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El fútbol brasilero se llena de 'Galácticos'

Lo que sólo parecía posible en un juego de Play Station sucederá en la liga brasileña: astros internacionales vestirán camisetas de la liga local. ¿Cómo se seduce a un divo del balón?

14 de julio de 2012 Por: JORGE ENRIQUE ROJAS - El País

Lo que sólo parecía posible en un juego de Play Station sucederá en la liga brasileña: astros internacionales vestirán camisetas de la liga local. ¿Cómo se seduce a un divo del balón?

En algunos lugares del mundo el fútbol puede ser una alegre coincidencia. En Brasil, el país donde la pelota es una religión, algunos semidioses dejarán de ser intocables. Clarence Seedorf, Diego Forlán y Paolo Guerrero empezarán a jugar en la liga local. Juan Román Riquelme, Diego Ribas y Malouda están a un paso de firmar. Los mismos tipos que hasta hace poco sólo era posible ver de cerca en pixeles televisivos, vestirán camisetas de equipos brasileños y defenderán colores, escudos e himnos conjugados en portugués. En el país de la samba, los fanáticos de la impredecible redondez deben estar bailando de la dicha: algunos de los astros más luminosos de la galaxia futbolística bajarán de la fría Europa para jugar en la tierra de la alegría. ¿Cómo una liga suramericana consigue un milagro sólo posible en la Play Station?El fútbol es un negocio redondo. En 1975, la liga estadounidense realizó una inversión millonaria con tal de convertir su campeonato en un atractivo turístico para ídolos en edad de jubilación. Pelé, Johan Neeskens, Beckenbauer y Carlos Alberto fueron entonces contratados para jugar sus últimos años en la franquicia del fútbol norteamericano. Uno de sus íconos fue un equipo con nombre de geriátrico para estrellas taquilleras: Cosmos. Y el Cosmos, teniendo a Pelé, tuvo un éxito exorbitante. En la tierra de Mickey Mouse la gente llenaba el Giants Stadium para ver cómo un brasileño se burlaba del protocolo deportivo haciendo de ese juego una persecución de gatos impotentes contra un ratón superdotado. El Cosmos logró tantos seguidores que, en 1978, alcanzó promedios de asistencia que gravitaban entre los 40.000 y 70.000 espectadores por partido. Y aun después de su desaparición, en 1983, siguió siendo una marca rentable en la venta de camisetas. El Cosmos, antes que un equipo, fue un negocio. Un negocio del otro mundo.Hay quienes piensan que lo que ahora sucede en Brasil obedece a un modelo similar. Que la llegada de jugadores de renombre —hasta hace un tiempo sólo accesibles a las chequeras de clubes europeos— tiene que ver con el relanzamiento de la liga. Que lo que pretenden, de alguna manera, es empezar a captar más hinchas internacionales como ocurre con clubes como el Madrid, Boca, Milán, Barcelona, que pasaron de ser equipos locales para transformarse en marcas internacionales. Con más adeptos, la devoción se transforma en un acto de fe con ceros a la derecha: en el 2010, 1,3 millones de personas pagaron por visitar el Camp Nou, el estadio del Barcelona donde Messi convierte la realidad en un juego de Play. El número de visitantes a ese campo de juego, en días donde no hubo fútbol, fue superior al que tuvieron los museos Thyssen de Madrid y Guggenheim de Bilbao. Le gente prefirió pasar por alto esculturas e instalaciones, para ir a ver jugar un equipo que hace obras de arte con los pies. Esa gente dejó en los bolsillos del Barsa más de dieciocho millones de euros. En el fútbol también se gana sin jugar. A dos años de la celebración del Mundial, lo de Brasil es también una cuestión de ambiente. Si alguien sabe cómo preparar una fiesta es un brasileño.Rafael Martins, periodista deportivo del diario Lance de Rio de Janeiro, cree sin embargo que no sólo se trata de un tema de ambientación premundialista. Según él, las millonarias contrataciones son más bien reflejo de una serie de coincidencias, antes que de una estrategia. Lo primero que hay que tener en cuenta, explica, es la estabilidad económica que se ha dado en el país gracias a la planificación gubernamental que, en ese sentido, hubo durante los últimos quince años. Tanto así que aunque la economía del Brasil afronta una desaceleración, sólo este año sus equipos pudieron hacer inversiones cercanas a los doscientos millones de dólares. Y