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“No podemos pararnos a ver llover sobre mojado”: Ministro de Medio Ambiente

El ministro Gabriel Vallejo dice que frente a las urgencias ecológicas que hay en el país, lo mejor es generar conciencia ecológica.

7 de abril de 2015 Por: Redacción de El País

El ministro Gabriel Vallejo dice que frente a las urgencias ecológicas que hay en el país, lo mejor es generar conciencia ecológica.

En los próximos días, dice el ministro del Medio Ambiente, Gabriel Vallejo, el Dagma deberá firmar un convenio con la Policía de Carabineros para al fin implementar un esquema de seguridad en el Parque Natural Los Farallones de Cali. De esta manera, se espera, será posible empezar a restringir con mayor rigurosidad el acceso al área protegida, como se sabe en problemas,  consecuencia de la minería ilegal y la edificación de construcciones irregulares.

De paso por  Cali la semana pasada, donde estuvo acompañando el lanzamiento del ‘Sello de Carbono Neutro Organizacional’, un sistema de asistencia técnica para que las empresas de la ciudad puedan verificar su emisión de gases efecto invernadero -entre otras cosas-, el Ministro habló con El País de algunos  temas sensibles para la región.

600.000 hectáreas de los Parques Nacionales están afectados por minería ilegal y construcciones. En parques como el Farallones de Cali, esa afectación ni siquiera alcanza a medirse  como consecuencia de problemas de orden público. ¿Qué medidas se plantea el Ministerio?

Estos problemas no son de ahora sino de muchísimos años atrás. Hay tres grandes problemas, la  minería ilegal es uno de ellos. El segundo es la tala indiscriminada: el año pasado fueron 129.800 hectáreas deforestadas. El tercero es el tráfico ilegal de flora y fauna. Pero la minería ilegal es el más delicado porque es el más visible. En ese sentido ya hay acciones en concreto: esta semana el Dagma debe firmar un convenio con la Policía de Carabineros para poder colocar un esquema de mayor vigilancia en el Parque de Los Farallones que permita restringir el paso de gente. Ese convenio dará mayor tranquilidad. 

Como resultado del endurecimiento de las leyes contra la minería ilegal en otros países, ya hay mineros de Brasil y Perú entrando a Colombia. ¿Eso quiere decir que aquí las leyes siguen siendo muy blandas?

Los ejemplos de otros países hay que cogerlos con pinzas por varias razones. La primera es que los demás países no tienen guerrilla, grupos insurgentes y bandas criminales, y eso cambia el panorama. En el Perú, si encuentran una retroexcavadora la destruyen; y cuando pasa eso pues la familia que dependía de la máquina tiene que buscar otra opción para trabajar. Acá, usted ya sabe lo que pasa después de la destrucción de una máquina, y qué pasa al otro día, y qué sigue pasando. Más allá de normas más fuertes, hay que mirar el entorno. No quiero decir que no haya que fortalecer las normas, lo que quiero decir es que  el análisis no puede ser tan simplista; el tema policivo y represivo tiene que ir acompañado de un componente social. 

Durante buen hemos tenido la sensación de que los problemas más graves del río Cauca han estado desatendidos por el Gobierno Nacional. ¿Cuál es su plan para el río?

En el caso del Cauca lo que hacemos es buscar recursos, recursos que ya se han invertido a través de los Pomcas (planes de ordenamiento y manejo de cuencas); los Pomcas serán una de nuestras prioridades.  Pero no hay plata ni estrategia que aguante mientras la conciencia ciudadana en el tema ambiental no cambie. La razón por la que el eje de este Ministerio será la educación, es por eso. Frente al tema del río, que tiene problemas  de contaminación, problemas de contaminación derivados de la minería ilegal y la deforestación,  estamos trabajando con estrategias concretas, pero necesitamos una conciencia ciudadana distinta.

La educación ambiental ha sido una preocupación histórica y repetida. ¿Cómo generar conciencia?

Cuando Mockus sacó su estrategia de cultura ciudadana muc ha gente dijo ¡se enloqueció! Pero mediante actividades y teatro logró transformar el comportamiento de la gente que vivía en Bogotá. Lo que necesitamos lograr es eso, transformar la conciencia colectiva. Para eso ya hicimos un acuerdo con la Ministra de Educación para que el tema ambiental empiece a ser incluido de otra manera en el colegio y las universidades, de modo que sea articulador de todo el recorrido de los alumnos. Y estamos estableciendo alianzas político privadas: las empresas también tienen que entender que la responsabilidad va más allá de poner el letrerito en el empaque de galletas para que lo dejen en la basura después de consumirlas. Cada uno se va a tener que tocar y luego vendrá una estrategia de comunicaciones. 

Cuando usted llegó al Ministerio encontró un presupuesto muy corto, necesitaba cerca de $200.000 millones adicionales. ¿Cómo le fue pidiendo esa plata?

