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Industria de la moda. Imagen conceptual. | Foto: Foto: Pixabay

La reinvención de los diseñadores de moda en Cali después de un año de pandemia

Tras un año de pandemia, cuarentenas, aforos limitados y distanciamiento social, uno de los sectores que hizo de Cali un referente nacional, la moda, enfrenta los retos de un cambio radical de hábitos de consumo y condiciones.

9 de mayo de 2021 Por: Redacción de El País

Quién puede necesitar un vestido en tiempos aciagos. Nadie dentro de Colombia, eso es seguro, cuando la prioridad es la vida en los tiempos del covid, y cuando el país se plantea temas políticos y sociales de profunda trascendencia.

Tras el saqueo esta semana de varios almacenes, de varias tiendas, pocos en el sector quieren dar su nombre o hacerse visibles. Si Cali ha sido en los últimos años altamente apreciada nacional e internacionalmente por la vitalidad del sector moda, que va desde las operarias, bordadoras, costureras y patronadoras hasta las casas de diseño de renombre internacional, pasando por un enorme rango de profesionales, hoy lo que se percibe es una gran incertidumbre.


Reconocidas marcas han cerrado uno o varios locales en el último año, a causa de la pandemia, no solo en Cali sino en varias ciudades de Colombia. Los más jóvenes, que iniciaban un negocio, han debido en varios casos “entregar su apartamento y regresar a vivir con sus padres o hermanos”, y los consagrados confiesan que si no fuera por las exportaciones habrían tenido que cerrar sus empresas, de las que depende el sustento de ellos y sus empleados, principalmente mujeres cabeza de familia.

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Un diseñador consagrado, quien pidió mantener su nombre en reserva, confiesa que el año de pandemia (cuando la vida y la salud han sido lo más importante, y cuando las medidas de bioseguridad y las restricciones a eventos masivos ha hecho que las prioridades del consumidor cambien) sirvió para hacer ajustes, para racionalizar los gastos, para revisar uno a uno las posibles fugas y hacer una suerte de “filtro de realidad”. Esa es la parte positiva del aprendizaje en estos tiempos.

Revela que muchos, sin importar fama o experiencia en grandes pasarelas, tuvieron que modificar en tiempo récord su línea de producción, cambiar los vestidos de fiesta que nadie requiere en las circunstancias actuales, y dedicarse a la producción de tapabocas y cápsulas de prendas informales para la nueva era de teletrabajo, así como prendas con materiales de bioseguridad y antifluidos para moverse en este mundo que porta en el aire un enemigo invisible.


Lo que ha “salvado” a quienes antes vivían de sus ventas en las tiendas locales (ventas que han llegado incluso a cero), es la exportación. La moda colombiana sigue siendo apetecida a nivel internacional, y comercializada por grandes firmas que reciben solicitudes de los principales mercados en Europa, Estados Unidos y Oriente, esos consumidores vacunados que se pueden dar el lujo de retornar a la normalidad de su vida social, y que cuentan con el poder adquisitivo suficiente para pagar precios que el mercado colombiano no haría viable.

“Porque producir moda en Colombia tiene muy altos costos, si se busca ser una marca ética que pague salarios justos y respete horarios de producción, y use materiales de primera calidad, y cuide los detalles de manufactura que solo un diseñador formado conoce”, comenta la mano derecha de una nueva diseñadora caleña, quien revela un cambio preocupante en los hábitos de consumo de sus clientes, con nombre propio: Amazon. (Como dato de interés, solo Amazon Moda recibe 15 millones de visitas al mes, Zara 5.800.000 y HM 5.200.000).

Si algo trajo la pandemia fue el reforzamiento de las compras por internet, y las más fuertes son firmas internacionales de consumo masivo que pueden vender un vestido o cualquier prenda a precios irrisorios para el mercado colombiano. Obviamente de una calidad inferior, sin que esto desvele a muchos consumidores. En Colombia aplica el 19 % del Iva, y las tiendas cargan además con el costo de las bolsas, los empaques, los locales, los servicios, etc.

Representantes de las tiendas de diseño consultados, en Cali, revelan que la razón que permite a las tiendas físicas de ropa seguir existiendo es la costumbre tan colombiana de probarse la ropa antes de comprarla, y aquellos clientes formados que valoran y pueden pagar el diseño, los prints exclusivos, las telas de calidad, y que entienden que apoyar al diseñador local es movilizar toda la cadena de la moda, fuente de empleo para Cali y el Valle.

“En la última semana, por obvias razones, las ventas de nuestro almacén bajaron a cero, y en los meses de solo pandemia ya habían bajado por debajo del 50 %, aguantamos y aguantamos, esperamos, pero las restricciones del último pico de pandemia, donde estuvimos varios fines de semana cerrados, van sumando, porque no llegan los ingresos, pero las cuentas siguen llegando sin falta”, explica la propietaria de una boutique.

Cerrar locales, enfocarse en el mercado exterior para que esos contratos sostengan la actividad local, es de lo que los diseñadores hablan. Quienes ya venían preparados en exportar y habían avanzado en ese proceso, han sorteado mucho mejor la crisis. Quienes vivían todavía de las ventas locales, han llegado incluso a no recibir ningún ingreso en varios meses. “Le informamos a una diseñadora nacional que habíamos vendido varias prendas suyas, y lloró, nos dijo que era lo único que había vendido y estaba agradecida”, relatan desde otra tienda consultada.

“Si no fuera porque esta es mi ciudad, y porque tengo una responsabilidad con mis empleados, estaría buscando otro país a dónde trasladar mi taller. Pero esta es mi ciudad, y este es mi país”, revela un diseñador caleño, quien cuenta que sus costureras no pueden llegar a trabajar por la destrucción de MÍO, y que las que tienen moto no encuentran gasolina, y que prácticamente han hecho magia para poder cumplir con compromisos adquiridos pues la ciudad estaba cerrada por tierra y aire. “Nos hemos unido como un solo equipo, más que nunca, hemos tenido que tener ingenio para sortear situaciones impensables, como que haya que ir por trochas y dejar un vestido abandonado en un parqueadero para que una azafata amiga lo recoja y lo entregue en Bogotá, a una clienta internacional que partía en pocas horas para Madrid. Hemos tenido que salir a explicar a clientes la situación de Cali, renegociar plazos de entrega, y pedirles que vean las noticias, que comprendan que estamos en medio de una situación sui generis que rebasa toda previsión”, añade.

Para las costureras que viven fuera de Cali, la situación se ha agravado, pues una fuente consultada reveló que de 500 prendas que un diseñador en ascenso podía encargarle a un taller, ahora se pasa si acaso a 150 prendas, por lo que el margen de ingresos para ellas, ha decrecido de forma dramática.

“Lo que hice fue seguir, aguantar, adaptarme, renegociar los arriendos, y volver a comenzar como hace 20 años, qué más hacemos, esta pandemia nos obligó a volver a comenzar y pensar distinto. Por suerte, lo que sabemos hacer es luchar. Bogotá ha sido de las ciudades más complejas en comercio, ha tenido más restricción que Cali, fines de semana tras fines de semana cerrados, todos en sus casas, entonces el mercado nacional ya venía muy golpeado antes, hay otras necesidades en el momento y la gente está temerosa, el 95 % de lo que hago es exportaciones”, explica un diseñador consultado, quien sigue apostando por salidas pacíficas y dialogadas a la situación que se vive.

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