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Pobres como ricos

Las personas que se clasifican como las más ricas en Colombia, el 10 % de la población con mayores ingresos, son aquellas cuyos ingresos mensuales son superiores a 3.560.000 pesos.

2 de noviembre de 2018 Por: Elpais.com.co

Las personas que se clasifican como las más ricas en Colombia, el 10 % de la población con mayores ingresos, son aquellas cuyos ingresos mensuales son superiores a 3.560.000 pesos.

En ese grupo están funcionarios públicos, profesionales independientes, pequeños empresarios, juntos y revueltos con grandes industriales y terratenientes, que son los menos.

Por sus ‘enormes privilegios’ en la escala de ingresos son también los que pagan impuesto de renta y a ellos se refieren las políticas fiscales cuando se habla de que quienes más ganan deben contribuir con más. Entre otras cosas porque debajo de ese nivel hoy no se paga impuesto de renta (3 millones de personas declaran, pero sólo 900.000 pagan, 1,8 % de la población). Sobre esos ‘potentados’ cae la responsabilidad de construir una sociedad más equitativa.

Claro que el 10 % más pobre tiene ingresos de 261.000 pesos mensuales y dos terceras partes de la población apenas supera el nivel de pobreza.
Como consecuencia, esos ricos en apariencia de la clase media, que es una pobreza que no se atreve a decir su nombre, pagan en impuestos una proporción de sus ingresos muy superior a la que pagan los muy pocos ricos de verdad, todos igualados en el mismo costal. Para pobres los ricos de Colombia, diría un chusco.

Como la equidad tributaria a raja tabla consiste en que todos paguen proporcionalmente a sus ingresos y no haya excepciones, se han venido desmontando beneficios tributarios que tenían la filosofía de aliviar a los contribuyentes, permitiéndoles descontar algunos gastos como educación, vivienda y salud.

A esos descuentos les estableció un límite de 40 % la reforma tributaria del 2016, de modo que de hecho esa clase media que se mezcla con los potentados, en las estadísticas no en la vida social, terminó pagando impuestos de renta exorbitantes para el año fiscal de 2017.

Lo que perturba del efecto de esa reforma es que a través de un recurso técnico, que seguramente pasó inadvertido por los legisladores, desconocedores de esas minucias, se aumentaron de modo exagerado los impuestos a la clase media.

Se supone que para evitar eso están los congresistas. No hay tributación sin representación (no taxation without representation) fue la norma de oro de la constitución norteamericana, inspiración de la nuestra. Sólo que aquí quienes representaban a los ciudadanos en el Congreso ni se dieron cuenta de que los iban a gravar en materia grave; y los ciudadanos quienes hubieran podido ejercer el derecho al pataleo, tampoco.

Lo peor del asunto es que se va a repetir la dosis en la nueva reforma tributaria en la cual, si se aprueba, van a aumentar las contribuciones de las personas naturales, trabajadores y pensionados, gravar la canasta familiar que beneficia demasiado a los ‘ricos’, y disminuir los impuestos al capital, tan sufrido.

El Ministerio de Hacienda considera que hay un margen para que la clase media se apriete el cinturón y ayude a enjugar el déficit fiscal que se estima en 15 billones. El problema es que esos contribuyentes, a quienes les van a hacer la misma operación dos veces, no tienen quién los defienda; las energías del Congreso empleadas en defender a los muy pobres o a los muy ricos.

El tío Baltasar dice que es un flaco honor ser considerado rico por la Dian y pobre por sus acreedores, a quienes le va a tocar pedirles prestado de nuevo para pagar impuestos.

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