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Natalia Helo directora de los Eventos Especiales del Festival Iberoamericano de Teatro.

"Uno puede rebelarse sin empuñar armas", Natalia Helo

Se llama Natalia Helo, es actriz y nieta del ex presidente Belisario Betancur y dirige los Eventos Especiales del Festival Iberoamericano de Teatro. Diálogo de horas en una tarde gélida bogotana.

5 de febrero de 2017 Por: Margarita Vidal | Redacción de El País

Se llama Natalia Helo, es actriz y nieta del ex presidente Belisario Betancur y dirige los Eventos Especiales del Festival Iberoamericano de Teatro. Diálogo de horas en una tarde gélida bogotana.

Vive sola con ‘Mouna’, su perro, en un modestísimo apartamento minimalista. Bajo la mirada displicente de su cachorro, recostado en una mochila hindú de colorinches y espejos, esta bella y espigada mujer, inequívocamente nacida para el teatro, luce un diminuto corte ‘a la Garcón’, que por cuenta, quizá, del contraste atrevido, le hace crecer los ojos.Cae ya la tarde bogotana y por la ventana abierta entra un chiflón gélido que desmadeja una fastidiosa cortina de velo blanco. Hablamos durante horas y ella comienza a identificar pequeños dioses de la populosa mitología india, incrustados con sobriedad en sitios estratégicos de su apartamento: Brahma; Vishnú; Shiva; Durga; Ganesha… la alegría y la imperfección. Se llama Natalia Helo Betancur, tiene 34 años y es actriz de teatro. Es que incluso, siente que nació con ese mandato. Y lo dice con tal fruición, que parece acariciar las palabras, que maneja con arte, porque toda ella es oral. Habla con los ojos y con las manos. Con la piel. Y con la voz, claro. El placer que experimenta oyéndose acaba tiñéndole con un rubor suave los pómulos. Es una oradora nata. Que ni pintada para las tablas. O para la plaza pública. Es traductora simultánea en tres idiomas: inglés, francés y español y parece sentir la vibración de las palabras mientras apuran el paso entre su cerebro y la garganta.Es hija de María Clara -la menor de los hijos de Belisario Betancur y Rosa Helena Álvarez- y de Camilo Helo. Vive en olor de teatro, de luces, de coreografías, de danzas orientales, de mantras védicos cantados con su voz clara y recia. Largas letanías de palabras cuyo significado es velado para los mortales comunes porque están escritas en sánscrito.Ha estado en la escena underground y en la clásica. En 1994, cuando estudiaba en el Helvetia de Bogotá, el teatro la atrapó bajo la dirección de Jacques Legler. Compartió tablas en Mapa Teatro con Rolf y Heidi Abderhaln, con quienes participó en el montaje de Orestea Ex -machina y de Un Viejo con unas Alas Enormes, de García Márquez, en la India. Lleva 17 años haciendo teatro.¿Alguna vez pensó en dedicarse a algo que no fuera el teatro?No, ese era mi destino inexorable. Me gusta mucho la palabra. Cantarla y traducirla. También escribir, pero siempre vuelvo a las tablas. Es una entrega total, pero no un impulso arrebatado o apasionado. Soy hija de Teatro, sencillamente. ¿Fue difícil para una actriz amateur de 18 años, participar en Las Troyanas de Eurípides?Lo chévere de hacer teatro amateur es que no hay que regirse por convenciones. Hicimos una suerte de alegoría de una Colombia que sufría. Esa obra nos marcó mucho. En 1996 participé en una obra de ‘Gabo’, una coproducción del Festival Iberoamericano de Teatro con una compañía del sur de India. Vivimos cuatro meses allá.¿Qué le enseñó un país tan grande, lleno de dioses y mitos? Una forma distinta de hacer teatro, como nunca había visto antes. Integral, porque allá se baila, se canta, se ayuda con el vestuario y se participa en la escenografía. Todos forman parte de un todo; no hay algo que prevalezca, como en Occidente, donde a veces es más importante el guión o la visión del director.