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La migración nos afecta a todos

El tema es noticia diaria. En Europa por el Mediterráneo arriban barcos llenos de indocumentados del Oriente Medio y de África que prefieren morir antes de regresar a sus países.

23 de julio de 2018 Por: Redacción de El País 

El mundo de hoy ya no ve la migración con la mirada liberal del Siglo XIX o principios del XX. En nuestros tiempos, el crecimiento desbordado en la migración internacional ha llevado a acaloradas discusiones sobre los beneficios y riesgos de una migración sin control.

Discusiones que aumentan en un mundo donde es inevitable la migración laboral entre países con diferencias de ingreso abismales. Donde la globalización permite el triunfo de industrias de alta tecnología con mínimo desempleo, pero genera fuerte competencia en sectores agrícolas e industriales en los que unos países pierden puestos de trabajo mientras otros demandan mano de obra externa que se ve como amenaza al trabajador local. Donde las víctimas de guerras y desastres naturales son cada vez más extendidas. Y donde el crimen organizado transnacional produce delincuencia en distintos países y genera estigma hacia la migración por los delitos de algunos. Son preocupaciones reales, económicas, sociales, humanitarias y hasta de seguridad nacional.

El tema es noticia diaria. En Europa por el Mediterráneo arriban barcos llenos de indocumentados del Oriente Medio y de África que prefieren morir antes de regresar a sus países. En Estados Unidos, por presiones internas y externas, Trump puso fin a la separación de niños de sus familias indocumentadas. En Suramérica, la situación venezolana ha generado una salida masiva hacia distintos países. Son duras realidades que hacen que unos países impulsen barreras en sus sistemas migratorios, pero ningún Estado puede imponer controles de ley o de fuerza, ni muros de concreto, capaces de frenar la migración. La gente en su desespero siempre cruzará fronteras a pesar de los riesgos.

Las soluciones efectivas requieren un diálogo mundial distinto. Es necesaria la cooperación entre los Estados de destino, tránsito y de origen, para afrontar las causas de fondo. Los países receptores deben reconocer los sectores donde demandan trabajo y diseñar esquemas de inmigración transparentes, con empleo formal o permisos temporales de trabajo que desestimulen la ilegalidad. La cooperación internacional, con sus cuantiosos recursos, debe incluir proyectos educativos, sociales o económicos en países vulnerables, o con áreas laborales amenazadas por acuerdos comerciales o por la producción subsidiada internacional. La ayuda humanitaria para víctimas de conflictos y desastres debe multiplicarse. Debe existir apoyo entre entidades de protección familiar para que desde los países de origen se ofrezca protección estatal que evite a familias con niños migrar en situaciones de riesgo. La lucha mundial contra redes de traficantes de migrantes es otra prioridad.

El asunto no es ajeno a nosotros. Miles de colombianos huyen de la pobreza hacia otros países. Migrantes de todo el mundo pasan por el Urabá y el Darién hacia Estados Unidos, capturados por redes de tráfico de migrantes que generan muerte y corrupción. Ante la situación venezolana, nos han llegado un millón de víctimas en busca de mejores horizontes. Como nuestros recursos son insuficientes, el nuevo gobierno debe buscar apoyo en la cooperación internacional, económica y legal, para definir programas que nos permitan respuestas adecuadas. El respeto a los derechos humanos de los migrantes debe ser prioridad. Así como el reconocimiento al aporte económico y cultural que ellos han traído a los países a lo largo de la historia.

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