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¿Cuál es el verdadero Duque?

Por más que el Presidente intenta conciliar, ‘se le sale’ la cuenta de cobro y el olor a desquite es imposible no percibirlo.

6 de agosto de 2018 Por: Isabel Peláez R., reportera de El País

Iván Duque se posesiona hoy como nuevo presidente de Colombia. Su personalidad está a la vista de todos y es lógico que sus actuaciones se interpreten de acuerdo al talante de quien lo escucha. Personalmente me sorprende la dualidad de sus posturas. “Sí, pero no” pareciera que va marcando la parada. En términos coloquiales ‘garrote y zanahoria’.

Mientras tiende la mano, habla de unidad, desea que todos rememos en el mismo barco, a renglón seguido le brota su talante revanchista, la sangre de Uribe y sus planteamientos se quedan en buenas intenciones. La ambivalencia o la doble intención aparecen por más que se quieran disimular.

Horas antes de posesionarse expresó que su deseo es “corregir el pasado y construir el futuro”. Alguien que llegue con mentalidad conciliadora no hubiese utilizado la palabra corregir porque el término lleva implícito la carga de equivocación, de error.

Entonces, Duque se posesiona para corregir los errores. Para mostrar cómo es que se hacen las cosas ‘correctamente’. Es decir ‘a la manera’ de su grupo. Pudo utilizar el término ‘mejorar’ si su talante verdaderamente fuera conciliador. ¿Por qué no suma antes de restar? ¿Por qué no se mejora antes de corregir? No fue así. Ahora empieza el período de las facturas pendientes, de la retaliación.

Es difícil prever un cambio de actitud diferente a la que ha alimentado a su grupo durante estos ocho años. Son ‘hijos de Uribe’ y el aire revanchista se huele por doquier. Por más que el Presidente intenta conciliar, ‘se le sale’ la cuenta de cobro y el olor a desquite es imposible no percibirlo.

Ya lo dijo, el llega a corregir, no a mejorar. Y aun cuando para muchos sea un problema puramente semántico, hay una gran diferencia entre las dos expresiones. Entonces sin haber llegado aún, ya prevé corregir, como quien marca las equivocaciones, recalca lo que, a su manera, no se hizo bien, desbaratando lo de atrás (volvamos al pasado) e incendiando al país para alejarlo de lo que él (de palabra) tanto recalca: unión. ¿Cuál es el verdadero Duque?

El poder de la palabra es innegable, lo puede experimentar cualquiera. Las palabras son sonidos que llegan directamente a la emoción y producen un resultado. W. Dyer hablaría de la intención como aquella carga energética con las que se las ‘carga’ para producir el efecto esperado. En términos parroquiales hablaríamos del ‘tonito’, la manera como decimos lo que queremos expresar para llegar a su objetivo.

El espíritu de revancha está presente. La cuenta de cobro, la retaliación. “El que la hace la paga”. Desquitarse es una manera de venganza. Llega a corregir. El espíritu conservador que lo alienta ¿qué tanto lo obliga a mirar para atrás y devolver años de avanzada en mentalidad pluralista? ¿Cuál es el verdadero Duque? Estamos por descubrirlo.

Qué bueno apostarle al que se muestra conciliador, al que habla de unidad “todos somos amigos de la paz”, no a aquel ‘primitivo’ que se le sale cuando es más fiel a su mentor, a la revancha, a la cuenta de cobro que han acumulado durante 8 años. Al que mira para el futuro, no a aquel que anda con espejo retrovisor.

Estamos por conocer al verdadero Duque. ¿O será que son los dos a la vez y viviremos en la ambivalencia durante los próximos cuatro años? Por el bien de la Patria desearíamos que no.

Sigue en Twitter @revolturas

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