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Tiger Woods, golfista estadounidense, tras el golpe que le dio el título en el Masters de Augusta. | Foto: EFE / El País

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El desahogo de Tiger Woods, campeón de un 'major' después de once años

El grito de victoria que soltó Tiger Woods el domingo pasado en Georgia, al imponerse en el Masters de Augusta, fue mucho más que eso.

21 de abril de 2019 Por: Redacción de El País 

El grito de victoria que soltó Tiger Woods el domingo pasado en Georgia, al imponerse en el Masters de Augusta, fue mucho más que eso. Fue un desahogo de once años sin ganar un ‘major’. Un desahogo por haber superado cuatro lesiones de espalda y cuatro de rodilla que estuvieron a punto de derrotarlo. Un desahogo para recordar que es un ser humano y no una deidad a la que el mundo entero no le perdonaba errores.

Ese grito resumió el triunfo de una batalla donde ha tenido que pelear contra todo, inclusive sus problemas personales, ante la inquisitiva mirada de las personas más cercanas a su vida, los espónsor que le dieron la espalda, los golfistas que se abrían paso en medio de la caída de un ídolo y la implacable prensa que regó más tinta por los escándalos del hijo más famoso del condado de Orange que por cada paso que daba en el retorno hacia la cima.

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En la última década, Tiger pareció estar sumido en su propio campo de golf, con 18 hoyos por delante, pero sin un hierro y una bola en la mano para superarlos.

Primero por cuenta de sus admitidas infidelidades y su adicción al sexo, que le costaron no solo su matrimonio con la bellísima modelo sueca Elin Nordegren y la separación de sus dos hijos, sino un inmenso hueco en sus finanzas, que Forbes calculó, en su momento, en 735 millones de dólares.

Inmediatamente después, por el retiro de sus patrocinadores, a los que les dolía la imagen de sus marcas, pero no la del hombre. Y por último, por esas ocho lesiones que lo tuvieron muchas veces más en la fría camilla de un quirófano que en el ‘green’ de un torneo.

Tiger creyó en él. Se tuvo fe. Siempre ha sido así. Y en 2010, apenas un año después de este aciago capítulo de su vida, quiso voltear la página para empezar de nuevo. Sometido a múltiples terapias y tratamientos por su caótica vida personal, dejó a un lado ese pedazo de su historia para meterse de nuevo en un campo de golf.

Fue en Augusta, donde terminó cuarto, la misma posición que alcanzó dos meses después en otro ‘major’, el US Open. Nada mal. Todo hacía suponer que el ‘gigante’ estaba de vuelta y que solo sería cuestión de tiempo. Pero las románticas predicciones fallaron. Tiger terminó la temporada sin un solo título en su vitrina. Nunca le había pasado tal cosa a quien es considerado, al lado de Jack Nicklaus, como el más grande de todos los tiempos en el golf.

Desde entonces, tuvieron que pasar 923 días y 26 torneos para que el californiano volviera a empuñar la mano en señal de victoria. Sucedió en el 2012, en el Arnold Palmer Invitational, al que pudo sumarle en breve el Memorial Tournament y el AT&T National, gestas que le permitieron ubicarse como el segundo jugador más ganador de la historia de torneos PGA, con 74, por detrás de esa leyenda llamada Sam Snead, que ostenta 82.

Para el 2013, Tiger había acumulado otras seis victorias. El pasado parecía, por fin, quedarse en el olvido, pero las lesiones en la espalda se asomaron como el peor enemigo del deportista estadounidense. Unas semanas antes de competir en el Augusta del 2014, tuvo que ser sometido a su primera cirugía. Luego vinieron tres más, la última de ellas en el 2017.

El dolor y la incomodidad lo torturaban permanentemente. Y el torneo de la chaqueta verde lo extrañaba más que de costumbre.
El ídolo, el gigante, el genio volvía a caer al piso. Su vida personal había regresado la página de alguna manera, al punto que en el 2017 unas imágenes le dieron la vuelta al mundo de forma viral en las redes sociales.

Tiger había sido detenido por conducir en aparente estado de ebriedad. Pero los exámenes mostraron, luego, que el licor no era lo único que consumía, sino un peligroso ‘coctel’ de calmantes, somníferos y sustancias con ingredientes activos de la marihuana. La justicia le cobró con un año de cárcel, bajo libertad condicional, y 50 horas de trabajo comunitario.

“Tiger siempre fue un modelo a seguir, algo que en Estados Unidos suele cobrar mucho valor, pero sus problemas de infidelidad, la separación de su familia, la adicción al sexo y los medicamentos, además de las lesiones, llevaron a que la gente le perdiera respeto. El jugador se sintió señalado por el mundo entero en un entorno en el que prácticamente era intocable”, expone Carlos Avendaño, especialista en golf.

