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Escuela de Guambía educa niños bilingües

En Silvia, Cauca, enseñan en lengua nativa, o wan, y en castellano. El proyecto ganó el Premio Compartir al Maestro. Docentes y niños, en busca de la palabra perdida.

4 de diciembre de 2011 Por: Por alda mera, reportera de el país

En Silvia, Cauca, enseñan en lengua nativa, o wan, y en castellano. El proyecto ganó el Premio Compartir al Maestro. Docentes y niños, en busca de la palabra perdida.

Yante shura uñen núnkucha metratrantrapele puleele kaile, kaulli pa la mur mere wantrep, chap amtrun chip wan kepen; nún pasra...”La voz tierna de Astrid Dayana Cantero Sánchez, de 7 años, lee en lengua nuami wan (guambiana) la leyenda de sus ancestros y la explica en perfecto castellano, pero con su acento nativo que marca más el último fonema de cada palabra. Cuando los españoles llegaron a la planicie, persiguieron a ‘shura’, una cacica muy importante para el pueblo Wan que la tradición oral llama Mamá Manuela. Unos corrieron y otros la ayudaron a esconder bajo una peña. Ella llevó a su refugio una oveja, una gallina y un cuy. Nunca se supo si Mamá Manuela murió, escapó o qué pasó con ella.Cuando los descendientes Wan pasan junto a ese sitio histórico para ellos, dicen que escuchan la oveja balar, la gallina cacarear o el cuy chillar. Otros han tenido la visión de Mamá Manuela echándole maíz a la gallina. “Es el espíritu no más”, dice esta chiquita sentada en un barranco del Centro Educativo San Pedro Peña del Corazón, unos quince kilómetros arriba del municipio de Silvia, Cauca.La alumna, de 2° de primaria, luce su traje tradicional azul y negro. Azul, como prolongación del cielo y la montaña, y negro como la tierra que ellos consideran su entraña. Los ribetes solferino (no fucsia) toman el color de la florescencia de la región. Si 519 años después del encuentro de dos mundos, la pequeña logra transmitir la historia en su lengua materna y en castellano es gracias al proyecto bilingüe e intercultural que desarrollan siete docentes del centro educativo, liderado por la profesora María Rosa Tombé Tunubalá, distinguida como Maestro Ilustre del Premio Compartir al Maestro 2011.El modelo pedagógico está en proceso desde 1985, cuando se creó el comité de educación en el que docentes e investigadores lingüistas como Cruz Elena Muelas, Ana Irma Tunubalá, Esteban Usa, Clemencia Tumiñá, entre otros, se dieron a la tarea de estudiar la lengua wan.Identificados los 23 fonemas que hoy conforman la lengua wan –que se pronuncia diferente a como se escribe–, la idea era poner su pensamiento sobre el papel. Para que la palabra de guambiano, no se la llevara el viento frío que sopla en las montañas silvianas, sino que quedara escrito en la intemporalidad.Era la época en la que María Rosa tenía que lavar y planchar ropa, cocinar y cuidar niños de algunos profesores de la Normal de Señoritas de Popayán. A cambio recibía alimento, materiales didácticos o ropa y poco dinero para pagar su estadía en esa capital y así poder estudiar su bachillerato pedagógico.Recién graduada en 1991, su comunidad la llamó para enseñar en San Pedro Peña del Corazón, una de las 19 escuelas creadas por el Cabildo de Guambía con un modelo educativo propio. El proyecto es sólo una parcela dentro del propósito colectivo de recuperar la identidad y la memoria del pueblo guambiano y su lengua nativa como eje central de esa recuperación.Ese método pedagógico ha evolucionado al punto que hoy enseñan a sus niños con cartillas preparadas por estos docentes en lengua nativa. Los contenidos se centran en el universo wan: su historia, sus creencias y espiritualidad; su cultura y sus cultivos; su organización social de trabajo colectivo y la frase que enmarca las cartillas y los salones de clase: “Urek kutri Ala Maram Kusrepeloker”, o “desde niños aprendamos a trabajar juntos”.Lo más grave para María Rosa es que los niños del Cabildo de Guambía llegaban a la escuela hablando sólo español, habían perdido su lengua materna por la influencia de los medios de comunicación y otros.De 20 alumnos que ingresaron en 2007, sólo uno hablaba la lengua nativa. “Toca hacer un trabajo muy duro con los chiquitos desde transición, para que hablen y escriban la lengua guambiana, porque algunos la entienden, pero responden en castellano”, explica María Rosa.La profesora comienza a dictar su clase de música y danza a once niños entre 5 y 6 años. Con tambor y flauta en mano, los hace cantar en lengua wan el saludo “Buenos días amiguitos cómo están...”, melodía conocida de la escuela occidental, como llaman ellos el modelo educativo convencional.Los niños cantan, se emocionan, aplauden, y luego ella cierra su actividad lúdica con una danza tradicional en la que los pequeños se forman en dos filas tomados de la mano y bailan en un vaivén acercándose de frente y alejándose.María Rosa repite los contenidos y las dinámicas, pero en castellano. Entonces comprendemos que tambor y flauta se tocan en los entierros o en los matrimonios. “Sólo cuando muere o se casa alguien”, dice. Y que el baile es la danza del angelito, reservado para cuando fallece un niño de 5 años. Como ellos.Y cierra con una lotería hecha en cartulina y coloreada a mano con los dibujos del tambor y la flauta, de la vaca y el árbol, materias primas de dichos instrumentos. Los niños identifican las figuras y sus nombres en ambos idiomas y llenan el juego con las fichas similares. El proceso bilingüe avanza en primaria y los resultados se ven en los cuadernos de los niños, escritos en ambas lenguas, y en el aprecio de ellos por su cultura. “Me gusta hablar en guambiano, es mejor”, dice uno de estos chiquillos bilingües. A diferencia de 2007, cuando tenía un solo alumno que hablaba lengua materna, en este año lectivo que terminó, cuatro hablaban su idioma propio:‘nuami wan’. “El método ha servido para que se reconozcan en su cultura y en sus valores, ellos ya se dibujan a sí mismos con sus trajes tradicionales”, dice Clemencia Tumiñá, una de las docentes participantes en el proceso y que en su época tuvo que ir a estudiar a la Normal de Señoritas del Municipio de Almaguer.Mientras tanto, sus alumnos de 2° salen al patio para estudiar – en sus cartillas en español y en lengua wan– un capítulo sobre la piel de la tierra. Y nada mejor que acostados sobre el pasto, bajo el cielo azul y donde el silencio sólo lo rompe el rumor del río Piendamó que baja caudaloso por entre las piedras, a pocos metros de las aulas.“Cuando llegan a 4°, los niños ya son capaces de redactar o hacer composición literaria, como cuentos o poesías, en ambas lenguas y estudian la gramática wan al igual que la castellana”, dice Sonia Ceneida Orozco, única docente mestiza de la escuela desde hace seis años, pero comprometida con este proceso bilingüe. Al punto que esta silviana entiende cuando los niños le hablan en su lengua materna wan.Como cuando Jesús Antonio Ulluná, de 8 años, comienza a leer: “Sresresrempe, pischimisakte kepick kuin ken pure tapik, pure nu, ashipik pure, nu kusrepik. Tu vras srempe pirepe, pure nuik, lentik...”En las mentes de profesoras y alumnos emerge la figura del duende, la leyenda que Ulluná lee de su cartilla wan. Una lengua que estuvo condenada a desaparecer, pero que en Peña del Corazón ya es palabra de guambiano.

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