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Juanes, en su presentación en Rock al Parque, el pasado 1 de julio en Bogotá- | Foto: Colprensa

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Juanes demostró en Rock al Parque por qué siempre ha sido un rockero

El músico se presentó por primera vez en el Rock al Parque de Bogotá. Cumplió su sueño de juventud y probó que aún lleva el rock en su sangre. Reseña.

8 de julio de 2019 Por:  L. C. Bermeo Gamboa / Especial para Gaceta

A muchos les pareció fuera de lugar la invitación, que Juanes participara de la versión 25 del festival Rock al Parque generó, en un principio, toda una polémica entre el público rockero y metalero del evento. Sin embargo, en su concierto la noche del primero de julio, el artista quiso reivindicarse y, a mi parecer, intentó excusarse por ‘desviarse del camino’ del rock, algo que muchos jamás le perdonarán.

“Ya no es rockero”, “Se vendió a lo comercial”, “Es otro cantante de tropipop más”, dijeron con más o menos razón. Pero, en esos reproches también se reflejó el resentimiento, sobre todo de los rockeros más antiguos, esos que vivieron su adolescencia a finales de los años 80 y principios de los 90, época en la que Juan Esteban Ariztizábal Vásquez lideraba, junto con Andrés García, la banda de Thrash Metal: Ekhymosis.
Debido a este antecedente, entre todos los comentarios que surgieron, nadie pudo negar que ese exponente del pop latino, el tercer nombre de la trinidad colombiana que triunfó musicalmente a nivel mundial, junto con Carlos Vives y Shakira, fue en sus orígenes un rockero de la más pura cepa.

El desvío de Juanes se presentó desde los tiempos de Ekhymosis, ya que después de dejar dos álbumes, joyas del metal latinoamericano, como son ‘De rodillas’ (1991) y ‘Niño Gigante’ (1993); la misma banda decidió cambiar de género musical y dedicarse al rock pop en español, una tendencia con más posibilidades comerciales en la época.

Eran los noventa, aquel momento de tranquilidad previo a que la epidemia desencadenada por el reguetón y sus derivados, aún más tóxicos, invadieran y permearan la música latina.

Ya con ese primer giro del metal al rock pop, que los más radicales consideraron traición, Ekhymosis generó un rechazo inicial, aunque en esta nueva etapa lograron el éxito con tres álbumes que cautivaron a otro público más amplio y menos metalero para quienes canciones como ‘Sin rencores’, ‘De madrugada’ y ‘La tierra’ son considerados clásicos de una generación.

Ekhymosis se desintegra en 1997 y tres años después es lanzado el álbum ‘Fíjate bien’ (2000), con el cual se presenta oficialmente Juanes en su etapa de solista, aquí el giro lo pone casi de espaldas a su pasado rockero, puesto que su música entró en la tendencia más comercial de la música latina en el nuevo siglo, es decir, el llamado tropipop que es un mal menor comparado con lo que llegó después.



Ese primer álbum solista, y siete que suma a la fecha, pusieron a Juanes en la cima donde nunca habría llegado si se hubiera dedicado exlusivamente al rock; solo así mereció los premios Grammy, Billboard, MTV, incluso premios de público adolescente como el Kid’s Choice Award y el MTV Millenial. 

Pese a toda esa consagración internacional, al hecho de ser invitado a conciertos de élites en Washington frente al expresidente Barack Obama, o de participar en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Paz, al éxito en ventas, nada de ello le mereció el respeto de ese viejo público rockero colombiano, quienes con los años se sintieron completamente ajenos al artista.

Así es el carácter purista y de culto que siguen los rockeros en todo el mundo, prefieren reconocer, aunque esto no valga nada en términos económicos, a un músico pobre y desconocido, pero auténtico, y lapidar sin piedad a quienes con todo el derecho y el talento cambian su camino musical.

Algunos artistas asumen esto con tranquilidad, lo aceptan como el costo que pagan por someterse a las condiciones de éxito en el mercado y no a las del arte, otros optan por criticar al público, el caso de Juanes es más particular, ha sido el único que yo he conocido en el que un artista intente excusarse con su público.

Por ello se entiende el nerviosismo que tenía Juanes durante su concierto de Rock al Parque, era la primera vez que se enfrentaba a un público que conocía su verdadero pasado y sabía de sus ‘pecados’ con el rock, “para este concierto me vengo preparando desde 1972”, había afirmado días antes.

Ese noche en Bogotá muchos observaron cómo el artista consagrado en un gesto de humildad hacía las paces con esos rockeros heridos. De hecho, cuando terminó el primer set de canciones, todas ellas hits de su carrera solista, dijo: “este es un momento para reconocernos, no para dividirnos, y menos en la música”.

Luego confesó que “a los 15 años yo era más metalero que todos ustedes juntos, pero el amor también es importante”, y después de bromear sobre el reguetón, esa naturaleza rockera lo motivó a expresar su rechazo ante los asesinatos de líderes sociales, particularmente el de María del Pilar Hurtado en Tierralta (Córdoba).

Al final del concierto no pudo evitar invocar por última vez su pasado rockero, y como una demostración de que en su interior aún sigue siendo ese muchacho melenudo con mirada agresiva que recorría las calles de Medellín, interpretó ‘Seek and Destroy’, una canción del primer álbum de la legendaría banda Metallica. Un pequeño gesto que muchos aceptaron con felicidad, porque les probó que el rock no se olvida nunca.

Ahora vemos con claridad la bifurcación que se trazó en el destino de Juanes y que al menos en el medio colombiano lo vuelve un artista polémico; por un lado está lo alcanzado por los rockeros de su generación que permanecieron en el largo camino del rock, como dice la canción de AC/DC, “It’s a long way to the top, if you wanna rock and roll”.

Lo quieran o no, entre esas leyendas que forjaron la tradición rockera colombiana, en la que están Kraken, Kronos, Masacre y La Pestilencia, que hoy continúan el ritual contestatario de interpretar esa música que bien la definió Andrés Neuman como el “sagrado ruido nuestro de cada día”; lo quieran o no, allí también está el lugar merecido por Juanes.

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