fundación, trabajaba en construcción o en la galería, haciéndole el quite a las malas compañías que no perdían oportunidad para convencerlo.“La vida me ha cambiado mucho en los últimos años porque tengo cierto liderazgo en el barrio y con esta labor llevamos un poco de esperanza a cientos de niños y con estas actividades en parte logramos que desaparezcan las fronteras invisibles”, dice.Para Miguel Ángel, el trabajo que hace la Fundación Sidoc en Siloé, con sus diferentes programas culturales y sociales, marcan la diferencia y por eso cree que entre más empresarios tengan presencia en los barrios, habrá más posibilidad de alejarse de la violencia. "Queremos una oportunidad” Cuando se mira a Eduardo García* trabajando en la producción de calzado, muy pocos podrían pensar que siendo muy niño estuvo vinculado con las Farc. Hoy tiene una imagen más de cantante, un objetivo que tiene en su vida, que de guerrillero y dice que “quiere romperla en el mundo de la música”.A los 13 se vinculó a las Farc porque creyó en las palabras de los comandantes y por el dinero. A los 17 años decidió abandonar el grupo con varios de sus compañeros e inició el proceso de reintegración. Cuando cumplió la mayoría de edad entró a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), donde se enfocó en las áreas artísticas, pero el año pasado decidió vincularse al proceso de capacitación con el CDP del Cuero.Labora desde febrero en el Taller Escuela (donde se elabora calzado para varias firmas del Valle) y allí reconocen su esfuerzo y responsabilidad. “Algunas personas estamos teniendo oportunidades gracias al apoyo de los empresarios, no queremos nada regalado, sino poder trabajar”, dice este joven que quiere marcar una diferencia con su vida y en especial en la música. Canta salsa urbana con un grupo de excombatientes que se llama “Sensación Positiva”. Por ahora, dice que sigue en el negocio del calzado, donde le han dado la oportunidad de trabajar y de conseguir su sustento diario.*Nombre cambiado por petición de la fuente

AHORA EN Economía