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“Los que impugnaron la Convención se han contagiado del tinterillismo petrista”: Holguín Sardi

El exministro Carlos Holguín asegura que lo ocurrido en la Convención fue una rebelión espontánea de las bases. Dice que el partido debe ir solo hasta primera vuelta.

2 de febrero de 2014 Por: Redacción de El País

El exministro Carlos Holguín asegura que lo ocurrido en la Convención fue una rebelión espontánea de las bases. Dice que el partido debe ir solo hasta primera vuelta.

En algunos sectores se ha presentado lo ocurrido en la Convención del Partido Conservador como un complot uribista y que la escogencia de Marta Lucía Ramírez fue producto de ese complot. ¿Qué responde a eso? Están viendo fantasmas donde no los hay. La Convención fue muy espontánea, libre, sorprendente, nunca creí que llegará a tener ese número de inscritos, 6.000, y que la inscripción brotara sin mayor publicidad, sin estrategia especial, solo un call center desde donde se llamaba a la gente, una página web y una línea gratuita. Fue impresionante, nunca creí que llegaríamos ni a dos mil delegados. Lo que hubo allí fue una confirmación real del conservatismo. Se daba como un hecho que el presidente Santos iba a ser ungido. ¿Cómo hicieron para voltear ese resultado contra todo pronóstico?Eso fue totalmente espontáneo. La campaña de Marta Lucía hizo un trabajo metódico varios meses, y en las últimas semanas algo hizo Pablo Victoria. El Directorio asumió posición de neutralidad, y los miembros del Directorio que más influencia podíamos tener asumimos una posición, unos defendiendo el candidato propio y otros que estaban con Santos. ¿Cuál era su posición frente al tema?Siempre, candidato propio y eso no era una posición reciente, yo desde hace dos o tres años venía criticando que el partido no definiera una política, que ha sido histórica: que el partido es un medio para llegar al poder. Se veía clarísimo que la polarización entre Uribe y Santos nos iba a dar esa oportunidad, pero nunca trató nadie de trabajarla. Trabajaron más la adhesión a Santos y allí se fue diluyendo el Partido Conservador, que dejó de opinar, de hacerse sentir. Nadie sabía qué estaba pensando, nadie decía nada. Esa es la historia de estos dos o tres últimos años. Votaban todo. Por eso fue muy sorprendente esa respuesta en la Convención. Sin duda hay una sinergia entre el Partido Conservador y el uribismo. ¿Piensa que el partido debe irse solo hasta la primera vuelta presidencial o cree que antes debe buscar un acercamiento con los uribistas?Ni de vainas. Esto que pasó es una afirmación de identidad y el Partido tiene que ir a primera vuelta a ganar o, al menos a pasar a la segunda. Debido a que Marta Lucía estuvo en las primeras reuniones del uribismo, se teme que ella esté haciendo un mandado a ese grupo. ¿Cómo hacer para que ese hecho se aclare?Le toca a ella despejarlo porque ella causó eso en esas primeras reuniones, pero se retiró a tiempo. Para mí es clarísimo el mensaje de que a ella la ungieron como candidata del partido para que, como tal, buscara ganarle a Óscar Iván en la primera vuelta, y que luego que el uribismo se plegue a ella.Usted hizo parte del gobierno del expresidente Uribe y apoyó su gestión ocho años. ¿Cree que el partido hoy está más cerca al uribismo que de la verdadera línea conservadora?Lo que palpé en la Convención fue un sentimiento puramente conservador, una especie de consciencia que se la inculcamos mucho hace 10 años a los jóvenes que hoy son dirigentes regionales, de que la democracia colombiana no puede existir sin que ese talante, esa ideología, ese pensamiento, eso que se llama conservatismo se exprese a través de una fuerza política organizada y sólida. Evidentemente las bases tenían, hasta hace tres o cuatro meses, mucha sintonía con el expresidente Uribe, pero eso ha cambiado, porque empezaron a ver que el Centro Democrático trataba de captar de la fuente conservadora y se apertrecharon para defenderse. Lo que dejó la Convención fue una división entre la base de un partido y la dirigencia. ¿Cómo resolver eso? No habrá otra forma de resolverlo sino que ellos (los congresistas) regresen a juntarse con la base, para que voten por ellos, son candidatos, están en las listas, y no se pueden salir de allí. Me parece que hacer lo contrario es cavar su propia tumba. Un exmagistrado impugnó la convención y dijo que se habían presentado irregularidades muy evidentes. ¿Qué opinión le merece esta impugnación?Me duele mucho que mi exviceministro (Guillermo Reyes) se haya prestado para contagiarse del tinterillismo petrista. La Convención fue absolutamente legítima, transparente, habilitamos a los que reunían las condiciones y a los que no cumplían no se les habilitó. Funcionó con normalidad y con plenas garantías. Otra cosa fue que los delegados se desbordaron en mala hora, de mala manera y le hicieron algo realmente afrentoso a un hombre tan importante como Gerlein e hicieron una demostración de intolerancia con Santos, tampoco ese es el estilo. ¿Hubo rebelión de las bases contra los congresistas y contra el mismo Directorio Nacional?Sí hubo una rebelión y creo que, incluso, mucha gente que llegó