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El ‘Bolillo’ Gómez se quitó sus guayos y habló de su vida

Un perfil no deportivo de Hernán ‘El Bolillo’ Gómez, director técnico de la Selección Colombia. Compartió detalles de su vida privada. Sus amigos conversaron sobre su forma de ser y sus gustos.

3 de julio de 2011 Por: MERYT MONTIEL y FRANCISCO HENAO – El País

Un perfil no deportivo de Hernán ‘El Bolillo’ Gómez, director técnico de la Selección Colombia. Compartió detalles de su vida privada. Sus amigos conversaron sobre su forma de ser y sus gustos.

A pesar de haber viajado tanto, incluso al África, le tiene pánico al avión. Pobre del que se siente junto a él. No importa si es hombre o mujer, conocido o desconocido: “llegará como con cinco morados. Hernán clava las uñas, llama a la azafata. Es impresionante volar a su lado”, asegura uno de sus más cercanos amigos, Jaime Robledo, presidente del Deportivo Rionegro.Quizá sea éste uno de los detalles poco conocidos de la vida de Hernán ‘El Bolillo’ Gómez, el timonel de la Selección Colombiana de Fútbol que el sábado tuvo su primera prueba de fuego en Argentina por la Copa América.Al igual que los viajes en avión, todos los encuentros deportivos le producen nervios, pero le gusta experimentar esa sensación porque, dice, lo ponen “alerta”.Sin embargo, aún cuando es un gallo ‘jugao’ en esto del fútbol por sus más de cuatro décadas como jugador y director técnico “es un adicto a tener su arco en cero. Cuando a sus equipos le hacen un gol le dan pesadillas, no duerme bien, pierde el apetito”, comenta su también amigo Hugo Gallego, hoy formador de jugadores jóvenes y de técnicos del Deportivo Itagüí.Este paisa de 55 años, que junto a Francisco Maturana le dio identidad al fútbol colombiano es, según sus amigos, “un hombre sencillo aunque hubiera nacido en cuna estrato ocho”, como dice Gallego.Es de gustos sencillos en el vestir y en el comer. Mientras otros entrenadores sueñan con salmón, para él un plato típico antioqueño es un ‘platazo’. Tampoco sueña con Whisky Sello Azul o Champaña Dom Perignon. Él, agrega riendo Gallego, “no cambia el aguardiante antioqueño, del que a veces es muy amigo”.Gallego también resalta de ‘El Bolillo’ su hablar sencillo. Habla como el pueblo, no usa términos rebuscados, porque además “a él no le gusta la lectura, no es intelectual. Yo le decía en broma que era porque no sabía leer. En realidad poco le gusta la lectura, se le puede hacer un atentado regalándole un libro”, remata entre risas Gallego.Desde Buenos Aires, ‘El Bolillo’ le reconoció a El País que fue mal estudiante “porque en medio de ese poco de libros yo terminaba siempre detrás de un balón”. Efectivamente, Hernán Darío no iba a estudiar por ir a jugar, recuerda Jaime Robledo. Cuando muchacho era seguidor de los futbolistas argentinos. Era feliz cargándole el maletín a Juan Carlos Lallana, futbolista argentino que jugó en el Nacional, en el Cali y en el Medellín.Robledo revela que Hernán, con el fin de no ser discriminado por sus compañeros de fútbol, muchos de barriadas, se camuflaba entre ellos: “Para que no lo vieran como el niño rico muchas veces dañaba los zapatos, los cortaba, lo mismo hacía con los pantalones”. Desde niño -asegura Robledo- es una persona bien recibida en todos los estratos sociales, porque es muy dado a la gente, muy humano. Eso sí, “con un genio fregado: él no es de los que dicen ‘voy a ver’, sino que da un sí o un no. No endulza a la gente. Toma determinaciones de raíz”.Esa forma de ser, directa y explosiva, le ha granjeado muchos conflictos: con periodistas, comentaristas, árbitros, la afición. “Es un fosforito” confirma Gallego, “no hay que prenderlo porque ya nació prendido. Lo que hay que hacer es apagarlo”.Ese genio volado heredado de su papá, de quien “aprendí las malas palabras, él hablaba igualitico a mí”, como lo confesó a El País en 2004, le sale a flote por las mentiras, la injusticia, el resentimiento y las críticas injustas, explica Gallego.A pesar de su fama de camorrero y temperamental, Hernán Darío es un hombre noble, que no alberga rencor en su corazón y -como dicen sus dos amigos- cuando se equivoca lo reconoce.“Si ve que pudo haber herido a alguien, lo busca, le ofrece disculpas por el error, tiene una nobleza impresionante”, recalca Robledo.‘Rosquero’ a morir lo catalogan sus detractores. Sus amigos, al igual que él, ya hacen caso omiso a esta eterna crítica. “Uno no sabe si lo critican por envidia o porque quieren entrar a la rosca y no pueden: la rosca de Francisco Maturana, Juan José Peláez, Pedro Sarmiento, Gabriel Jaime Gómez y Hernán Darío Gómez es una rosca ganadora”.Lo malo en Colombia es ganar, agrega Gallego. A diferencia de otros países más sabios donde los ganadores son vistos como ídolos, aquí son tenidos como ‘rosqueros’. “Eso es gracioso. Esa es la sociedad que hemos construido con nuestro silencio o nuestro actuar. Pero la vida es así, un juego donde unos ganan y otros pierden y Hernán ha sido un ganador”, dice Gallego.En eso coincide con la periodista Esperanza Palacio, coordinadora de Comunicaciones del Mundial Sub 20 en Medellín, quien fue reportera de El Colombiano y El Espectador y es amiga de ‘El Bolillo’. “Él siempre ha demostrado ser un técnico estudioso y muy trabajador. El país siempre va a tener una deuda con él y con Maturana, porque hay un sector que siempre está en aras de criticar lo que no consiguieron, pero no destacan todo lo que lograron”, sentencia Palacio.Rosquero o no, Hernán Darío hoy se muestra más sosegado porque -dice- el fútbol debe ser ante todo alegría, emoción y diversión.

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