¿Cómo fueron sus estudios posteriores en París?Tuve la fortuna de poder irme a estudiar teatro en la universidad pública de París. Al mismo tiempo me matriculé en una escuela privada de formación teatral, donde los profesores son actores y directores activos. Era genial ver actuar a mis maestros en los teatros reales de Francia. ¿No se le cruzaron los cables entre la universidad y la escuela?Claro que sí. Al final del año me tocó escoger entre presentar los trabajos de la universidad y los de la escuela, que eran simultáneos. Eso me ocurriría muchas veces después en la vida porque cada vez que intento estudiar, si alguien me tienta con una temporada de teatro, salgo para donde sea, sin pensarlo dos veces.Estuvo un año en Francia, ¿por qué regresó a Colombia?Porque mi abuela Rosa Elena falleció. Me devolví para acompañar a mi mamá. Tenía un novio fantástico y la vida hecha, pero cerré todo allá y regresé. Sentí que era lo que debía -y quería- hacer, porque mi familia estaba muy triste. En 1999, el presidente Pastrana nombró a mi mamá Embajadora en la India. Una circunstancia feliz, y volví a arrancar.¿No fue difícil volverse a desarraigar?No, no me desarraigo porque nunca me arraigo. Soy más bien gitana. Camino a Delhi paré un tiempo en París para ver el Teatro del Sol y a su directora, una mujer maravillosa que me recomendó estudiar en el International School of Kathacali, que es una danza tradicional india, muy gestual y muy a tono con el teatro.¿Qué tipo de danza es el Kathakali?Es danza-teatro en la que los participantes cantan leyendas inspiradas en el Mahabharata, el Ramayana y el Baghata Purana. Los actores ejecutan Nrta, pasos de danza, Mudras, gestos con las manos, y Navarasya, expresiones del rostro. Tradicionalmente se baila en los templos durante toda la noche. Es una danza masculina. Los danzantes aprenden a controlar los músculos faciales a tal punto, que pueden reírse con un solo lado de la cara. Son noches de danza en las que pasan cosas. Allí he presenciado cosas fantásticas e inverosímiles, que han desfilado ante mis ojos atónitos.¿Qué cosas?Cosas que no son de este mundo. ¿Experiencias espirituales, visiones?Lo bonito del Kathakali es que tiene muchos elementos, así que uno debe estar muy atento a que los pies estén donde deben estar, a que el ritmo esté bien interpretado, a que todo se ajuste a la técnica. La mente está tan concentrada que todo deja de existir alrededor y se pasa a otro estadio. Tiene que ver con la emoción y la intuición y, desde luego, se experimenta una gran energía liberadora. ¿Un desdoblamiento?No sé qué palabra exacta pudiera usar en castellano. En sánscrito es ‘Dhav’ que significa emoción. Entiendo que usted canta, danza, recita mantras.. ¿Qué más estudió?Música Karnática y artes marciales. ¿Cómo llegó al Yoga?Como tengo un problema grave en la espalda tuve que parar de bailar y así fue como llegué al Yoga para curarme. Encontré la tradición del Yoga Satyananda, muy al norte de la India, en el estado de Bihar. Hoy esa disciplina forma parte de mi vida, de la de mi mamá y la de mi familia. ¿Qué la impresionó más de su experiencia tan larga en la India?La inmensa generosidad y disposición de la gente a oír y a compartir. Son cálidos, abiertos, saben escuchar y todo el mundo te invita a su casa, aun los más humildes. En India hay un dicho: ‘guest is God’, o sea: el huésped, es Dios. Hay mucha pobreza pero también hay mucha apertura y espontaneidad. Eso ayudó a mi trasformación como ser humano y me hizo aprender a oír. Y oír es amar.¿Cómo conoció al famoso director Roystem Adel?Recién llegada a Nueva Delhi, en el 99, fui a verlo en un ‘Otelo’ increíble. Lo agarré a la salida del teatro y le dije: ‘Hola, me llamo Natalia Helo y soy actriz. Me encuentra en la Embajada de Colombia. Si me necesita llámeme. Dos años después llamó y me dijo: ¿Cuándo puede empezar? Yo le dije: mañana. ¿Dónde estaba y qué hacía en ese momento? En otra parte de la India aprendiendo otra danza y acababa de instalarme con una estudiante japonesa en un apartamento. Llevaba sólo dos meses ahí y apenas él me llamó, vendí todo y me fui. Yo ya sabía que mi destino era inexorable.