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Pablo Concha también es escritor de reseñas literarias y entrevistas con autores, sus colaboraciones aparecen en las revistas Gaceta, Libros y Letras, entre otros medios culturales. | Foto: Foto: Jorge Idárraga, especial para Gaceta

LITERATURA

"En Latinoamérica hay muchas casas vacías": Brenda Navarro habla sobre su novela

La desaparición de un niño autista revela las más ocultas verdades de dos mujeres sobre la maternidad, el sexo, el aborto, la violencia y la culpa. De eso se trata la novela de la mexicana Brenda Navarro, titulada ‘Casas Vacías’.

24 de noviembre de 2020 Por: Paola Andrea Gómez P. | Jefa de Redacción de El País

“Daniel desapareció tres meses, dos días, ocho horas después de su cumpleaños. Tenía tres años. Era mi hijo. La última vez que lo vi estaba entre el subibaja y la resbaladilla del parque al que lo llevaba por las tardes. No recuerdo más. O sí: estaba triste porque Vladimir me avisaba que se iba porque no quería abaratar todo. Abaratar todo, como cuando algo que vale mucho se vende por dos pesos. Esa era yo cuando perdí a mi hijo, la que de vez en cuando, entre un conjunto de semanas y otro, se despedía de un amante esquivo que le ofrecía gangas sexuales como si fueran regalos porque él necesitaba aligerar su marcha. La compradora estafada. La estafa de madre. La que no vio”.

Así empieza la novela Casas Vacías, con el relato de una primera voz que corresponde a la mamá de Daniel, el niño autista que se pierde de su vista en una tarde de parque y que la hacía sentir culpable por no ser la madre que él necesitaba. La historia se cruza en el libro con una segunda voz: la mamá de Leonel, cuyo entorno retrata la idiosincrasia mexicana popular y la frustración de una mujer que soñaba con tener una niña, sin poder lograrlo.

Dos potentes historias que le dan vida a la primera novela de la escritora mexicana Brenda Navarro, socióloga, especialista en Derechos Humanos y en Relaciones de Género, con énfasis en literatura. Una de las invitadas al reciente Festival Oiga, Mire, Lea, donde conversó sobre la desaparición como pandemia y esas fibras femeninas tan bien retratadas en su libro, donde la maternidad emerge como la gran movilizadora y donde aparecen también la sexualidad, la violencia de género, el aborto, la culpa, la ausencia, la urgente necesidad de no caerse, a pesar de las tragedias.

De su novela, de lo político tras las posturas feministas y de la desaparición como pandemia, Brenda habló para Gaceta:

¿Cuál es ese momento, esa imagen que recuerda, en que surge la idea de escribir este libro?

La primera imagen que yo tuve de la novela fue la sombrilla roja, es decir, lo que identifica a la segunda voz (la mamá de Leonel). Pensaba que era una mujer que había hecho algo que no podía ser aceptado socialmente, pero que no lo había hecho con maldad explícita.

En el 2013, en México se tenía ese discurso oficialmente de que las personas que habían desaparecido era porque habían hecho algo; esta segunda voz me recordaba esto, quizá hizo algo y necesitaba dar otra versión de las cosas.

A mí lo que me interesaba cuestionar es cómo las mujeres con personas desaparecidas pueden sobrevivir día con día, seguir teniendo una vida normal, y ahí partió la novela; lo que yo pienso que haría una madre de una persona desaparecida, sin tratar de suplantar a otras madres, porque ellas tienen su propia voz, sus propias historias.

Hay unas confrontaciones muy fuertes en la novela sobre lo que significa ser mamá. ¿Por qué?

Estoy convencida de que cuando te vuelves madre, la mayoría de los derechos que además no tenías complementados, se rompen completamente. Ya no eres una persona sujeta de derechos, si no que ya eres una que tiene que velar por los derechos de las personas a las que les das vida. Cuando tú te vuelves una persona no persona, definitivamente entras en conflicto, porque socialmente te están diciendo que ser madre es lo más hermoso que puede pasar, cuando en realidad en México, y creo en casi todo el mundo, ser madre te quita justamente de tu individualidad.

