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Hay Rubén Blades para rato

El músico panameño Rubén Blades habló primero en el Hay Festival, que comenzó ayer en Cartagena. Luego repasó con El País su historia musical. Diálogo afinado.

28 de enero de 2011 Por: Lucy Libreros, enviada especial a Cartagena

El músico panameño Rubén Blades habló primero en el Hay Festival, que comenzó ayer en Cartagena. Luego repasó con El País su historia musical. Diálogo afinado.

Sucedía siempre: para la campaña presidencial de Panamá en 1994, Rubén Blades fundó el partido ‘Papá Egoró’ (madre tierra); elaboró un plan de gobierno con énfasis social; cuestionó despilfarros y errores de otros gobiernos. Pero en el epílogo de cada mitin, sus seguidores olvidaban al político que tenían enfrente y comenzaban a cantar sus canciones. La anécdota la recordó el propio cantante ayer en Cartagena, adonde llegó como invitado al Hay Festival: “Muchos no lograron desprenderse del Blades cantante. Y yo, a la larga, los entendía, porque la música no es sólo divertimento, sino un vehículo para expresarse, para reflexionar. Y mientras los escuchaba, pensaba este ‘Pablo Pueblo’ sigue más vivo que nunca”. El padre de Pedro Navaja no ganó. Y cuando se pensaba que quedaría fuera de la política, Martín Torrijos lo nombró Ministro de Turismo: “Muchos creían que no duraría ni tres meses, pero me concentré en convertir el país en el más visitado de Centroamérica. Me desconecté de la música para que no vinieran a decir: al musiquito le quedó grande ser ministro”. Rubén Blades ha hecho de la terquedad una virtud: en 1969, cuando salió su primer disco, ‘De Panamá a Nueva York’, incluyó ‘Juan González’, contra los consejos de artistas amigos. No era buena época para cantar a un guerrillero abatido por el Ejército, cuando había 16 dictaduras en América Latina. Era casi un acto suicida. Nada ocurrió. Tampoco cuando ‘Siembra’, álbum que causó escepticismo, echara por el abismo la unión de Blades con Willie Colón. Los ortodoxos lo declararon herético, pero hoy ‘Pedro Navaja’ es un himno y ‘Plástico’ recuerda que en unos países “en vez de un sol amanece un dólar”. Con el álbum, Blades entendió “que nunca nadie debía decirme qué grabar, ni he permitido que ninguna compañía de discos lo haga. Al comienzo era un riesgo grande, implicaba no convertirme en figura mundialmente famosa, pero me convertía en un escritor. Y como sucede con los grandes libros, ni las buenas canciones ni los buenos álbumes tienen fecha de vencimiento”. La madurez trae sinceridadHabía nacido la salsa intelectual, la salsa social. Ya estaba bueno de sólo “ven, vamo’ a gozá”. “Mi niñez y mi adolescencia –confiesa Blades– estuvieron marcadas por fuertes episodios políticos. En 1964, Panamá fue escenario de una masacre cometida por el Ejército de los Estados Unidos en la Zona del Canal. Asesinaron a estudiantes que habían cruzado la 'frontera' para izar la bandera panameña, lo que no estaba prohibido. Súmale más de 15 dictaduras militares en toda América, Vietnam y la lucha por los derechos civiles de Estados Unidos. Y mientras todo aquello sucedía, Elvis Presley bailaba rock’n roll y sonaban los Beatles, la Orquesta Aragón, Tito Puente y Richie Ray. Bebí de todo eso para hacer mi música”. Hoy, 42 años después de su primera canción, Blades siente que la madurez le ayuda a escribir con más sinceridad: “Ya uno se preocupa menos por las consecuencias de lo que dice y hace. Cuando empecé, mi preocupación era hacer crónicas cantadas, historias urbanas, de barrio, sin caer en el panfleto. Aún sigo creyendo que debe ser así, pero sin preocuparme qué reacción vaya a tener”. Carlos Fuentes alguna vez dijo que las canciones de Rubén Blades eran como cuentos cortos. Esa afinidad con la literatura llevó a éste a tratar de convencer al propio García Márquez, al que llama “un músico que escribe novelas”, de dar forma a un álbum a cuatro manos. Así lo recordó Blades en Cartagena: “Un día lo llamé y le sugerí que escribiéramos un disco. Dijo no. Me mandó a que lo escribiera solo. Al cuestionarle por qué, sólo dijo: Porque no terminaríamos nunca”. Entonces Blades llevó a la salsa diez cuentos de Gabo, que no fueron muy acogidos. No importó, dice: “No siempre lo que escribiré y cantaré le llegará a todo el mundo. Pero, a mis 62 años, me queda la tranquilidad de haber logrado que el corazón de cada latinoamericano palpite con la necesidad de hacer una Latinoamérica mejor”.

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