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“Está visto que volvimos a meter la pata”

El ex ministro Abdón Espinosa Valderrama, una institución en el país, analiza la actual situación económica nacional. Destaca la intervención del Gobierno en la salud, pero señala errores en el modelo de desarrollo.

11 de septiembre de 2011 Por: Margarita Vidal

El ex ministro Abdón Espinosa Valderrama, una institución en el país, analiza la actual situación económica nacional. Destaca la intervención del Gobierno en la salud, pero señala errores en el modelo de desarrollo.

El próximo 4 de noviembre, Abdón Espinosa Valderrama cumplirá sus primeros 90 años de edad. Y está como una rosa. Luce una tez envidiable. Rosada y lisa. Un ánimo imperturbable. Una cabeza lúcida.Durante 63 años ha permanecido vinculado al periódico El Tiempo, desde cuando el ex presidente Eduardo Santos, su propietario, paró su legendario carro al verlo pasar, y le dijo: “Abdoncito, quieres trabajar en El Tiempo?”. Allí ha fungido de subdirector, director encargado en diversas ocasiones, gerente, editorialista y columnista. Su columna ‘Espuma de los Acontecimientos’ comenta invariablemente los principales sucesos del país, especialmente aquellos que se refieren a las abstrusas y complejas ciencias de la economía. Abdón es abogado de la Universidad Nacional, y doctor Honoris Causa de la UIS, de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla y de la UNAB. Fue Secretario Privado de Alberto Lleras, miembro del Comité de Expertos Financieros del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, Representante a la Cámara, Concejal de Bogotá, Ministro de Hacienda de Carlos Lleras y de Alfonso López Michelsen. Presidente de la Asamblea General del BID y Embajador en España. Es autor de numerosas publicaciones sobre economía, miembro honorario de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y miembro correspondiente de la Academia de Historia de Santander. La Academia Colombiana de la Lengua acaba de admitirlo como miembro honorario. En su discurso de aceptación, este hombre, que ha sido testigo ático y protagonista excepcional de numerosos acontecimientos claves del país, hizo una ilustrativa exposición sobre la vida y ejecutorias de dos destacados periodistas colombianos del siglo XX, doblados de políticos y ambos presidentes de Colombia: Eduardo Santos Montejo (tío-abuelo de Juan Manuel Santos) y Alberto Lleras Camargo, con quienes trabajó muy de cerca.Dice que ambos jefes liberales trabajaron siempre por restablecer en el país un clima civilizado en el que todo pudiera debatirse sin derivar a la violencia. Sostiene que “fueron intransigentes en la defensa de la libertad, de la justicia, de la democracia y de los derechos humanos, y abrieron sin rencores la puerta al entendimiento con los contrarios y a la reconciliación nacional, sobre la base de restablecer la legalidad democrática, el derecho a elegir y ser elegido y la plenitud de las libertades y garantías públicas”. Cómo recuerda a Carlos Lleras?Tenía una vocación didáctica extraordinaria que le venía de una familia de maestros. Era un trabajador incansable, interesado en todos los temas. Tenía siempre un cigarrillo colgando de una de las comisuras. No le podía faltar, pero después lo abandonó por completo. Era muy impulsivo, pero tenía marcha atrás, porque también solía ser muy reflexivo. Si uno le expresaba algún desacuerdo, recibía bien los argumentos siempre que fuera en privado. No pasaba lo mismo si era en público. Lo primero que me dijo el 8 de agosto de 1966, ya posesionado como presidente, durante el primer Acuerdo que realizamos, fue: “Le quiero hacer una advertencia, Abdón: yo no voy a ser el Ministro de Hacienda”. Bueno, él también sabía de Economía.Sí, claro, muchísimo. Se la pasaba estudiando. Compraba muchos libros. Recuerdo una vez que nos encontramos en París, en 1953, y estábamos comprando libros en las librerías de viejo en las orillas del Sena -las famosas ‘bouquinistes’- cuando se nos vino encima una gran manifestación comunista. Echamos a correr y tratamos de meternos a un café donde nos gritaban ¡sinvergüenzas!, creyendo que éramos comunistas. Qué tal que nos hubieran cogido en una manifestación de izquierda? El se reía de esto con muy buen humor. Era un gran ejecutor y un hombre sumamente laborioso. Siempre escribía a mano. También trabajó con Alberto Lleras CamargoAlberto se posesionó en agosto de 1945, con sólo 39 años, para terminar el cuatrienio de López Pumarejo. Era aparentemente muy frío, sereno, y yo lo ví como un haz de nervios dominados, porque era una época sumamente complicada electoralmente. Me llamó a trabajar como su secretario privado y me pasó algo curioso: me entregó el arbitraje de una huelga de una fábrica de hilanderías. Cuando llegamos a un acuerdo le preparé un documento -a modo de borrador, pero en limpio-. Lo miró y, sin leerlo, me dijo: dónde firmo? Ni qué decirle el susto tan grande que me dio. ¿Cómo terminó siendo socio fundador y gerente de Semana?Tres días antes de terminar su período Lleras me propuso fundar una revista. Advirtió que ni él ni yo tendríamos que poner dinero, que él tendría el 40%, yo el 20% y un socio capitalista el 40% restante. Tendríamos un sueldo de mil pesos cada uno. Entonces fundamos Semana. Tuvo un éxito colosal entre los lectores desde su primer número, que salió el 28 de octubre de 1946. Todo el mundo estaba interesado en leer los comentarios punzantes del director sobre temas muy disímiles y, sobre todo, su recuento de los debates que se hacían en el Congreso de la República. Cuando Lleras iba a cubrir el Senado, lo acompañábamos Alicia Ortiz, que era la secretaria, Carlos Pérez Norzagaray y yo, porque él no tenía escolta. Llegaba, daba la vuelta por el recinto y escuchaba los debates tormentosos. Con gran estoicismo y disciplina, se entrenaba por las mañanas en tiro, por si acaso.¿Alberto Lleras cargaba revólver?Pistola. Carlos Lleras también andaba siempre armado.Sí, y sé de muchos otros, por ejemplo Virgilio Barco.Ah, bueno, es que estamos hablando de santandereanos! Mi papá me dio el primer revólver a los 15 años. Esa era la usanza de la época. Bueno, pues en las idas al congreso acompañando a Alberto Lleras , mi revólver lo llevaba Alicia en la cartera porque a las mujeres no las requisaban. Esa era toda la escolta. Vivíamos un desamparo terrible. Semana surgió como una revista de oposición al gobierno de Ospina?No era de oposición. Era una revista independiente. Alberto estaba con la Unión Nacional. Era jefe de la fracción del Partido Liberal enfrentada a Gaitán. La revista le llegó como anillo al dedo para sacarse el clavo de todos los insultos y debates que le hacían . Era muy agradable trabajar con él porque era muy inteligente, informado y alegre. La revista constituyó para nosotros toda una aventura. ¿Cuánto duró esa etapa de la revista?Parte del año 46 y el 47. Luego lo nombraron director de la Unión Panamericana. Él tenía muchos deseos de quedarse, pero yo le insistí mucho que se fuera, porque su situación política era muy mala -como la de todo el Partido Liberal incluído Gaitán. Era una oportunidad extraordinaria. Le fue maravillosamente bien durante los siguientes siete años que vivió en Washington.Fue importantísima su participación en el derrocamiento de Rojas y en la creación del Frente Nacional...Cuando Rojas cierra El Tiempo, Alberto Lleras encabeza la protesta. Es elegido director del Partido Liberal y se consagra al restablecimiento de la democracia. Vienen las conversaciones con Laureano, exiliado, en Benidorm y Sitges para la creación del Frente Nacional, que serviría para restablecer la legalidad democrática y reconciliar a los colombianos. Es elegido de nuevo presidente por cuatro años, dentro del sistema de alternación que se había pactado.Hoy cómo está viendo el gobierno de Juan Manuel Santos?Me parece que va bien. Son acertados los ajustes que ha hecho en el Ministerio de Defensa y en la cúpula militar. Esa era la táctica del doctor Alberto Lleras: cambiar los ministros cuando creía que era necesario, sin problemas, sin crisis y rectificando la política. Decía: “cuando se cambia el ministro es porque se va a cambiar de política”. El presidente rectificó en materia de