En este período pandémico hablo de cómo las madres actualmente tenemos que mostrarnos fuertes (tiene dos hijos) y seguras de que esto va a pasar, cuando no tenemos la menor idea. Y de eso trata, despersonalizo mi miedo como mujer, porque le tengo que transmitir certeza y paz a los que cuido; eso me parece hermoso y horrible a la vez.

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¿Hay una inspiración especial para construir la primera voz, la de madre que busca a su hijo Daniel desaparecido, o surge de construcciones colectivas?

Me gusta la frase ‘construcciones colectivas’, porque de eso es que trata un poco la novela. Yo siempre hablo de que la ficción te permite justamente meter todo lo que has escuchado y visto todo el tiempo. Esa era la intención dentro del oficio de la escritura, tratar de condensar en pocas palabras lo que he escuchado a lo largo de mi vida, de muchas madres, que no necesariamente tienen una persona desaparecida, pero sí que van teniendo muchas pérdidas que se asemejan a ir desapareciendo ellas mismas.

¿Cómo logra esa confluencia de dos voces de mujeres que no se conocen, pero se cuentan en el mismo espacio. ¿Fue un reto?

Sí, lo fue. Yo escribí la novela pensando primero en la segunda voz, pero inicié con la primera voz. Cuando terminaba las páginas de lo que contaba la primera, inmediatamente me ponía escribir lo que quería decir la segunda; es decir, siempre fue como un diálogo, nunca las pensé por separado.

Estaba totalmente segura de qué quería mostrar. Aunque una es de clase media, con ciertas circunstancias que la hacen parecer que tiene todas sus necesidades cubiertas, y la segunda voz es de la clase trabajadora con muchas carencias. Es decir, no importa la clase social, la violencia se transversaliza mientras tú seas mujer. Lo que al final las distingue es toda la construcción que se hace alrededor de la clase social y eso que van viviendo.

¿Por qué la relevancia del tema sexual y él cómo una mujer siente la sexualidad o no la siente?

Yo estoy completamente segura de que todas las mujeres queremos sentir el placer sexual, nuestro cuerpo tiene todas las terminaciones nerviosas para ello. Recuerdo que una de los primeros comentarios que me hacían aquí en España, era que esta segunda voz (la mamá de Leonel) estaba disfrutando del sexo, como si creyeran que las mujeres pobres, lo han dicho muchas escritoras latinoamericanas, estuviéramos solamente para reproducirnos. Y yo creo que toda mujer tiene ganas de sentir placer; pero además nos meten un discurso oficial de cómo es que realmente debemos de disfrutarlo, y vivimos en una sociedad que nos ha dicho que las luchas de poder en el sexo son excitantes.

La novela es publicada por editorial Sexto Piso de España. Y en el portal Kajanegra.com se pueden escuchar capítulos, en voz de sus lectoras, con comentarios sobre la misma.

La violencia de género está presente en la vida de las protagonistas. Por un lado, abuso sexual, violencia física y verbal. Y por otro, un feminicidio en la familia...

Y no fue algo premeditado sino que se fue dando en la escritura. Es curioso porque cuando la novela sale y escucho las impresiones de las lectoras sobre la violencia, veo que sobresalen. Yo sí que estaba consciente de exponerlas pero no de lo normalizadas que estaban. Esa segunda voz (la mamá de Leonel), vive un contexto mexicano en el que se sufren unas violencias que siempre están siendo silenciadas por la propia familia y la sociedad.

Y en cuanto al feminicidio intenté mostrar otra realidad. Puede ser que la imagen de las parejas latinoamericanas se vea como ‘claro que estos hombres son violentos’, pero quería mostrar que también aquí en España hay violencia. Las matan, no tienen voz y hay un fenómeno que he descubierto viviendo aquí y es cómo muchas mujeres han tenido que huir y están solas. Violencia existe en todos lados.

Este año en México han ocurrido casos que han conmocionado por la sevicia, como el feminicidio de Ingrid Escamilla. ¿Hubo alguna reacción, por lo escrito en su libro, en México o en la misma España?

