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“Mis críticos sufren de ‘cristianofobia’’’: procurador Alejandro Ordóñez

El Procurador General de Colombia se defiende de quienes lo critican y asegura que persigue su campaña reeleccionista, pero cumpliendo con su deber.

20 de febrero de 2012 Por: Alfonso Ospina y Alejandra Bonilla - Colprensa

El Procurador General de Colombia se defiende de quienes lo critican y asegura que persigue su campaña reeleccionista, pero cumpliendo con su deber.

El procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado, dice que no les presta atención a las críticas que ha recibido desde que anunció, el pasado 8 de febrero, su intención de ser reelegido en el cargo. Por el contrario, afirma que su fortaleza está en que no le ha temblado la mano para sancionar a algunos de los senadores que participaron en la elección para el periodo que hoy cumple.En entrevista con Colprensa, Ordóñez asegura que aunque quiere permanecer en el ente de control, no es “mesiánico” y que cualquier otro, con carácter e independencia, puede reemplazarlo. También califica a sus críticos como ‘francotiradores’, que lo atacan por sus convicciones religiosas y no por sus providencias.Dijo usted que ha perdido varios kilos por su trabajo en la Procuraduría, entonces ¿por qué tiene interés en ser reelegido?Me gusta lo que estoy haciendo, tengo vocación por la vida pública, pues si no la tuviera, difícilmente podría ejercer el cargo. Segundo, cuando se considera que se está haciendo una buena gestión, uno quiere continuarla. Lo más fácil para quien llevaba 20 años en la Judicatura y había acabado de terminar su vida judicial como Consejero de Estado, habría sido ejercer la profesión (como abogado) y asegurar una mayor estabilidad económica para su familia, pero preferí continuar y ahora también quiero hacerlo, si las condiciones lo permiten. Hasta ahora he dicho que quiero seguir, pero sé que no depende de mí. Si quienes tienen la función constitucional de elaborar la terna consideran que se ha hecho una gestión y que es conveniente que yo siga, pues me ternarán y ahí el Senado tendrá que elegir.Cada vez hay más enfrentamientos por la Reforma a la Justicia, ¿por qué cree que nos cuesta tanto cambiarla, si hay consenso de que no funciona?La administración de Justicia es un diseño de carácter constitucional y estos procesos son traumáticos en su elaboración, trámite y aprobación. Creo que si hay una reforma necesaria es contra la impunidad, porque el país percibe que hay impunidad por falta de decisiones y estas no se dan porque hay congestión. Lo que realmente le duele al ciudadano y deslegitima al Estado es la impunidad. En una verdadera reforma a la administración de Justicia eso es lo que hay que atacar, los demás problemas son secundarios. Y si algo se echa de menos en este proyecto (que está en el Congreso) es que carece de instrumentos eficaces para enfrentar el drama de la impunidad, de la no justicia.Usted ha tomado decisiones emblemáticas en asuntos en los que la Justicia penal va más atrasada. ¿Eso se explica porque hay más agilidad en el proceso disciplinario o porque ha sido más diligente el trabajo de la Procuraduría que el de la Fiscalía?No me gusta hacer esas comparaciones, no me compete. Sí puedo decir que en los procesos disciplinarios hay instrumentos mucho más ágiles, como los que aquí se han utilizado, y en ello la estructura del proceso disciplinario, específicamente del proceso verbal que muy poco se había utilizado, ha sido muy eficiente para afrontar casos paradigmáticos de corrupción.¿Por qué decidió asumir preferentemente el proceso verbal?Cuando me posesioné encontré que había un grave problema de credibilidad frente a los organismos de control, pues los ciudadanos sentían que la Justicia era para los de ruana. Encontré una corrupción galopante que permeaba diferentes órganos de la administración pública y dije que había que escoger casos paradigmáticos de corrupción, es decir, de ministros, senadores, gobernadores, alcaldes de capital, porque de esa manera se envía el mensaje que aquí todos tienen riesgos. Esa decisión debe ser durante el tiempo en que se esté ejerciendo la investidura; para eso existe el proceso verbal, que tiene unas exigencias probatorias; se ha utilizado y se profirieron las decisiones que se conocen.¿Cuál es el resultado de esa agilidad?Se han destituido 8 gobernadores en ejercicio y 178 alcaldes; de esa manera enfrentamos la corrupción. Los corruptos están corriendo riesgos.