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América de Cali: los genes de don Tulio

Mucho antes de ser el artífice del ascenso del América, su máximo accionista fue vendedor de Sanpic, dependiente de graneros y programador de éxitos musicales para borrachos seriales. Perfil.

4 de diciembre de 2016 Por: Jorge Enrique Rojas - Reportero de El País

Mucho antes de ser el artífice del ascenso del América, su máximo accionista fue vendedor de Sanpic, dependiente de graneros y programador de éxitos musicales para borrachos seriales. Perfil.

¿Cuántos años tiene su papá?

Mi papá tiene 85 años… Un día se me apareció al estadio: ¡con camiseta del América y sombrero! Ahí tengo la foto. Mi papá era admirador de Gardel. Y un día estaba yo sentado y me dice, ‘mijo, ¿y esos jugadores qué? ¿ganan mucha plata?’. Papá, hay jugadores de 30, 40, 50 millones… ¡Jueputa! (le contesta el papá) yo hubiera sido jugador de fútbol home…

El paisa de pura cepa que como máximo accionista del América pasó a la historia del equipo al haber sido la cabeza del ascenso, explica sentado en su oficina la procedencia de los genes que le definieron la vida: Granada, Antioquia. Porque los marinillos son especialistas en panaderías, dice. Y los santuarianos son cacharreros. Pero los granadinos, como sus papás, se han especializado toda la vida en graneros: “Lo mío ha sido vender comida. Usted necesita un arquitecto una vez al año, abogado por ahí dos veces; pero usted necesita quién le venda comida todos los días, tres veces al día…”

Cuando se recuerda pequeño y recuerda la Manizales donde nació, suele ver a su padre vendiendo panela y papa en un supermercado. Siempre madrugando. Siempre ejerciendo el designio vocacional que la descendencia granadina parece llevar escrito tan claro: los graneros. Creciendo a su lado heredó gusto por ese trabajo. También por la música. La voz ronca de hoy, sin embargo, por segundos una suerte de emisión radiofónica difusa, sí es cosa de un reflujo que lo persigue desde hace tiempo, confiesa con cierta gracia acentuada con la clásica tonada paisa.

Leer: El América de Cali ya piensan en la gran final de la B

Aunque ahora pueda sonar distinto, dos años atrás el fútbol, o al menos en términos tan pasionales, no era un tema entre padre e hijo. Obediente de la tradición familiar, hasta entonces Tulio Alberto Gómez había dedicado sus días al negocio que llevaba en la sangre, y escalando todos los peldaños desde abajo llegó a construir un pequeño emporio en Cali: la cadena de supermercados Superinter, con un modelo tan atractivo como para que el Grupo Éxito le ofreciera compra con un trato que él redondea diciendo que lo dejó pensionado de por vida. Así que en un principio pues, la historia del hombre que sacó al América de la B no tiene que ver con fútbol en ninguna de sus letras.

A la ciudad llegó a los 12 años. Vino para unas vacaciones y se puso a trabajar con un tío que, como para variar, tenía granero. Y como él era muy bueno para las multiplicaciones le encontraron oficio. Tercero entre nueve hermanos, poco a poco la familia se fue mudando para Cali “porque Manizales era muy sabroso para vivir, pero había mucha pobreza…” 

[[nid:597469;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/11/america_home_5.jpg;full;{Tras la consecución del regreso a Primera División después de cinco años en la B, los jugadores y directivos del América de Cali entregaron sus sensaciones por el esfuerzo de toda una temporada que se vio recompensada este domingo con el retorno a la A.Fotografía: José Luis Guzmán / Periodista: Juan Carlos Pamo / Videógrafo: Álvaro Pio Fernández- El País}]]

Aunque el paisa no se vara, dice él, no se vara nunca. Cuando vivían en Manizales su mamá fritaba empanadas y él se iba con una ollita llena para el cine; le daba la más grande al portero para ganarse el derecho a vender. Y adentro las vendía todas. Luego se quedaba viendo películas. Don Tulio, como lo llama hoy todo el mundo a los cincuenta y pocos años por los que anda, dice que tuvo una infancia muy linda. Y que una de las cosas que más le gusta en la vida es el cine. También el mar. Pero como nunca se ha montado a un yate de lujo, dice, le gusta el mar ahí cerquita, en la orilla. Unas vacaciones sin mar no son vacaciones, dice Don Tulio.