¿En qué la invitó a participar?En una obra con actores y actrices tradicionales indios, del llamado teatro de la calle, en el Festival de Edimburgo. Cuando llegué a mi primer ensayo, me indicaron entrar despacio a escena, saludar y esperar a que me saludaran. ¡Creí que estaba entrando a Las Mil y una Noches! En ese espacio había unos 50 artistas sentados en diferentes lugares. Unos tragaban espadas, otros levantaban pesos con el párpado, allá levantaban cuerdas como si fueran serpientes paradas en la cola, más acá caminaban en la cuerda floja, algunos se habían acostado en el suelo y se iban elevando… Algo mágico y maravilloso. ¿Cuál era el truco?, ¿La magia no es pura paja?¡Ah! pues no sé a usted cuál magia le ha tocado!Bueno, la normalita del mago con el sombrero y la baraja.No señora, la magia es magia.Mmm… al que le gusta le sabe. ¿Qué son los Eventos Especiales que dirige hoy en el Festival Iberomericano?Se trata de la programación académica del Festival. Fanny Mickey, que era una mujer extraordinaria, invitaba con vehemencia a los actores y artistas que venían a que, además de presentar sus obras, dictaran talleres e hicieran encuentros con el público. Son una maravilla, tenemos un gran enfoque hacia la danza, el circo, las marionetas, las técnicas precisas y concretas que traen los artistas. Para el 2012 ya estamos empezando esta labor en mi departamento, que es el del ‘espionaje industrial’(risa): agarramos todas las listas y miramos con lupa a los que vienen y cuál es su especialidad. Les escribimos y los invitamos a dictar los talleres. ¿Involucran gente de teatro, del país?Sí, hacemos una convocatoria grande y damos muchas becas porque no todos pueden pagar. Entonces procuramos cobrarles el precio total a los que sí pueden, para subvencionar a los otros.El Festival Iberoamericano, tan espectacular y exitoso, ¿qué le deja al teatro colombiano como tal?Los talleres prácticos que enseñan técnicas específicas, los contactos con directores y actores de todas las latitudes, todos los idiomas, todos los colores y todas las idiosincrasias, los llamados Encuentros con los Grandes Directores, donde cada uno de los más importantes directores comparten dos horas en coloquios abiertos al público. Allí se ve de todo, cátedra, confrontaciones, deliberaciones, anécdotas, empatías y antipatías. El Festival le deja al teatro colombiano una palabra, una palabra mayor. El Festival es monumental desde el punto de vista teatral, lingüístico, económico, administrativo, gerencial, logístico. ¿Cómo hacen? Es todo eso y más, pero ya está a prueba de fuego porque tenemos los mismos equipos y las mismas cabezas de departamento desde hace muchos años y trabajamos muy eficazmente con grupos relativamente pequeños, de gente muy comprometida. Mi familia y mis amigos, me pierden. El festival ha acabado con todos mis noviazgos pero me ha generado bellas amistades. Risa. Hay que conseguir un novio con la misma ‘vibra’, ¿no?Desafortunadamente sólo dura 16 días. Pero, efectivamente, durante 17 días me acompaña mi héroe del año.¿No la tienta la política? Como su abuelo, el ex presidente Betancur, usted tiene el don de la palabra, condición sine qua non para el teatro, claro, pero también para la plaza pública. Lo que tengo es una profunda vocación de servicio, de modo que siempre quiero ir allí donde me necesiten y donde pueda servir. No sé eso a dónde me lleve. Quiero encontrar un lugar donde pueda desarrollar, a la vez, todo mi potencial. Que eso termine llevándome al terreno político, no lo sé. Lo que sí tengo claro es que donde vaya iré con mi equipo, unos bacanos, comprometidos, chiquitos, divinos, con piercings y cortes bizarros de pelo, en los veintitantos, con una capacidad de trabajo y una eficacia impresionantes.