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El escritor bogotano Mauricio Palomo Riaño publica su más reciente libro de cuentos ‘Destechados’, impreso por Fallidos Editores. Se trata de una serie de relatos sobre personajes marginales y situaciones extremas. | Foto: Foto: Especial para Gaceta

LITERATURA COLOMBIANA

Así son los cuentos de 'Destechados', el nuevo libro de Mauricio Palomo Riaño

El escritor bogotano Mauricio Palomo Riaño publica su más reciente libro de cuentos ‘Destechados’, impreso por Fallidos Editores. Se trata de una serie de relatos sobre personajes marginales y situaciones extremas.

8 de septiembre de 2021 Por: &nbsp;Zeuxis Vargas, especial para Gaceta<br>

“Un poco de realidad colombiana para un ser que comprende, entiende y siente”. MARÍA PAULA NAVAS-ALARCÓN

La primera vez que supe de Mauricio Palomo Riaño, fue cuando me regalaron el libro de cuentos ‘Caja de Pandora’, por aquel entonces aquella estética marginal y urbana me parecía amarillista y por ende la veía como claro ejemplo de un estilo que condescendía a fomentar una estela de la realidad, que en lugar de denunciar, exhibía con cierto descaro la violencia y la pobreza. Más tarde aquel mundo fue tomando fuerza para dar cuenta de una revolución subterránea alejada de los falsos experimentalismos con los que buscaban salir a flote los escritores que no habían logrado alejarse de las tradiciones inmediatas de la literatura.

Caí en la cuenta de que Mauricio Palomo Riaño no estaba solo y que su narrativa pertenecía a un legado particular que hacía posible la descripción de las crisis y de las condiciones sociales de aquella miseria que había conseguido permear el centro mismo de las culturas. El modo de escribir sobre la ciudad tenía que ver con una forma de resistencia ante la indiferencia estética que predominaba entre los escritores por exponer la cruda realidad de nuestras civilizaciones. Lo increíble de este proyecto es que se expresaba, a través de los géneros y los recursos usuales, pero bajo el tratamiento especial de unos signos y símbolos; señales de un lenguaje único que conseguían trastornar las estructuras clásicas transformándolas y entregando, por lo tanto, como producto, una serie de textos capaces de incidir críticamente sobre la sociedad. Nelly Richard denominó a esta clase de escrituras como “narrativas de residuos” ya que al utilizar las formas ortodoxas y subvertirlas se conseguía estrechar la brecha sistemática de la exclusión y la desigualdad.

Hay que reconocer que la obra de Palomo Riaño, por lo tanto, deviene de esas novelas y cuentos que desde principios del siglo XX, intentaron revelar la violencia y la penuria rural, fenómenos que poco a poco, fueron acercándose a las capitales hasta cercar con sus escombros las metrópolis. Aquellos cinturones de miseria, legiones de pobres que llegaban a los suburbios y que solo señalaban el desplazamiento o la indigencia absoluta y que aprovecharon los escritores para denunciar las crisis del progreso y los errores políticos de nuestra evolución, generaron una nueva clase de literatura en el país.

Con Manuel Mejía Vallejo, los barrios centrales y ya no periféricos comenzarían a ser protagonistas de esas historias atravesadas por el infortunio y la invisibilización ciudadana. Hacedor de una nueva forma de encarar estas realidades. El barrio Guayaquil, protagonista de su novela ‘Aire de tango’, daría pie para que Óscar Collazos, Darío Ruiz Gómez, Rafael Chaparro Madiedo, Efraim Medina, Alonso Sánchez Baute, Adalberto Agudelo, Fernando Vallejo, Jaime Alejandro Rodríguez o Jorge Franco, por solo hablar de los primeros, hicieran de la marginalidad su cuerno de la abundancia.

El problema fue que en lugar de aprovechar el recurso que les había llegado en bandeja de plata, lo deformaron hasta convertirlo en una mina de oro para producir best-sellers amarillistas.

Para mí, uno de los mejores libros que consiguió alejarse de esa moda instaurada por la literatura de lo sicaresco y la marginalidad, desvirtuada hacia el esnobismo, fue el gran trabajo de investigación elaborado por María Paula Navas-Alarcón en ese impactante volumen de testimonios y crónicas titulado ‘El banquete de las moscas’.

Allí, por primera vez, un escritor se metía en las cloacas de la malla urbana para darle voz a los destechados. Los ocho relatos que consiguió la autora, son un retablo único en la literatura colombiana de un mundo desaparecido para siempre. Hablo por supuesto de El Cartucho. Las vidas que allí nos hablan, son el testimonio histórico de un lugar inverosímil que existió alguna vez y que demostró que toda ciudad sí tenía un infierno y un espacio donde se podía evidenciar hasta qué punto había llegado la degradación humana.

Lo impresionante de este libro es sobre todo que no se ubicó desde una de las plataformas escandalosas de la violencia o el narcotráfico, sino que se enunció desde un sótano cargado de profundas emociones y tragedias; dramas que dejaban al descubierto que tras esos productos editoriales de los escritores del momento, que habían conseguido establecer la miseria como algo exótico, los protagonistas de las historias eran personas atravesadas por el dolor o la angustia y por las mismas expectativas y sueños que la sociedad había optado por ignorar.

Sin embargo, esta voz quedó sola en medio del alud mercantil y su legado sepultado hasta la llegada de Mauricio Palomo Riaño, escritor que considero rescata la memoria de espacios y seres humanos, a través del respeto que él mismo y con delicadeza absoluta mantiene en cada uno de sus relatos.

En este sentido, Palomo Riaño es uno de los escritores más importantes de esta generación que, en Argentina, por ejemplo, por medio de Cristian Alarcón, Carlos Busqued, Martín Rejtman o Jorge Carrión, han rescatado el dolor de las villas y los cartoneros; o que en México, a través de Guillermo Arriaga o Julián Herbert, han conseguido liberar el drama de las calles más caóticas de México; o que en Brasil, gracias a más de 48 escritores, sumergidos en las favelas, han hecho posible esta estética que narra las profundas historias de las sociedades perdidas.

Mauricio Palomo Riaño resucita la conciencia social, a través de los personajes de una sociedad que todos buscaron enterrar, como fue el caso de la “L”, cloaca que en su momento remplazó a El Cartucho y que desapareció de todo referente físico hace poco. Como la misma divinidad Perséfone, Mauricio se toma el trabajo de ser el custodio de esos muertos, de esa memoria escindida por el repudio y el olvido. Los trece cuentos que componen ‘Destechados’, son artilugios precisos y sorprendentes, evidencias neurálgicas de los más profundos errores que el hombre ha causado al hombre.

Leer ‘Ava’, ‘Miedo’, ‘Desamor’, ‘Aviso clasificado’ o ‘Réquiem por un poeta’, es asistir a la galería de unas voces atrapadas en el abismo y que se convierten, a través de ‘Destechados’, en un museo para el futuro.

A veces escribir no sólo se centra en elaborar una fábula sino, en ser la memoria de la aldea. Mauricio lo ha logrado, mostró finura.

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