Antes de conocer el mar, cuando trabajaba en los graneros, ayudó a vender verduras y arroz. Después atendió un puesto  en el barrio Popular y luego en La Rivera. Trabajó en las verduras de Santa Elena y se acostumbró a levantarse a las 3:00 de la mañana y a desayunar en la galería con un buen sudado de pollo. Vendió Sanpic y Betún Cherry puerta a puerta y una vez, cuando estaba trabajando en un negocio  que se quebró, regresó a Manizales dizque por un fin de semana y se quedó un año poniendo música en el bar de mala muerte Puerto Rico; al frente de la plaza de mercado. Allí aprendió a preparar un café muy bueno, eso sí. Y así tuvo que ser para vender los 1200 tintos diarios que  le dictan sus cuentas. “El secreto era un chorrito de ron…” De allí también salió melómano: hoy es coleccionista de música y guarda 40.000 canciones digitalizadas. 24.000 están metidas en más de 200 iPods con un sello pegado atrás: ‘Tulio Gómez, la mejor música del mundo’. Muchos de esos iPods andan en distintas partes del planeta como regalos para  amigos muy  queridos. Uno de esos aparatos está en poder del antiguo médico del América, el doctor Héctor Fabio Cruz.

Pero antes, mucho antes de los iPods y después del bar de mala muerte, el hombre volvió a Santa Elena. Trabajó con el fundador de Mercar y con el dueño de Supermercados La Galería. Terminó el bachillerato de noche. Pasó a los Supermercados Nutibara, ya como administrador, y ahí llevó semanas en las que sin falta debió dedicar dos noches completas a trabajar en Cavasa escogiendo víveres para despacharle pedido a 19 mercados móviles. Estaba en esas cuando supo de un supermercado que se había quebrado a la entrada de Siloé: el Inter. O el punto de inflexión de su historia empresarial: “Junto a mi cuñado y socio, Raúl Giraldo, hicimos un préstamo y con siete y siete millones cada uno, compramos el negocio…”

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Raúl y Tulio se habían hecho amigos al pertenecer al mismo gremio y encontrarse en los alrededores de Santa Elena. Los domingos, con todos los paisas, el muchacho Tulio iba a jugar fútbol a Comfandi. Jugaba de güevero porque le gustaba el gol, pero era muy malo. Raúl también era granadino. Y tenía una hermana muy bonita, Gloria, que le presentó el primer día que ella llegó de Antioquia. Miryam, hoy doña Miryam, dice que su Tulio era muy correcto, un novio entregado que la conquistó dedicándole tiempo: en esa época ella cursaba el bachillerato en un instituto de la Avenida Sexta y él la llevaba y la recogía todas las tardes y noches. Su Tulio andaba en una motico. Y le grababa canciones en casetes que ella oía mientras hacía tareas.

Fueron novios del 84 al 87, cuando se casaron. En el 90 nació la primera de sus dos hijas, Marcela. Ese año, el 28 de mayo, firmaron las escrituras como dueños del Inter. Y los tres trabajaron muy duro. Tieso y parejo, quince horas diarias. Pero casi se quiebran. Don Tulio dice que en toda su vida se ha quebrado unas seis veces y que nada  enseña tanto como el fracaso. Harvey Mina, un antiguo juez de paz de Siloé que en su momento fue conciliador de las pandillas del barrio y que bajo ese rol llegó a trabajar con don Tulio, ayudándole con la seguridad del negocio, cuenta que en esa época le robaban todo: la carne, los pañales, el aguardiente. Pero nunca lo vio perder la determinación.