Hubo mucha empatía, especialmente de parte de jóvenes porque ven reflejado estas problemáticas y más allá se reafirman, es como decir estamos siendo violentadas, son lectoras organizadas, muchas de ellas activistas y proponen cosas.

Antes de la pandemia había movimientos sociales de mujeres en toda América Latina alrededor de la violencia de género. Y ahora está replegado porque estamos cuidando que el Estado se sostenga, con nuestra función de cuidadoras. Pero somos conscientes de que estamos viviendo muchas violencias y ya no nos vamos a quedar calladas. Y me llena de orgullo vivir este tiempo, este momento.

Otro tema que irrumpe con fuerza es el aborto, ¿hay una intención política en ello?

En América Latina es un tema latente, el aborto sigue siendo tema de meter a mujeres pobres a la cárcel, de estigmatizarlas, de no dejarlas ser ellas las que decidan sobre su cuerpo y eso a mí me parece horrible en términos humanos, y realmente desastroso.

Yo creo que es interesante cuestionarse el para qué las mujeres queremos tener hijos y cómo es que nos lo condiciona el propio mercado, y es cuando constatas que nuestros cuerpos son lo que siguen sosteniendo a los estados, al mercado y a la economía; por un lado, el mercado te dice que puedes tener hijos y pues cómo no quieres tener hijos, entonces el Estado te encarcela y me parece que tenemos que hacer que, en todo América Latina el aborto sea un derecho sexual.

La culpa es otro de los ejes, sobre todo en la historia de la mamá de Daniel. ¿Cómo describes la culpa?

Yo creo que la culpa es una cosa que también tenemos que empezar a entender a fondo. A los hombres, específicamente de México, aunque creo que es general, que son padres ausentes no les permiten sentir culpa, al contrario, les permiten que sigan adelante, que se vuelvan a casar. Y las madres cuando tienen esta ausencia del padre de sus hijos, terminan siendo madres no al 100%, porque tienen que entrar otras personas a cuidar a los hijos y es si te lo cuidó tienes que retribuirme porque es tu culpa haber quedado como madre soltera. Es algo que sigue muy latente en todas las sociedades occidentales y probablemente los orientales y que tenemos que empezar a quitarnos.

Sin embargo, en el caso de la mamá de Leonel no se ve una culpa. ¿Hay ahí una condescendencia suya con este personaje, a pesar de que se robó a un niño?

En los círculos de lectura en los que he conversado con la mayoría de mujeres, me dicen que soy muy permisiva con la segunda voz y muy dura con la primera. Yo les respondo que son ellas mismas, porque yo solamente relato los hechos.

Creo que están relacionados, la primera voz (la mamá de Daniel) también es juzgada porque no sufre como debería de estar sufriendo una madre de una persona desaparecida. En México sería ‘sal a buscarlo y haz algo’; eso es estar exigiendo que una madre tiene que ser de cierta forma o no. Y la segunda voz lo que hace es justamente esconder esa culpa de no ser lo que se le ha exigido, porque ella misma dice que no tiene una buena relación con su madre, tampoco tiene después una buena relación con las primas, así que esconde todas estas culpas que sí tiene, tratando de mostrarse un poco victimista.

¿Cómo define el rol de los hombres en la narración?

A Frank, el padre de Daniel, lo veo como un árbol que te da oxígeno, que está ahí y sabes que siempre va a estar, pero no te habla; Rafael (el esposo de la mamá de Leonel) y los otros son un poco más maleables y demuestran estos momentos de vulnerabilidad, mientras Frank no.

Quería hacer un poco la metáfora de cómo la masculinidad está siendo cuestionada, pero hay espacios en donde no se permite ese cuestionamiento y se ignora, y hay otros en los que ellos mismos saben que hay algo que no está bien, y tienden a estas explosiones; a veces lloran y a veces lastiman más, es el caso de los hombres mexicanos que tienen la posibilidad de llorar, pero hay 11 mujeres asesinadas todos los días.

¿Cómo surge la figura de las ‘Casas Vacías’?

Para mí tiene tres momentos, por un lado, está la construcción de mujeres como el hogar mismo, creo que las madres como tal somos la casa misma; luego pensaba que ahora mismo en México, pero también en otros países de América Latina, hay muchas casas vacías, justamente porque hay desapariciones, y en el caso de México, por ejemplo, todos estos niños que han quedado huérfanos, ya sea por la guerra contra el narco o por las madres que son asesinadas.