Fue aquello lo más complejo que tuvo que superar el golfista estadounidense. ¿Cómo? Con fortaleza mental. Solo eso. Y para los atletas, esta suele ser mayor que la física. No hay otra manera de vencer las adversidades.

“El gran plus de Tiger es su poder mental, que se le embolató cuando sucedió lo que sucedió. Cuando tu vida personal es un caos, cuando tienes ocho cirugías encima, cuatro en la espalda y cuatro en la rodilla; cuando la edad empieza a atentar contra tu ilusión (43 años), cuando no juegas como antes y cada que levantas la cabeza te topas con una adversidad nueva, cualquier deportista ve de frente la cara de la derrota. Pero en Tiger, la fortaleza mental, como en los grandes atletas, es algo sobrenatural que termina imponiéndose por encima de lo humano”, argumenta el periodista César Augusto Londoño.

Y el californiano dio cuenta de ello. Le costó, pero lo logró, a pesar de que el año pasado, en su regreso a Augusta, algunos lo señalaron como un exgolfista. Terminó en la casilla 32, muy lejos del campeón, y en el US Open no pudo ni siquiera superar el corte. Pero paso a paso, golpe a golpe, fue acariciando de nuevo ese nivel que el mundo entero admiró.

En The Open Championship de ese 2018 fue sexto. Y en septiembre ‘rugió’ como un campeón nuevamente, después de cinco años. El Tour Championship, en Atlanta, fue testigo de aquella victoria, tan anhelada por él como por sus millones de seguidores.

Lo que contó el propio Tiger después del alentador triunfo en Atlanta, fue, simplemente, desgarrador. “Durante mucho tiempo no supe si era capaz de vivir de nuevo sin dolor. Pasé mucho tiempo sin poder sentarme ni caminar y con la duda de saber si el resto de mi vida sería así. Yo no quería vivir así. Me preguntaba, ¿tu vida va a ser esto?’. Me parecía imposible jugar al golf”.

Unas semanas antes del Masters de Augusta de esta temporada, Tiger y Jack Nicklaus, hoy de 79 años, se fueron al campo a pegarle a unas bolas.

El episodio lo cuenta el propio Jack en una revista. Escribió que no había visto a nadie hacer 64 golpes de una manera tan fácil. La anécdota se trasladó poco después al Augusta National Golf Club, en Georgia.

Allí, Tiger aniquiló a sus rivales. Marcó en su tarjeta 13 golpes bajo par, con uno de ventaja sobre Dustin Johnson, quien junto con Xander Schauffele, Brooks Koepka, Jason Day, Webb Simpson, Francesco Molinari y Tony Finau, sus demás persecutores, no tuvo más remedio que rendirse a sus pies.

El gigante del golf era ahora más inmenso que nunca. Parecía no caber en esa chaqueta verde que distingue al ganador.

“Tiger mostró en este torneo una sapiencia y una estrategia de juego increíbles. Aprovechó cada error de sus rivales, sus tiros con los hierros fueron certeros, como en su mejor momento, y desde el ‘tee’ fue muy preciso. Hay que admitir que su ‘putt’ ya no es tan efectivo, porque no puede dedicarle el mismo tiempo que antes para practicarlo, ya que la posición le produce inflamación en las vértebras, pero el genio ha vuelto”, comenta Luis Nelson Herrera, profesor del Club Campestre de Cali.

¿Podrá Tiger ponerse en la cima de los récords históricos? Está solo a una victoria de alcanzar a Sam Snead como el máximo triunfador de torneos PGA (81 por 82). Pero la marca que tiene entre ceja y ceja es la de los ‘majors’, en poder de Jack Nicklaus, con 18 en su vitrina, por 15 del californiano. Cuando Nicklaus tenía la edad que hoy tiene Tiger, 43 años, ya ostentaba 17 ‘grandes’ en su cuenta. El número 18 lo logró a los 46 años.

“Con la exhibición de golf que hizo Tiger en Augusta el fin de semana pasado, calculo que, si las lesiones no repercuten, lo veremos en gran nivel hasta los 50 años. Está a muy poco de ser el mejor de la historia y creo que lo va a lograr”, sentencia el especialista de golf Juan Manuel Morales.

El tiempo lo dirá. Por ahora, el mundo del golf quiere seguir escuchando el eco de ese grito de desahogo que soltó sin freno Tiger en Augusta y que felizmente silenció con un dulce beso y un abrazo su novia actual, Erica Herman, quien gerencia uno de los restaurantes del jugador. Pero esa es otra historia…

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