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Drogas de miedo

Basta ir a El Calvario para observar el espectáculo más dantesco, infernal, pavoroso y lamentable. Allí se comercia con sexo, armas, para conseguir drogas.

5 de septiembre de 2018 Por: Camila Cardona e Isabel Peláez / Reporteras de El País 

Acierta el presidente Iván Duque al concentrar sus esfuerzos en confiscar cualquier dosis de drogas ilícitas en las calles del país. Creo que no existe una mayor preocupación entre los padres de familia que el dramático aumento de consumo de estupefacientes en el país y particularmente en Cali. Es una realidad que la ciudad está sitiada por el tráfico y el uso de esas sustancias ilícitas. La cercanía con el eje productor de marihuana en el Cauca, sumado a los cultivos de amapola y coca han convertido a la ciudad en la capital del ‘viaje’, pero a la muerte.

Las drogas las están regalando en discotecas de Menga, en las afueras de las universidades, en colegios de todos los estratos. Las historias que me han relatado decenas de jóvenes son aterradoras. Las formas como los chicos se están trabando no tiene comparación con ninguna otra época. Los jíbaros están inundando este mercado porque hay demasiada producción, se están quedando con ella empaquetada y eso no es negocio para ellos. Por eso la regalan en las esquinas de los barrios, en parques como el de Los Estudiantes y Dakota, en el Norte donde las mafias han expulsado a las familias y se han apoderado de esos espacios.

Esa es una realidad en esta ciudad. El triste espectáculo de ver personas ‘chutarse’ heroína en una calle del Centro hoy es real. Basta ir a El Calvario para observar el espectáculo más dantesco, infernal, pavoroso y lamentable. Allí se comercia con sexo, armas, para conseguir drogas. Entran autos lujosos, jóvenes estudiantes en busca de marihuana, perica, heroína, basuco, pepas que allí salen más baratas. El daño a esta generación hay que pararlo. Se está creando una sociedad de entes, chicos esquizofrénicos. Hay que salvarlos, así muchos no quieran.

El consumo de drogas, no me cabe duda, es el principal problema de salud pública de Colombia. Bien por el Presidente, no importa que ahora lo critiquen muchos que se creen los más libertarios del mundo. Esto es de vida o muerte. Sin duda lo principal siempre será hablar con nuestros jóvenes, concientizarlos, darles las bases, pero también hay que poner presos a esos criminales que se enriquecen envenenando a nuestros muchachos.

Mano dura es lo que hace falta. Jíbaros que se ríen de la Policía cuando les incautan las drogas, porque responden que es su dosis personal, mientras el resto la encaleta bajo piedras o en árboles de los parques. Hay que rodear a las autoridades y a la Justicia y darles todas las herramientas porque esta batalla es desigual. Los narcotraficantes no se miden en su intención de envenenar a nuestros jóvenes. Su propósito es idiotizarlos, controlarlos, explotarlos y lo peor es que los chicos no se dan cuenta, pero nosotros sí lo sabemos.

No exagero cuando digo que esto es de miedo. Lo sé porque soy docente y es frustrante ver cómo chicos brillantes se pierden entre un coctel de drogas que achicharra su cerebro. Es una pena. Presidente, adelante, se lo vamos a agradecer.

Sigue en Twitter @Gerardoquinte

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