Y en el otro sentido, pensaba en México como una gran casa vacía, con tantas personas desaparecidas; es como un cascarón totalmente vacío de propuestas estatales, propuestas de un futuro prometedor que está siendo sostenido todo este vacío estatal justamente por las madres, por los cuidados que tienen todo el tiempo.

Y esos vacíos generan unas ausencias, que son otro dolor de estas dos mujeres. Háblanos sobre eso.

Yo pensaba que la novela trataba sobre ausencias y desapariciones, fue hasta que las lectoras empezaron a decir que eran las maternidades el eje central que me di cuenta que no lo era. Yo creo que empecé a construirlo desde la ausencia de muchas otras cosas, incluso pensé en la ausencia que tienes de tus derechos y no encuentro otro concepto, te sientes tan sola en el mundo que sabes que no puedes decidir por ti misma siendo mujer, especialmente sin todos los recursos. Se habla de ausencia de trabajo, de familia, de amigas, de recursos y no conozco a una mujer que no tenga una ausencia.

Sobre la desaparición como pandemia, hay una frase muy potente que escribes: “¿Por qué los llaman desaparecidos y no se atreven a llamarlos muertos?”

Yo recuerdo que es frase la escribí una vez que estaban hablando de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y había una conferencia en la que no estábamos aceptando la verdad oficial, y recuerdo que el padre de uno de estos estudiantes dijo que él no quería saber nada de lo que le estaban diciendo allí, porque lo que le estaba pasando a estos estudiantes ya lo iban a contar ellos cuando volvieran. Cuando escuché eso me di cuenta del estado de ignominia en que estamos inmersos.
Cómo hacen tan poco por estos padres y estas madres que están en incertidumbre y total ausencia, y eso también nos pegan a nosotros como sociedad. Yo que soy una persona externa me partió escuchar a ese padre. No puedes dejarlo así esperando a una persona que parece que no va a volver. Cómo puede ser que se permita esto, como pueden deshumanizar este sentimiento y hacer como que son solo cifras.
No es posible que nos tengan hablando de estas cosas; como humanidad deberíamos poder estar hablando de otras cosas y no de este dolor que nos genera.

¿Cómo ha visto los gobiernos de España y México frente al manejo de la crisis causada por el covid?

Justamente vivir entre dos países y dos realidades, te permite tomar un pulso. Yo creo que no hay ningún Estado en el mundo que lo esté haciendo bien. Estamos viendo en vivo y en directo cómo los gobernantes no tienen idea de cómo gobernar. Por supuesto que entendemos que son humanos, pero me gustaría que todos los gobernantes se dieran cuenta de que están a cargo de la humanidad y deberían de dejar de pensar en abstracto y ser más prácticos en muchas cosas. Yo creo que todos los gobiernos lo están haciendo mal de una u otra manera y temen equivocarse, pero se están equivocando al temer equivocarse, me parece.

¿En lo personal, cómo la ha marcado la pandemia?

Con todo lo que está pasando yo voy hacer otra cuando la pandemia termine. Voy a ser una Brenda cansada, enojada y exigiendo mucho más, porque otra vez somos las mujeres las que estamos sosteniendo la pandemia y uno piensa como que ‘ya basta’.

Si me van a invitar a hacer una revolución que sea la de tener tiempo libre y el descanso para las mujeres. Ya no quiero que nos pongan a trabajar para la revolución, lo que quiero es que descansemos.

¿Su segunda novela será también feminista?

Yo me estoy cuestionando para no ser la escritora de las maternidades, pero creo que sí definitivamente el tema de los cuidados es algo que me atraviesa mucho.

La segunda novela tiene como tema el suicidio, y justamente todo esto que está pasando con la pandemia, me está haciendo pensar de qué manera lo voy a plantear, porque justamente ahora mismo estamos viendo, repensando, qué vida vale la pena ser vivida y qué vamos a hacer para vivirla dignamente. Entonces por ahí va la segunda novela.

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