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“Está en juego la supervivencia de la Carta del 91”: Augusto Ibáñez

Augusto Ibáñez, expresidente de la Corte Suprema de Justicia, dice que el posconflicto requiere de una reforma judicial de fondo. “Creo en el diálogo”.

22 de marzo de 2014 Por: Beatriz López y Aura Lucía Mera, especial para El País

Augusto Ibáñez, expresidente de la Corte Suprema de Justicia, dice que el posconflicto requiere de una reforma judicial de fondo. “Creo en el diálogo”.

Entre las brumas y el frío boyacense, creció Augusto José Ibáñez Guzmán, el menor de la familia, oriunda de Moniquirá. Tiene 56 años. Casado con María Cristina Mosquera. Cuatro hijos. Estudió derecho en la Universidad Externado de Colombia, cuya tesis de grado fue aclamada. Representó a Colombia en la reglamentación del Estatuto de Roma para la Corte Internacional, ganándose la enemistad del entonces presidente Álvaro Uribe al impedir que los paramilitares fueran juzgados en EE. UU. solamente por narcotráfico. Logró que estos rindieran cuentas en Colombia por sus delitos atroces. Cuando sus hijas, Elvira del Pilar, María Catalina y Daniela estaban pequeñas, prefería leerles ‘El Quijote’, y que soñaran con el Caballero que se enfrentaba a los molinos de viento y no con Caperucitas, lobos feroces y manzanas envenenadas por maléficas madrastras. Confiesa sin rubor que ha visto unas veinte veces el Fantasma de la Opera en Broadway. Además de ser un lector empedernido, ha escrito 28 enjundiosos artículos y libros sobre Derecho Penal, entre los que están ‘Instrumentos del Sistema Penal y de Política Criminal ante la Víctima’, ‘La doctrina penal del próximo milenio’, ‘De la Ira y el Intenso Dolor, degradantes de la Responsabilidad’. Estando en La Haya, su hijo le comentó que había llegado una carta donde lo amenazaban de muerte. Regresó para comprobar que la carta había salido de la Casa de Nariño.Este hombre vertical e insobornable, que se caracteriza por su gran sentido del humor y una memoria prodigiosa, ama la independencia, odia visceralmente la corrupción y cree que Colombia necesita un revolcón de 360 grados en las Cortes. ¿Qué opina de la conformación del nuevo Congreso?Sin duda, la reelección presidencial, la atomización del poder del Congreso en manos del Ejecutivo, la parapolítica, la yidispolítica y otros actos bochornosos, acabaron el debate. Perdón o, debo decir, ¿acabaron la democracia?¿Por qué le retiraron la protección policial?La protección policial, que no la da la Unidad de Protección del Ministerio del Interior, supongo fue retirada, por la creencia en que los riesgos de seguridad quedan en la curul del Magistrado y entonces, los exfuncionarios salimos sin riesgo alguno. Qué exótico. Pero la razón no la sé y he preguntado por ello; la respuesta de la Policía aún da vueltas en los escritorios de la Dirección de Protección.¿En qué estado se encuentra la negociación con la Corte Penal Internacional sobre Justicia y Paz?En época anterior a mi retiro de la Suprema Corte, se observaba en la CPI que Colombia estaba haciendo ingentes esfuerzos por la investigación, juzgamiento de los grandes perpetradores, de las violaciones a los derechos humanos y, al derecho internacional humanitario; además la protección a la víctima sobresale en las decisiones tomadas por la justicia interna o doméstica. Aún existe una actuación preliminar en sede de la justicia internacional; se espera y se aspira que ello termine con la verificación global de que Colombia cumple con el estándar internacional y, los nubarrones que produjeron los mal llamados ‘falsos positivos’, la extradición de los jefes de los paramilitares –que pondrían en entredicho la verdad y la reparación a las víctimas- y, la amenaza –según algunos círculos-, que produce la impunidad en la negociación de paz, no lleven a una reflexión de la Corte Global, sobre la situación Colombia. ¿En qué forma manejó usted las tensiones con el expresidente Álvaro Uribe y cuáles fueron las consecuencias a posteriori de su valerosa posición frente a él? Ese episodio está a disposición de la historia; aún sigo creyendo con firmeza que la Rama Judicial toda es independiente, autónoma