Cuando llegué teníamos 12% menos frente al año anterior y eso es mucho dinero. El tema es que en estos puestos a uno no lo nombran para decir que tiene poca plata para hacer, a uno lo nombran para hacer y para conseguir para hacer. Yo acordé unos recursos adicionales que deben estar por los $100.000 millones, pero en general yo estoy buscando la plata que me falta por cooperación internacional y hoy yo llevo más de cien millones de dólares conseguidos en seis meses. Mi sueño es conseguir 400 millones de dólares este año. Acabamos de recibir cien millones de dólares de la Unión Europea para el tema de páramos, que es una de nuestras prioridades. La plata es un tema complejo pero no puede ser una limitación porque nunca va haber plata suficiente en una coyuntura como la que está el país.

El Atlas Global de Justicia Ambiental cuenta los mil conflictos ecológicos más duros del planeta. De los mil, dice, hoy Colombia tiene 72. Y  por encima solo está la India. ¿Qué tan significativo puede ser ese registro?

Yo soy muy cauto frente a los escalafones. Somos uno de los países más biopersos que existen, con un conflicto que muy pocos países tienen, y ese conflicto le ha causado un gran daño a esa biopersidad. Creo que hoy tenemos un compromiso muy claro para cambiar esa situación, un compromiso muy claro de proteger las áreas. Se han logrado aumentar las áreas protegidas, por ejemplo en el Parque Nacional Serranía de Chiribiquete (de un millón y medio a tres millones de  hectáreas protegidas), y la serranía de San Lucas, declarada parque nacional.

Durante los cuatro primeros años del gobierno Santos hubo cuatro ministros del Medio Ambiente. ¿Qué lo hace a usted un Ministro distinto?

Soy muy malo para compararme. Yo me comprometí con siete cosas: delimitar los páramos, poniendo entre paréntesis Santurbán, y Santurbán se delimitó el 19 de diciembre. Lo segundo era el tema de las Corporaciones Autónomas Medioambientales y yo llevo 32 visitadas y la participación en más de 25 consejos directivos, porque la autoridad ambiental en el territorio (cada región) es la corporación y yo como Ministro lo que tengo que garantizar es que la política pública ambiental llegue al territorio. Lo tercero, la minería criminal y el tema de tráfico de flora y fauna, y ahí ya hay articulaciones de trabajo. Lo cuarto era el tema de cambio climático y hemos logrado avances muy  importantes intersectoriales y de ocho programas muy concretos con  todos los ministerios. El otro tema era el río Bogotá. Y el otro, las licencias ambientales y el agua. Hoy, el 95% de los trámites de licencias ambientales en el país están al día. Yo no le puedo decir qué me hace distinto, le dig qué hecho: he diseñado un esquema gerencial y yo sí espero estar cuatro años frente al Ministerio.

¿Qué encontró en las reuniones en las corporaciones regionales? Porque a muchas las habita el fantasma de la corrupción…

Uno no puede generalizar. El 85% de las corporaciones están muy bien manejadas. El 10% requiere de unos ajustes y hay dos o tres que uno quisiera rediseñar.

¿Cuáles son esas dos o tres?

No me ponga en ese problema… Lo única forma de decir, en todo caso lo que estoy diciendo, es después de haber estado reunido con todos ellos, hablar con ellos, ayudarlos, porque gerenciar desde Bogotá es lo más fácil, pero eso no es así, eso es hablando con la gente en el territorio. Yo vengo del sector social, de ser director del DPS (Departamento para la Prosperidad Social). Pocos colombianos, con humildad lo digo,  conocen la pobreza, y la pobreza extrema del país, como yo: durante casi dos años estuve en helicóptero, chalupa y jeep, recorriendo la pobreza del país. Y por eso  no entiendo  el tema ambiental sin el componente social.

Ese recorrido tan riguroso del que habla, ¿qué visión medioambiental le dejó de Colombia?

Tenemos unos problemas muy graves, hay unas cosas dramáticas, pero es más lo bueno que hay. Cuando usted ve la tragedia de la Ciénaga Grande, eso es terrible, pero hay que arreglarlo y no podemos generalizar. Los páramos, por ejemplo: tienen tres millones de hectáreas en los que viven 350.000 colombianos que hacen agricultura, ganadería y minería; entonces usted no puede pararse en la vida a decir que acabaron con el páramo o que en Sumapz hay papa. Sí, hay papa, pero la labor ahora es lograr reconvertir la actividad de tipos que llevan viviendo 80 años ahí, y antes de ellos, sus ancestros. Creo que pararnos hoy a hablar del dolor por lo causado no suma, lo que hay que hacer es reconstruir los daños, que es lo que estamos haciendo.

Medioambientalmente hay cosas que no tienen reversa…

Hay cosas irreversibles pero, mientras, vamos generando oportunidades: estamos ampliando el Parque de  Chiribiquete, más zonas en parques nacionales, estamos teniendo mayor protección de la policía. Hay unos daños  irreparables pero aquí no podemos pararnos a ver llover sobre mojado  sino a ver cómo detenemos el daño actual:  la minería ilegal, la deforestación, la agricultura y ganadería intensiva… Y lo que estamos haciendo  es justo eso. 

 

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