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Valor agregado y bajos costos

Ya se acabó la posibilidad de tener un país que simplemente porque tenga ventajas geográficas o planes de desarrollo bonitos sea viable si no agrega valor a lo que hace, y trabaja con costos razonables. Ese país simplemente deja de existir.

29 de julio de 2018 Por: Reporteros gráficos de El País 

Si el entrante gobierno del presidente Iván Duque quiere realmente adelantar su programa de revitalización de la economía colombiana, tiene que cimentar su tarea en lograr que Colombia finalmente se enmarque en tener en su aparato productivo dos elementos fundamentales: valor agregado y bajos costos. No son contradictorios. Nacen de la razón de ser del progreso mismo.

En efecto, cualquier economía que pretenda hoy ser competitiva en el mundo, debe tener valor agregado en todo lo que produzca, así como bajos costos operativos. Y esto vale también para la administración pública.

Ya se acabó la posibilidad de tener un país que simplemente porque tenga ventajas geográficas o planes de desarrollo bonitos sea viable si no agrega valor a lo que hace, y trabaja con costos razonables. Ese país simplemente deja de existir.

Si observamos el listado de prioridades que se deben atacar con acciones inmediatas, se ve claro que las raíces de su existencia y/o premura son la ausencia de valor agregado, nacido de la falta de dinámica productiva, y costos altísimos en toda y cualquier cosa, que nos han privado de un crecimiento real (no estadístico) amplio y sostenido.

El Estado colombiano está calificado como paquidérmico (pido excusas a los elefantes por la comparación) y corto de visión, y plagado por vicios. Esto se puede deber a un patrón funcional muy politizado.

Cuando los problemas se descuidan o se tratan de resolver con decisiones mal tomadas, como nos ha ocurrido con lo fiscal, lo pensional, los desarrollos poblacionales, la poca diversidad agraria e industrial, sus consecuencias se acumulan y no otra cosa que una acumulación de problemas es lo que tenemos. Y lo peor es que ante ello no sabemos qué hacer, como lo demuestran los palos de ciego que da la dirigencia nacional.

Peor aún es cuando al gobierno le da por legislar, o decretar, creyendo en la panacea del escritorio.

Es perfectamente posible que lo que necesite Colombia no sea más legislación sino una depuración de la legislación existente, particularmente de aquella que estorbe o cueste, dado que los diagnósticos que nos llevan a cuestionar leyes siempre señalan defectos que son los que inhiben el empleo que esta escaso y que por ello crea pseudoempleos rayanos en más desorden laboral y refugios delincuenciales.

La lógica nos enseña que la única manera de poner a más gente a hacer algo, y lucrativo, para que tengan un modus vivendi normal, es crearles una actividad. Un ejemplo de ello es el del New Deal (Nuevo Trato) de Franklin Delano Roosevelt cuando llegó a la presidencia de los Estados Unidos en los años 30. Y para lograrlo tuvo que enfrentarse a problemas y falencias como los que tenemos. Pero con una herramienta: el acierto.

Colombia hace mucho tiempo que ha dejado de crear actividades productivas en donde se puede y se necesitan y se ha dedicado a crear ilusiones politiqueras creando figuras contrastantes de mala planificación.

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