salud, en lo cual estábamos muy mal y me parece acertado que se hubiera apresurado a reventar esa ampolla tan grande y ruinosa para el país. Por otra parte, afortunadamente prescindió de la tesis, que a mí me parecía absurda, de fijar el lucro como objetivo a la educación superior. Eso es de una gran peligrosidad porque cuando ya el incentivo es para maximizar el lucro y no para maximizar el servicio, las cosas se descarrilan. Yo me he opuesto radicalmente a esa tesis en todas las épocas porque, como está comprobado, no les basta con ganar un poquito o moderadamente, sino que se quieren ganar el máximo. Hay que derogar la Ley 100?El cambio tiene que ser más radical porque la verdad es que en Colombia la salud se volvió un gran negocio. No estaba previsto así pero sucedió. Terminó dominando el incentivo del lucro. De ahora en adelante tiene que dominar es el incentivo del servicio. Yo nunca estuve de acuerdo con la Ley 100 ni con la baja del arancel que hicieron en noviembre del año pasado.¿Por qué?Porque en primer lugar hay un déficit fiscal grande y la prueba es la venta del 10% de Ecopetrol. Si no están boyantes, cómo pueden prescindir de una renta que para este año será de dos mil millones de dólares?. Por otra parte, me pareció un error quitarle la protección a las actividades que la tenían, porque la verdad es que la minería produce muchos ingresos pero muy poco empleo. De allí que haya que proteger la industria y la agricultura, sin lugar a dudas. En eso no vacilo, porque en el año 90 ya tuvimos la experiencia con el doctor Gaviria, quien, a propósito, acaba de pedir que se repita la dosis de bajar los aranceles. El sigue sosteniendo que lo que hay que hacer es abrir la economía para que no haya revaluación. Yo me pregunto, si ese es el objetivo, entonces ¿que se arruine todo el mundo? Vimos como la agricultura se vino abajo en el año 90, cuando yo fui muy opuesto a esa orientación, y sigo siéndolo, porque me parece que por ahí no es la cosa. Pero la tesis es que Colombia no podía quedar al margen de la globalización...Es que uno puede pactar, pero no ceder un privilegio que tiene, una protección a la propia industria y a la agricultura colombianas, de forma unilateral, solo por romanticismo, o un idealismo económico. Me parece que en estas materias se necesita más pragmatismo y menos ideología, porque las consecuencias son sumamente graves. En esa época nos puso contra la pared el Banco Mundial para darnos unos empréstitos.Entiendo que esas exigencias draconianas del Banco Mundial y del Fondo Monetario han cambiado?Mucho. El Fondo Monetario ha dado un viraje muy grande porque también ha aprendido. Pasa que tenemos un problema mundial: los Estados Unidos están al borde de una recesión y Europa tiene unos problemas gigantescos, en los que está dependiendo mucho de Alemania. Pero si Europa se hunde, Alemania no quedará indemne. Por eso ese país le está proponiendo a la señora Lagarde, presidenta del BID, fomentar el mercado interno –tal como lo deberíamos hacer en Colombia- así como el empleo, porque sin él no hay nada. Desde el punto de vista de algunos, los TLC’s son considerados peligrosos y hasta ruinosos para Colombia...Se han pactado desgravaciones graduales y recíprocas, no de golpe y porrazo. Pero lo que hicieron en noviembre, que me parece un error, fue bajar los aranceles simplemente por prurito ideológico. Ahora, Gaviria salió a pedir que se desmantelara de nuevo el arancel, cuando protestó por lo que llamó la “torpeza” que se está cometiendo con las empresas de salud. Claro que es un error salir a decir que todas las empresas están mal, sin matices y sin contexto. En la administración Lleras Restrepo tuvimos dos bancos quebrados y hubo que liquidarlos, pero todo se hizo todo con un sigilo total para no crear pánico económico. Hay ciertas cosas que no se pueden decir. Por ejemplo, si Joaquín Vallejo Arbeláez -de quien Alberto Lleras decía que era “un gitano legítimo”- hubiera dicho la verdad de la situación económica del país, nos quebramos. En ese momento había reservas negativas y se le estaba pasando la Federación de Cafeteros, por debajo de