¿Teme que eso no siga sucediendo si usted no es elegido de nuevo?No, yo no soy mesiánico. Es una de las características de mi personalidad. Esto se puede hacer con Alejandro Ordóñez o con Perico Pérez. Puede ser liberal, conservador, no tener partido, puede ser del Polo, verde, blanco, católico, protestante, agnóstico. Puede ser cualquier persona. Lo que pasa es que quiero seguir y la Constitución me lo permite. Se ha hecho una labor que no se puede absolutizar. Se han tenido aciertos, se han cometido errores, he sido sujeto a críticas, aplausos, pero yo no soy mesiánico. Lo cierto es que la persona tiene que tener carácter e independencia, porque sin eso, no se puede hacer. La mayor cantidad de críticas que usted ha recibido tiene que ver con sus convicciones religiosas. ¿Puede afirmar que en su ejercicio nunca han intervenido sus convicciones al tomar una decisión?Ahí están las decisiones. Cuando me hacen esa pregunta yo digo: “¿Conocen mis decisiones? ¿Las han leído? Mis conceptos ante la Corte Constitucional sobre temas tan álgidos sobre la vida, el matrimonio, el aborto, la adopción, ¿los conocen?”. La gran mayoría no, pero en esos conceptos no hay un argumento o insinuación que esté fundada en un discurso confesional. No hay una cita religiosa, son argumentos basados en la Constitución y en la jurisprudencia.¿Siente que lo persiguen con ese tipo de críticas?Hay un problema de intolerancia de un pequeño sector que sigue fungiendo como ‘francotirador’. Son personas que están expresando una gran intolerancia y asumiendo una actitud discriminatoria, porque al Procurador no se lo critica por las providencias, sino por lo que piensa. Eso no lo permito. Hay una especie de ‘cristianofobia’, que se manifiesta tratando de generar inhabilidades morales. Así, los católicos no podrían aspirar a cargos públicos y sólo podrían pagar impuestos y prestar el servicio militar, porque no pronunciarían un pensamiento jurídica, política o éticamente correcto.¿Le cansan esas críticas? Pueden decir todo lo que quieran. Si uno solo de los argumentos de esos ‘inconsecuentes librepensadores’ fuera cierto, no hubiera ganado las diez tutelas que me han puesto por eso. Lo que esas personas quieren diseñar es una democracia esquizofrénica. Además, todos esos librepensadores de ‘pipiripao’ fueron los que me eligieron. Guardo profundo cariño y agradecimiento a María Jimena Duzán, a Daniel Coronell, a Ramiro Bejarano, a Cecilia Orozco, a los Samper (hijo y padre); por ellos rezo todos los días, porque gracias a ellos yo soy Procurador (risas). A mí nadie me conocía y cuando fui candidato me empezaron a sindicar de prevaricador. Moralmente, éticamente, no lograron sacar nada. La gran acusación era: ¡es católico y tiene convicciones, cuidado! Gracias a eso, el Congreso votó casi unánimemente por mí.Pero también lo critican por decisiones tomadas recientemente, como el cierre de la indagación preliminar contra Juan Manuel Corzo o por pedir la absolución de Javier Cáceres en su juicio por ‘parapolítica’…Alguien me dijo: ‘Ah, es que usted es amigo de Juan Manuel Corzo’. Sí, soy conocido de él y de cien senadores más. En ese caso había dudas, no había pruebas de su vinculación con los paramilitares y no sólo pasó con él, sino con otros tres senadores. Se olvidan que he sancionado a varios de los que me eligieron: pedí la pérdida de investidura de Habib Merheg; la pérdida de investidura y la condena de Alirio Villamizar, paisano mío y quien en nombre del Partido Conservador me manifestó el respaldo en el Senado; destituí a Iván Moreno Rojas, paisano mío y quien convenció al Polo de que me apoyara; en estos días quedó en firma la destitución del representante Yensi Acosta; al senador Luis Alberto Gil lo destituí y le di 20 años de inhabilidad; Ramiro Devia fue destituido. Son 18, incluida Piedad Córdoba, que no votó por mí, estoy casi seguro, pero que hizo parte de ese Senado.Y el hecho de pedir la absolución de Cáceres en su juicio por ‘parapolítica’…Cuando uno toma decisiones afecta a algunos y beneficia a otros y eso no quiere decir que esa decisión tuviera uno de esos móviles. Javier Cáceres Leal, por ejemplo; dicen: ‘Huy, claro, es amigo del Procurador’. Y por qué no dicen lo mismo del Consejo de Estado, que hace unos meses negó su pérdida de investidura. No puedo asumir espíritu de cuerpo ni con la Fiscalía ni con la Corte, porque mi función es ser garante de los ciudadanos y cuando encuentro que hay duda y no certeza, no puedo decir que lo sancionen. He coincidido y he discrepado con la Fiscalía y con la Corte, qué tal que un Procurador no tuviera ni formación ni carácter ni principios y sacrificara su función por temor a la presión de sectores políticos o mediáticos, no.¿Usted le garantiza a la ciudadanía que lo que resta de su periodo no será una campaña releccionista?Seguiré fallando como lo he hecho. Hay un gran número de senadores que han terminado afectados, catorce gobernadores, alcaldes de capital. No hice unos meses de campaña, llevaba 20 años aspirando a ser Procurador, porque siempre lo quise y sabía que lo podía hacer bien. Desde luego esto tiene sus amarguras y hay días en que se me sale el santandereano, pero estoy contento. Voy a hacer campaña reeleccionista, pero cumpliendo el deber. ¿Voy a hacer campaña reeleccionista con las decisiones sesgadas? ¡No! Para pensar así se necesita que no me conozcan.¿En qué cree que se ha equivocado?Hay muchos aspectos. A veces hay contrariedades, pero ese juicio más bien lo dejo a la opinión.

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