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Mañana

Lo de mañana es decisivo. La amenaza sobre la democracia y sobre muchos de nuestros valores e instituciones es grave. No dudo que tenemos un país por mejorar, no somos la gran maravilla pero estamos lejos de ser un país fallido.

26 de mayo de 2018 Por: Paola Otero / periodista de El País 

Lo de mañana es decisivo. La amenaza sobre la democracia y sobre muchos de nuestros valores e instituciones es grave. No dudo que tenemos un país por mejorar, no somos la gran maravilla pero estamos lejos de ser un país fallido. No tenemos una economía ideal pero tenemos estabilidad, crecimiento y somos un referente de buen manejo macroeconómico. Fallido es Venezuela, modelo económico inviable derivado de un sistema político dictatorial, cimentado en principios socialistas que ha dejado resultados catastróficos.

Colombia no puede ir en contravía de la historia tomando con Petro un camino utópico que dejará realidades terribles para el país. Si no reaccionamos en las urnas mañana, estaremos frente a la inminencia de ser ratones de laboratorio en un experimento socialista con desgracias previsibles.

Nada augura que con Petro tendremos un país con mejor futuro. Muchos de sus correligionarios de izquierda que han trabajado con él, lo describen como una mala persona, soberbio y arrogante, que no escucha sino a sus caprichos y obsesiones.

Colombia lo padeció como alcalde de su capital donde dejó la impronta de un pésimo gerente. Sus amenazas a las instituciones y al sector empresarial, son tan absurdas como peligrosas.

Entre sus votantes hay ilusos que no han medido las consecuencias de aquellos países donde el modelo socialista se implementó; hay votantes bien intencionados, mamados con defectos del régimen actual, sobre todo en corrupción, apuntándosele a una solución que será peor que la enfermedad pues para rosqueras y corrompidas, las dictaduras de izquierda. Otros, hastiados de la polarización entre uribistas y quienes no lo son, buscan un político distinto y no caen en cuenta que están optando por un Frankenstein.

No soy uribista, valoro el aporte de Uribe en su momento pero también tengo claros sus desaciertos. Sin embargo, en este momento decisivo debe pesar más el sentimiento patrio y la preservación de las instituciones. No creo que un hombre inteligente como Duque, termine siendo títere de nadie y menos acompañado de una vicepresidente de la calidad de Marta Lucía Ramírez. Votaré por ellos con la convicción de que es lo mejor para este momento crucial del país.

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