esto en contraposición a la crisis del Viejo Continente. “Las ligas de allá tienen que hacer esfuerzos muy grandes. Ya no captan los mismos recursos que ayer”.Ambas cosas se articulan con el 'Fair Play financiero' recientemente dictado por la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol Europea (Uefa), según el cual los clubes deben tomar medidas para equilibrar sus finanzas. Salir de jugadores costosos, que ya están más cerca de la jubilación que de la gloria, es una de ellas. El fútbol es, también, una gran máquina de reciclaje.Es el caso de Seedorf, por ejemplo: el holandés, con 36 años y una década a cuestas con el Milán, libró a los italianos de un contrato muy costoso y firmó un convenio que le asegurará 400.000 dólares por cada mes que juegue con el Botafogo. El uruguayo Forlán, luego de una temporada de altibajos con el Inter italiano, se pondrá la camiseta del Internacional brasilero y ganará 24 millones de dólares al año. Con el traspaso de Guerrero, el Hamburgo alemán pudo tachar de la nómina a uno de sus jugadores mejor pagados e incluso entrar a cobrar una importante suma por el préstamo del que también se había convertido en uno de sus hombres más conflictivos. El fútbol es un negocio redondo.Aunque reconoce las bondades económicas que ofrece esa liga, el volante americano Héctor Hurtado, que en el 2009 jugó con el Internacional de Brasil, cree sin embargo que la decisión de esos jugadores no sólo pasa por el bolsillo. Hurtado dice que para cualquier futbolista jugar en Brasil ofrece una motivación especial. Hurtado habla de una hinchada que sólo ha visto allá, de estadios con ochenta mil personas en las gradas, de un fervor que él define como “fiebre única”. Julián Viáfara, el exarquero del América que entre el 2007 y el 2011 defendió los colores del Paranaense y el Vitória, siente algo parecido: “Viven el fútbol como en ningún otro lado. La gente se paraliza. Si hay 40 partidos, la televisión transmite los 40. Y lo otro es la organización: Los trece equipos más importantes están agremiados y los futbolistas se sienten respaldados, cuidados, respetados”.El vallecaucano Edwin Valencia lleva tres años y medio jugando en Brasil. Ahora es ídolo del Fluminense, uno de los equipos más populares de ese país. Valencia habla desde su casa de Río de Janeiro. Entonces cuenta cosas parecidas. Y quizás sonríe en un sillón. Valencia también cuenta una anécdota: en la ciudad hay una chica, Ana Carolina. Es fanática de su juego. La chica es su fan declarada y viaja a todas las ciudades donde juegue. En los estadios hace carteles que levanta desde la gradería. Si Valencia se lesiona, la chica le escribe cartas dándole ánimo. Si Edwin no juega, ella no es feliz. Ana Carolina tiene 9 años. Valencia dice que nunca había visto algo así. Quizás vuelve a sonreír. La semana pasada, cuando Seedorf recibió la camiseta del Botafogo, 40.000 personas fueron a saludarlo. El holandés dijo entonces lo mismo, que nunca había visto algo así. Seedorf habló en inglés y el estadio deliró. En el país de la alegría, aun sin jugarse, el fútbol es una celebración para la que no se necesita traductor.La puertaUna de las contrataciones claves en la primera fase del relanzamiento de la liga brasileña fue la del Corinthians, en el 2008, con Ronaldo. El retorno del ‘Fenómeno’ hizo que los ojos del mundo se posarán con más foco en Brasil.Otro elemento clave en esta ecuación es el de la retención de las nuevas figuras. El Internacional, por ejemplo, acaba de declarar intransferible al juvenil Óscar, una ‘crack’ del futuro en el que están interesados varios equipos europeos. En este sentido, el símbolo de la resistencia brasileña ha sido Neymar: Santos le paga 1,5 millones de dólares al mes para que no se vaya.FRASES* "Ahora todo va a comenzar de nuevo. Gracias por todo, muchas gracias por el cariño, la próxima semana voy a comenzar a trabajar para ayudar al equipo".Clarence Seedorf, volante holandés, nuevo jugador del Botafogo brasileño.* "Acá más no puedo dar. Estoy analizando mi futuro. Si mi hijo me pide que juegue en un equipo, lo voy a hacer. Soy hincha del Boca, pero acá no doy más".Juan R. Riquelme, ídolo histórico del Boca Juniors, pretendido por el Palmeiras y otros clubes brasileños.

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