motivada por dirigentes se rebeló allí y, a mi juicio, creo que hubo una explosión de afirmación conservadora. ¿La Convención escogió a Marta Lucía porque no había más?No creo, Marta Lucía era la que más había trabajado, la que más recorrido tenía, la de mayor conocimiento, había hecho un trabajo metódico, recorrió el país muchos meses. Pablo Victoria tenía una memoria lejana de la época del 8.000, entró e hizo un buen papel. Y lo de Leyva sí fue una cosa impulsiva que no entendí. Marta Lucía llevaba una ventaja grande. Desde el 2002 se ha vuelto costumbre en el Partido Conservador que los congresistas se deslicen hacia otras campañas presidenciales, ya pasó con Juan Camilo Restrepo y con Noemí Sanín. ¿Teme que con Marta Lucía se repita la historia?Puede pasar. Los dos casos que menciona son particularmente dolorosos y desgraciadamente eso hizo escuela en el partido. Pero lo deseable es que los congresistas vuelvan al partido a congraciarse e identificarse de nuevo con las bases. Los 14 que se fueron son una minoría, por muy importantes que sean muchos de ellos.Dependerá de en qué condiciones esté Marta Lucía en marzo, después de las elecciones, para dónde peguen. Si ella se ha posicionado como la alternativa de Santos, allí creo que volveremos a encontrarnos muchos. ¿Por qué la alternativa de Santos? Porque hay un 60 % de la opinión que todavía no ha sabe por quién votar o está pensando en votar en blanco. Nunca, que yo recuerde, ha habido una tan alta intención de voto tan marcada a favor del voto en blanco y menos en las presidenciales. A mi juicio, la candidata tiene un chance importante. ¿Es partidario que los ministros conservadores renuncien del gabinete?Esa es una pelea que no vale la pena dar. Finalmente eso depende de Santos, no de nosotros. ¿Qué piensa cuando se dice que hay más conservatismo que partido? Sí, esa ha sido la historia de Colombia, pero en este momento puede ser muchísimo más grande y puede ser también el momento para que esa brecha tan grande se acerque, porque desde el gobierno de Uribe uno empieza a ver que la opinión pública se identifica con unos valores y, en general, con valores muy conservadores. La opinión pública no está en contra de los derechos de los homosexuales, pero no le gusta que hagan ostentación de eso ni que lo conviertan en un valor. Eso no le gusta a esa inmensa mayoría que se identifica con el conservatismo.¿No piensa que lo que ha venido ocurriendo es que dirigentes de otros partidos se han apropiado del ideario conservador?Sí, Uribe ganó mucho espacio con eso, entre otras cosas porque ha sido uno de los pocos líderes que con verticalidad, carácter y claridad, defendió esos postulados, los hizo suyos y se identificó con ellos, cosa que no se daba desde Álvaro Gómez, quien tenía problemas de comunicación que no permitían que esas grandes mayorías conservadoras llegarán al partido.¿Piensa que los congresistas conservadores quedaron mal acostumbrados con el gobierno de Uribe que les dio de todo?Es probable; nosotros no podemos desconocer que tuvimos muchas cosas, pero Uribe respetaba nuestra identidad. Cuando Juan Camilo Restrepo retiró su candidatura en las elecciones del 2002, un número considerable de congresistas se fueron a donde Uribe a ofrecerle su respaldo, pero él les dijo que no hablaba con congresistas independientemente sino con la institucionalidad del partido y que mientras no fuera el Directorio, él no hablaba. Esa fue la fórmula de la relación que hubo todo el tiempo. Con Santos eso no ha existido, él ha desconocido la institucionalidad y desconoció el partido. Acabó con la justicia y con los gremios y eso es muy grave porque este país ha resistido toda la tragedia del conflicto y la violencia porque tuvo unas instituciones fuertes, que funcionaban. La reconstrucción de la institucionalidad va a ser una tarea grande.¿Qué papel jugó usted en la Convención, ya que se afirma que fue clave para el resultado que se dio?Yo sí quería que hubiera Convención y quería que fuera lo más popular posible. Yo había hecho las consultas populares, en donde las decisiones se tomaban allí. Por ejemplo, la de respaldar a Uribe la tomaron 1.200.000 colombianos que votaron, desgraciadamente todo eso lo desmontaron, a mi modo de ver, con la creencia de que se podía manejar más fácil una cosa pequeña. Pero nosotros trabajamos para que la Convención resultara, como fue, una expresión natural de las bases del partido.¿El presidente Santos recibió el domingo un poco de su propia medicina por el mal trato que, según algunos de ustedes, le ha dado al Partido Conservador? Creo que es una cosa más de estilo, al partido nunca le han gustado los liderazgos inciertos, que van y vienen y que se mueven, que dan dos pasos hacia adelante y uno para atrás, que es la característica principal del liderazgo de Santos. El partido ha estado acostumbrado a unos liderazgos claros que se sabe para dónde van y eso forma parte de nuestro talante. Probablemente la mayor objeción que se le pueda hacer a Santos, abonándole que tiene cosas buenas, no soy enemigo de su gobierno, es ese liderazgo dubitativo e incierto que le ha causado mucho daño al país.

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