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Luto en el voleibol vallecaucano por la muerte de Jaime Yepes

Yepes, de 75 años, fue un formador nato por el que pasaron las manos de los más grandes talentos del voleibol masculino y femenino del Valle del Cauc

25 de diciembre de 2018 Por: Redacción de El País

Jaime el ‘Negro’ Yepes, exjugador y exentrenador de voleibol que dedicó más de seis décadas a este deporte que, según sus allegados, le daba sentido a su existir,  murió sobre las 12 de la noche de este martes en una clínica de la ciudad de Cali.

Yepes sufría graves percances de salud por motivo de dos ataques cerebrovasculares (ACV) que le habían dejado importantes y dolorosas secuelas físicas. 

Su cuerpo será velado este miércoles, en lugar por confirmar,  y sera cremado en los próximas horas.

Yepes, de 75 años, fue un formador nato por el que pasaron las manos de los más grandes talentos del voleibol masculino y femenino del Valle del Cauca, a los que marcó con sus enseñanzas.

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Su extremada exigencia, que buscaba sacar lo mejor de cada deportista, era su sello. Fue, junto a Francisco Chois, uno de los pioneros del voleibol en el Valle del Cauca y uno de los mayores responsables de la historia exitosa de este deporte en el departamento, sobre todo en la rama femenina, en la que durante más de 50 años formó jugadoras en todas las categorías.

Por sus entrenamientos pasaron innumerables deportistas que alcanzaron (y alcanzan todavía) grandes trayectorias a nivel nacional e internacional, además de reconocimientos como mejor jugador nacional, entre otros.

Su reconocida exigencia no opacaba su calidez y el cariño con el que enseñaba a sus pupilas, quienes lo recuerdan con gratitud y se emocionan hasta las lágrimas al reconocer la  difícil situación que vivió antes de su muerte.
Yepes dejó la liga en 2015 y, al parecer, también parte de su felicidad.

Martha Jaramillo, también exjugadora, quien no pudo evitar las lágrimas al recordar sus años bajo el mando de Yepes, asegura que “gracias a él somos muy luchadores, resilientes y aprendimos a levantarnos. Él, a través del voleibol, nos cambió, nos custodió, cuidó y apoyó”.

Este hombre, que alguna vez mencionó que el mayor orgullo era ver cómo sus dirigidas se convertían en grandes del voleibol, que no tenía reparos en desarrollar entrenamientos de cuatro o cinco horas con tal de sacar lo mejor de cada una, ha dejado este mundo, pero el legado que deja en sus pupilas y pupilos será eterno. 

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