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Jorge Enrique Bedoya, viceministro de Defensa.

“Manejo del campo debe ser más empresarial”: nuevo presidente de la SAC

Jorge Enrique Bedoya, nuevo presidente de la SAC, pide a los agricultores un cambio de mentalidad para que el sector sea rentable

24 de abril de 2017 Por: Alfredo García Sierra / reportero de El País  

En Colombia la mayor parte del modelo de producción agropecuaria se basa en la subsistencia de los campesinos, y no para competir a escala empresarial como sucede en Europa, Estados Unidos y el Asia.

De allí que existan altos niveles de pobreza, poca asistencia técnica y dificultades para el acceso a crédito barato o con tasas preferenciales.
Por eso, el nuevo presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, Jorge Enrique Bedoya, dice que su meta es que el sector sea sostenible y competitivo, pero en un marco de manejo empresarial.

No será una tarea fácil, ya que primero hay que cambiar la cultura y la mentalidad de los productores.

La desaceleración económica es un hecho. Bajo ese marco difícil ¿cuál cree que será el desempeño del agro este año en Colombia?

El paro camionero y el fenómeno de El Niño afectaron sin duda al sector el año pasado. Eso llevó a que el crecimiento del agro fuera del 0,5 % y para este año las expectativas de algunos cultivos son muy disímiles. La avicultura y la porcicultura vienen creciendo, y la ganadería no trae el mejor crecimiento, mientras cultivos como el arroz y el maíz con unas áreas sembradas importantes tienen una dinámica interesante.
Pero todo depende del clima y nos preocupa mucho lo que está ocurriendo en las últimas semanas y unos modelos que predicen que hacia el final del año se presente otro fenómeno de El Niño. Sería irresponsable decir cuál será el crecimiento por esos factores que pueden alterar los cultivos.

¿Dentro de todo ese panorama, el agro colombiano sí está preparado para el posconflicto?

El campo colombiano va mucho más allá de la negociación con las Farc. El campo depende de una serie de políticas públicas y de unos temas transversales como las carreteras terciarias que no son buenas. Hoy solo el 6 % de esas vías son pavimentadas y muchas están en pésimo estado para sacar la producción a los centros de consumo.

Pero más que eso, el campo colombiano lo que debe buscar es una rentabilidad sostenible enfocada no solo a un tema de oferta, sino a un manejo empresarial. Eso va mucho más allá de la implementación de los acuerdos con las Farc.

Llega usted a la SAC en un momento complejo para la economía y el agro. ¿Cuál será su meta al frente de la agremiación?

Lo primero es lograr la rentabilidad a través de meterle más concepto y manejo empresarial al campo. Es decir, que se produzca aquí lo que tenga mercado, pero en un marco de políticas públicas no solamente en el tema del crédito y la infraestructura, sino elementos como la formalización laboral y la educación en las zonas rurales e impulsando el rol de la mujer. Preocupa qué va a pasar con la mano de obra en el campo y con las nuevas generaciones de agricultores. Y cómo hacemos para lograr mayor tecnología e innovación para darle sostenibilidad y rentabilidad al sector, además de competitividad. Estas son algunas prioridades que hoy están en la agenda de la SAC.

¿Por qué ha sido tan difícil que en Colombia el campo se administre con criterio empresarial?

Es un tema de actitud individual y de cultura. Seguramente, en la sumatoria de los individuos hay una estigmatización de que ser empresario es solo un negocio para los grandes. Para ello se debe trabajar más en la formalización productiva del agro, y en eso queremos hacer esfuerzos no solo a través de la SAC y de los gremios afiliados, sino mediante un diálogo con el Gobierno para alcanzar una mayor competitividad entre los diferentes productores.

Y todo porque existe una razón muy sencilla: Colombia se globalizó y cada día hay una mayor apertura con reglas de juego en materia arancelaria en las negociaciones de los Tratados de Libre Comercio, TLC.

Si no se produce un cambio de mentalidad (entre los agricultores) que se vea reflejada en que el sector sea más empresarial perderemos una bonita oportunidad en medio de un momento histórico para la ruralidad de nuestro país.

¿No es paradójico que a pesar de tener una buena producción agrícola, el país siga importando 10 millones de toneladas de alimentos al año, cuando éstas podrían ser sustituidas?

Paradójicamente en la importación de alimentos y materias primas, la gran mayoría de ellas son para abastecer también al agro. Es el caso de la soya, maíz y las oleaginosas en general, que son el 70 % de todos los volúmenes de importación, y allí hay una oportunidad de mercado. Son productos que vienen de países que cuentan con ayudas (subsidios) sino con unas mentalidades y de cultura más empresarial y escalas de producción diferentes a las nuestras.

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No podemos quedarnos pensando simplemente en que esas millones de toneladas le están quitando oportunidades a los productores domésticos, sino cómo estos pueden arrebatarle ese mercado a los importados.

¿El país necesita más TLC?

Cuando uno mira este tema es muy fácil poner el espejo retrovisor frente a Estados Unidos, Europa o el Mercosur, o los vecinos. No podemos quedarnos pensando en cómo podrían haber sido esos TLC. Debe haber estabilidad en las reglas de juego porque al final del día es lo que importa a los inversionistas. A la luz de eso debemos ser más competitivos con nuestros productos y dar un salto en ese sentido. Y eso de que hayan quedado bien o mal negociados los TLC, podríamos dialogar durante muchas horas.

Colombia posee 22 millones de hectáreas de tierras aptas para ampliar la frontera agrícola, pero solo se usan 5,3 millones. ¿Por qué no se han aprovechado para lograr esa competitividad y que muchos campesinos salgan de la pobreza?

El tema de la pobreza no se resuelve simplemente con tierra. Hay que darle tierra a la gente, pero que esté en condiciones de explotarla con asistencia técnica y cultura empresarial. Una vez que se ingrese al sistema productivo hay que tener una visión de mercado. Lo segundo es de qué nos sirve tener tierra, pero sin contar con vías y conectividad.

Allí la presencia del Estado es clave en zonas donde pueden haber enormes oportunidades no solo para los colombianos sin tierras, sino para aquellos que disponen de recursos económicos para invertir y contribuir no solo a la seguridad alimentaria, sino lograr una actividad agrícola competitiva y sostenible, pero ante todo rentable para los trabajadores del campo colombiano.

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