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Olla Comunitaria en Bicicleta, el colectivo que reparte almuerzos en las calles de Cali

Katherine Acevedo (24 años) y Víctor Mosquera (28 años), son los gestores de este movimiento que vio la luz en 2014.

23 de marzo de 2016 Por: Diana Carolina Chávez V * | Especial para El País

Katherine Acevedo (24 años) y Víctor Mosquera (28 años), son los gestores de este movimiento que vio la luz en 2014.

Con la inquietud de cómo ayudar a su comunidad  nace la Olla Comunitaria en Bicicleta, un colectivo que además de promover el uso de la bici como medio de transporte amigable con el medio ambiente y hábito para una vida más saludable, busca, a través de un plato de comida,   sacar más que una sonrisa,  brindar una esperanza a habitantes de las  calles de Cali. Katherine Acevedo (24 años) y Víctor Mosquera (28 años), son los gestores de este movimiento que vio la luz en 2014, gracias a que estos jóvenes sintieron una gran necesidad de ayudar a su comunidad. “Iniciamos porque  nos gusta mucho andar en bici y pensábamos en ayudar a toda esa gente que día a día es víctima del rechazo y la indiferencia de muchas personas;  entonces pensamos en combinar las dos cosas y así fue como dimos con la idea”, dice Katherine. Este colectivo recorre las calles de la Sultana del Valle repartiendo en sus bicicletas alrededor de 150 almuerzos,  compuestos de arroz, lentejas o fríjoles, un maduro y aguadepanela o jugo.   “La más reciente olla comunitaria se realizó solo en el sector de Santa Elena, zonas aledañas a la galería, pero por lo general armamos un recorrido y nos vamos a rodar por varias zonas de la ciudad y les damos el almuerzo a quienes lo necesiten”,  cuenta Víctor. En un principio, la idea de rodar por Cali repartiendo comida a habitantes de la calle pareció no tener gran acogida. En aquel entonces Víctor y Katherine se vieron enfrentados al rechazo, a comentarios negativos y desalentadores. “Nos decían  que dar platos de comida a personas en situación de calle es ser alcahuetas o  expresiones como ‘si ellos no trabajan es porque no quieren’.  Con ello nos dimos cuenta de que son personas totalmente ajenas a las problemáticas sociales que enfrenta un país como el nuestro”, reflexiona ella.  Pese a los inconvenientes esta joven pareja no se detuvo y  decidió  crear una página en Facebook. Desde esa red social empezó a  hacer difusión de su movimiento social,  a fin de atraer a nuevos voluntarios y mayores donaciones. Pero de nuevo salió la piedra en el camino. Cuando se convocó la primera olla, asistieron casi 40 voluntarios y las donaciones “llovieron”, pero con el paso del tiempo, el interés de estas personas  empezó  a decaer y de  ese gran número de participantes, pasaron a ser solo seis en el último evento  que se llevó a cabo. Y ni qué decir de la  cantidad de donativos. Sin embargo, la fe y la voluntad de Víctor y Katherine no flaquearon y  prefieren pensar que son más los aspectos positivos que trae a sus vidas el realizar esta labor. “Nosotros no hacemos esto para que la gente diga: ‘¡ay! como son de buenos’.  De hecho, desde mucho antes de tener esta fundación ya llevábamos a cabo este tipo de actividades”, cuenta la joven. “Lo que no teníamos  era la página en Facebook ni solicitábamos tanto apoyo con donaciones como ahora, pero decidimos optar por el aporte voluntario porque nos quedaba muy difícil asumir todo a nosotros”, complementa él.  A futuro,  Katherine y Víctor esperan mantenerse en la causa, haciendo una importante difusión de la labor que realizan como colectivo a fin de que muchas personas se sumen, abiertos ante cualquier propuesta que pueda significar un crecimiento para su fundación.  “Creo que así nadie venga,  nosotros lo seguiremos haciendo porque es nuestro compromiso personal, así ya no podamos sacar sino 50 almuerzos,  con esa cantidad nos vamos. Lo importante del caso es que cada quien  aporte desde su campo de acción, sería muy bueno que las personas dejen de pensar aunque sea solo un día en su bienestar personal y se ocupen de los demás”, opina Katherine. Un día en la olla Es domingo en la mañana, día en que por lo general  se lleva a cabo la Olla Comunitaria en Bicicleta. Desde muy temprano, Víctor y Katherine inician labores, y con ello dan comienzo al evento que los congrega cada 15 días. Los ingredientes para la preparación del menú están listos. A  las 9:00 de la mañana  los primeros voluntarios empiezan a llegar a la casa de la joven pareja, ubicada en el barrio Cristóbal Colón, para ayudar a cocinar.   Una vez finalizada la cocción de todos los alimentos, y previo a salir, cada ración es empacada cuidadosamente en un recipiente de icopor. A menudo,  obtienen unos 100 a 150 almuerzos. Al salir, cada persona toma seis de las comidas y las dispone a cada lado del manubrio de su bicicleta, y con ello prepara  alma y cuerpo para seguir un recorrido que tomara de dos a tres horas. Hacia  las 2:00 p.m., ellos y más  voluntarios  tomarán sus bicicletas y rodarán por las calles repartiendo este menú de la esperanza.   Puestos en marcha, todos en grupo, deambulan por  calles, siguiendo el trayecto que se ha designado para ese día. Las   zonas que más suelen frecuentar son los alrededores de las galerías de Santa Elena y Alameda, el centro de Cali,  el barrio El Calvario, y la Calle 5a., donde se entregan los almuerzos a todo el que lo necesite. Al finalizar la tarde, hacia las  5:00 p.m., regresan a su punto de partida, con los corazones llenos  de alegría por el deber cumplido, pero más por  la satisfacción de haber entregado en una caja de icopor una pequeña esperanza. Otra de las actividades  que estos jóvenes promueven con su colectivo es crear conciencia en las personas de la importancia de los animales como parte de nuestro entorno,  del lugar preponderante que deben ocupar al interior las familias y de la importancia de la esterilización de mascotas para  evitar su reproducción de manera incontrolada. Por ello, en los eventos de olla comunitaria en bicicleta se recaudan donativos para la fauna callejera como alimentos para perros y gatos, medicamentos y juguetes. “La labor que se ha hecho con los animales ha sido muy bonita, pues en ocasiones nos hemos visto en la necesidad de recoger a algunos perros y gatos de la calle. Por suerte contamos con el apoyo de una veterinaria donde nos fían y así es como ayudamos a los animalitos rescatados, hasta que los adoptan”.  Y obvio, esta fauna callejera, perros y gatos,  también se ven beneficiados, pues al menos por un día a la semana ellos también tienen su banquete o menú de la esperanza. La mesa de la calle Desde febrero se instaló en Cali la ‘Mesa del Habitante de Calle’, que busca articular la labor de las distintas Secretarías del Municipio para atender a esta población. Leonor Garcés,  coordinadora de Etnias y Poblaciones de la Secretaría de Bienestar Social, anunció en noviembre pasado, que se espera ampliar la atención de  más de 5000 habitantes de calle que hay en Cali. Hasta la fecha los programas de asistencia solo llegan a 250 personas en los dos hogares de paso en el centro de la ciudad. * Integrante del Semillero UAO - El País

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