¿Qué significa el ser nieta de su abuelo?Pues creo que me pone en una gran posición para que me conozcan y para que vean dónde puedo servir. Por lo demás, tengo tan buena y entrañable relación con él, que a veces sólo lo veo como mi abuelito que me ha enseñado tanta cosas, y hasta se me olvida que fue presidente. Él me recita versos del Siglo de Oro, que me gustan muchísimo y yo lo sorprendo aprendiéndome poemas de amigos suyos como Eduardo y María Mercedes Carranza. Compartimos el amor por los libros y por la poesía. Me acaba de regalar un libro bellísimo de León de Greiff. Vivimos un mundo personal de pensamiento de palabra y de paz y yo me siento muy orgullosa de ser su nieta.Betancur quiso hacer la paz, pero el país no lo apoyó en su momento y las Farc, como siempre, jugaron sucio. Él todavía es un convencido del diálogo. ¿Usted qué opina?Yo también creo que el diálogo y el poder de la palabra son definitivos para llegar a entenderse con el otro. Uno puede rebelarse contra las injusticias pero no empuñando las armas. El gran problema, desde mi perspectiva, es que en Colombia todos quieren hablar y reclamar, pero nadie quiere oír, ni dar. El individualismo y la codicia se apoderaron de mucha gente y son pocos lo que en verdad están pensando en el interés colectivo.¿Cómo conoció a Fanny Mickey?El director Pedro Salazar me llamó en el 2002 y allí conocí a doña Fanny, con su mirada intensa y su sonrisa. Luego participé en una obra del Teatro Nacional, dirigida por Nicolás Montero, junto con Humberto Dorado, Consuelo Luzardo y Helena Mallarino. Fanny creyó en mí. Cuando nos sentábamos a comer yo siempre hacía un esfuerzo por ser lo más irreverente posible, y a ella le encantaba. Sonreía, me pellizcaba el cachete y me decía: “Sos una hija de puta”. Era una relación tan intuitiva, que cuando levantaba la ceja yo entendía lo que quería. Era un huracán maravilloso. Tenía grandes cualidades, entre ellas una valentía y un coraje impresionantes. Nos enseñó que las montañas se pueden mover. ¿Cómo la influye el tema religioso?Mi abuela Rosa Elena murió con un rosario en la mano y yo siento la fe dentro de mí. Me gusta la religión hinduista porque es politeísta y como soy gente de teatro me gusta que tengan cabezas de elefante y muchos brazos y senos, o que estén bien vestidos los dioses y las diosas maquilladas. En el catolicismo me impresiona el sufrimiento de Cristo y me gustaría que no sufriera tanto. Soy más afín a la Virgen y a las santas católicas porque son más serenas y dulces. Yo tengo mucha fe y soy ecuménica, creo que todas las religiones son buenas. Me gustan los rituales, participar de ellos y auspiciarlos, porque pienso que rezar es muy importante. Es, simplemente, tomar un momento para estar con nosotros mismos, para oír nuestro interior.¿Llevar el pelo corto tiene algún significado?No, estaba haciendo mucho calor.No le creo... Bueno, es deshacerse de un símbolo fuerte. Eso le demuestra a uno que puede desprenderse de muchas cosas. Es, en sí, un acto de desprendimiento.También de poca vanidad...Ese acto tan sencillo me ha confrontado con cosas, porque la reacción de la gente es bastante fuerte. Desde luego me muestra cosas de mí y también de las otras personas, a través de sus reacciones. Usted siempre ha sido rebelde, una criatura muy poco convencional...Así es, las modas del pelo largo, las tetas grandes, el culo parado, no me resultan interesantes. Y en cuanto a que murmuren, pues no me siento aludida. ¿Vive sola?No, con mi perro ‘Mouna’, que quiere decir Silencio. Vivimos El Silencio y yo.

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