y que, su actuar en esos episodios fue acertada, conforme a derecho, en protección del Estado Social de Derecho y, de las víctimas. Cualquier señalamiento diverso es mera calentura electoral o de carácter político, situación ajena a la reflexión de la Corte y de la justicia. Como Presidente de la Corte Suprema de Justicia debí levantar la voz de la Judicatura, para su protección, pues las interferencias de una rama en otra no son positivas en un Estado de Derecho; por el contrario, la invasión es nociva y contraria a los fines del Estado. De las consecuencias del episodio poco debo afirmar; únicamente aspirar a que la democracia se haya fortalecido, pues las instituciones se resguardaron. Además, la sociedad tiene el derecho a la no repetición.“El siglo de los jueces”Carlos A. Martínez, profesor de derecho Constitucional de la Universidad Santiago de Cali, nos sugirió estas 3 preguntas: ¿Cuál es el modelo de Estado que debe construirse en el país?Sin duda, continuar con la construcción del Estado Social de Derecho, en donde al juez, lejos de ser un espec- tador, le corresponde la protección de los derechos fundamentales y, por supuesto, la tutela de la democracia.Dentro de ese modelo, ¿cuál es el papel de la Justicia en cuanto a autonomía y equilibrio de poderes? Sigo pensando, sin pausa y sin prisa, que el papel del juez es fundamental, que debe proteger a la sociedad y el derecho sustancial; que estamos en el “siglo de los jueces”, expresión que ha sido malinterpretada y que implica simple y sencillamente, cualquiera lo sabe, que los jueces son los garantes de la Constitución y, los dispensadores del orden justo e igual.¿Es necesario reformar la Constitución y por qué? Por lo dicho: necesidad de ajustar la Carta, por supuesto; el riesgo es que con la excusas de ajustes se acabe con ella. Pero desde luego, el posconflicto requiere de una reforma judicial a fondo. Todo en la transición o en el posconflicto pasa por la justicia. Comprenderán el reto.¿Cree que con la conformación actual del Congreso habrá la posibilidad de realizar una nueva reforma a la Justicia, sin que suceda el caótico hundimiento del año pasado? ¿Será posible un Congreso que se permita reformar, en la reforma a la justicia? Me pregunto. ¿Será que cede al prurito de no dejarse investigar y juzgar? En fin... No me hago ilusión diferente a que el nuevo Congreso tendrá a su cargo la supervivencia de la Carta Política del 91 y, por supuesto, del modelo de Estado. Ello es lo que está en juego. Es que, como dicen: existen muchos funcionarios que aplican aún la Constitución de 1886 y devengan con la del 91.Corrupción e impunidad¿Qué opina del proceso de paz y de la Justicia Transicional?Resulta que la paz es un derecho y un deber constitucional (Art. 22); el mecanismo de la negociación o diálogo es de interés y fin del Estado. Siempre he creído en la vía del diálogo. Empero, él debe darse dentro de un marco: marco que le dé legitimidad y que precisamente está en el deber de cumplir y hacer cumplir los compromisos internacionales; de allí nace la zona de transición, la justicia transicional –que no es lo mismo- y, por supuesto, las normas, la legalidad que la desarrolla.¿Cuál es su visión de la impunidad rampante en Colombia?Que es el colapso del Estado; pero más grave es la impunidad que viene de la corrupción, de la cooptación del Estado por las máquinas de la violencia, por la contaminación de la sociedad con esas manifestaciones de manera que ven esas conductas no necesariamente como inapropiadas, es decir, no necesariamente punibles, la impunidad total. Y, lo más diciente, insisto, la laxitud de respuesta social y de los funcionarios de investigación con la corrupción: la puntera de la impunidad. ¿Cree que el hacinamiento carcelario se resuelve construyendo más cárceles?Si ese fuera el problema la solución no sería jurídica y cultural sino arquitectónica o de ingeniería. No. El tema es complejo, estamos en una anomia, en un momento sin valores y, con el arma de la sanción penal como respuesta a todo. ¿No será mejor repensar los factores culturales de esa contracultura que se llama delito?

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