Un día se le apareció un señor encartado con 130 bultos de papa, cuando en el supermercado solo vendían 20 por semana. Don Tulio le compró todo el viaje, pero al costo, y puso la papa a cien pesos la libra en el local. Entonces, aunque no ganó con la papa, descubrió un gancho infalible para atraer a la clientela que entraba pensando en la ganga y se terminaba llevando algo más. Y así, explica, trazó la política que salvó al supermercado de la ruina y más tarde se convertiría en el modelo que regiría toda la cadena: “Bueno, bonito, barato, bastante, cero intermediarios, pago de contado, directo al campesino…” 

Y así, explica él, a punta de  pasión fue creciendo: estudió el modelo de  Walmart. Y viajó a capacitaciones por todo Colombia, en Argentina, Chicago, Miami. En Atlanta  se ganó una beca de Coca-Cola. Hablando de Estados Unidos, una de las pocas cosas con las que aún no puede es con el inglés. “¡18 años estudiando, hermano!..” De acuerdo con una nota de  la revista Dinero, el 2012  Superinter alcanzó una facturación de 650 mil millones de pesos. El título:  Pequeños Gigantes.

La oficina de don Tulio, separada de una mesa de juntas por una puerta de vidrio,  es un cuadrado alfombrado casi del tamaño de un consultorio médico moderno, apenas con cabida para un escritorio, sillas, y espacio para que alguien se acomode a conversar. Don Tulio dice ser medio-hipocondriaco. Entonces hace un chiste: ¿sabe cuál es el epitafio de un hipocondriaco? ¡¿No les dije que estaba enfermo?! Además de todas las vidas que ha tenido adentro de la suya —vendedor de Sanpic, dependiente de graneros, programador de éxitos musicales para borrachos seriales—, hace  años don Tulio también fue un proyecto de gordo; la evidencia ha ido quedando por ahí desperdigada en la siempre imprudente memoria de Google. 

Pero ahora, cuenta  su esposa, anda feliz con el peso que tiene y cada que va a un centro comercial “se emboba como niño” comprándose ropa y pintas. Este martes, antes de salir de viaje a Medellín, don Tulio vestía una camisa rosa Oxford de Lacoste, pantalón turquí sin prenses y zapatos y cinturón de cuero negro.

Don Tulio viaja bastante. Se dedica al negocio de la carne.  En San Andrés  están por inaugurar un proyecto de cabañas campestres. En la isla tienen casa desde hace tiempo, es su lugar de descanso. Allá estaba con doña Gloria cuando decidieron entrar al América. Él veía jugar al equipo y ella lo veía muy aburrido. Porque casi desde que llegó a Cali él se hizo hincha del rojo. El rojo del Pinino Más, la primera estrella, el rojo de Aquel 19. Aquel 79. La primera vez que vio el equipo fue con un amigo: Plinio Arturo Bravo. La mecha que le encendía la infancia.

Entonces ella se acordó que después de haber hecho el negocio con el Grupo Éxito, su hermano Raúl se había ido a invertir al Independiente Medellín. Y se acordó que una vez había visto a don Tulio de lo más contento, viendo cómo su cuñado se volvía  hombre de fútbol. Y se acordó de todo lo que ellos quieren la ciudad.  Y se lo ayudó a recordar a él. El pasado 28 de mayo, don Tulio asumió como máximo accionista.

En su oficina, al respaldo de su asiento, la pared está pintada  escarlata y el escudo del equipo sobresale con sus 13 estrellas. Sobre el escritorio  su iPhone convulsiona. Don Tulio calcula que  recibe unas mil llamadas por día. El día que América ascendió le entraron 800 mensajes de Whatsapp. En el teléfono guarda frases. Es coleccionista de frases. Un muchacho que trabajó en el primer Superinter y que ahora sigue a su lado, a veces se las apunta  en una agenda. Es un vicio que le dejó la lectura, que es otra herencia de su papá.

¿Qué piensa hoy don Tulio cuando piensa en el América? Hazlo con pasión o cambia de profesión (sonríe)... ¡Y que es una marca muy verraca!

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