cuerda, al Banco de la República, para decir que tenía algún activo pero la realidad es que no tenía nada.La Universidad de los Andes ha hecho un estudio sobre la Orinoquia colombiana y la expansión de la frontera agrícola. ¿Cree posible que Colombia recupere su vocación agrícola y logre satisfacer la demanda interna y convertirse en un gran exportador de alimentos?Con el Orinoco sucede lo mismo que con la minería, de ambas se dice que no se pueden realizar por defender el medio ambiente. Pero, ¿cómo vamos a dejar incultas esas hectáreas, si se pueden cultivar hasta llegar a convertirnos en un emporio agrícola como Brasil, que no lo era y hoy en día no tiene que importar alimentos y, en cambio, exporta de todo?. Es increíble lo que han logrado hacer allá, pero como aquí, cuando vino la apertura hacia adentro, desmantelaron todo el apoyo tecnológico que había en el Instituto Colombiano Agropecuario, tuvimos una pérdida irreparable. Fue un error inmenso. Con la Orinoquia tenemos un porvenir maravilloso pero, desde luego, hay que hacer todo programado, con planificación y con infraestructura.¿Cómo habían frenado ustedes en el gobierno Lleras Restrepo la entrada del narcotráfico?Cuando yo llegué al Ministerio de Hacienda trabaja allí el doctor De Lucia, que había sido jefe de la campaña anti narcóticos después de la guerra en Italia. El era un ítaloamericano que vino a Colombia porque una de sus hijas se casó con un Aparicio. Me decía que era fácil impedir la entrada del narcotráfico pero que era casi imposible sacarlo. Nos advirtió en todos los tonos que tuviéramos un cuidado sumo. Cuando yo salí del ministerio la primera cosa que hicieron fue sacar a ese asesor que había impedido la entrada del narcotráfico. Él tenía la experiencia y se había convertido en una verdadera barrera. El narcotráfico se entronizó en Colombia por un despachito de coca que vino de Leticia al DAS de la época. Recuerde que al principio la gente convivió con los narcos, especialmente en Medellín, donde se entusiasmaron mucho. Jorge Rodríguez Arbeláez, un antioqueño muy distinguido, me decía que él venía a Bogotá a respirar: “Tu no te imaginas el ambiente mefítico que hay por esos lados, por todas partes se respira coca!”Para un Ministro de Hacienda de un país en desarrollo, ¿es muy difícil la repartición de un ponqué pequeño, entre tantas necesidades?Lo llamábamos “la distribución equitativa del descontento”. En esa época había un delegado de la dirección de presupuesto en todas las secciones administrativas del gobierno y, por consiguiente, el ministro de hacienda tenia una información perfecta y fidedigna de lo que pasaba en todas las ramas. Pero entonces los otros ministros protestaron y lo quitaron. El Ministerio era muy poderoso, pero lo desmantelaron y quedó reducido a una especie de notaría. La señora Lagarde alborotó el avispero al vaticinar una cercana crisis mundial. ¿Cómo cree que podremos resistirla?Tenemos buenas reservas internacionales, de aguante, no como cuando me tocó a mí, con reservas negativas de ciento veinte millones. Hoy tenemos alrededor de treinta y cuatro mil millones. Pero me parece que la parte fiscal no es clara, que hay un déficit grande en cuenta corriente de la balanza de pagos, y que se están financiando con deuda, o con los ingresos que vienen de capital. El día que haya una crisis, esos ingresos no llegarán y eso, de alguna manera, nos afectará. Habida cuenta de todos los temas por resolver en el país, ¿qué tan alto es su nivel de optimismo?Cuando Carlos Lleras me nombró Ministro de Hacienda, el doctor Eduardo Santos dijo que nunca había visto una persona más optimista que yo. Yo mantenía una discusión permanente con Carlos Lleras Restrepo en el sentido de que no volvería a presentarse una crisis como la del año 29, porque los avances tecnológicos y científicos eran de tal magnitud, que eso no sería posible. Lleras en cambio creía que vendría otra crisis igual. Cuando uno le preguntaba por qué creía eso, el contestaba simplemente: “Porque vuelven a meter la pata”. Y está visto que la volvieron a meter.

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