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En medio del conflicto armado del Cauca, los Nasa tejen la paz

Las comunidades indígenas del Cauca luchan constantemente por mantener sus costumbres en medio de la guerra. Crónica de una lucha por la pervivencia.

6 de abril de 2014 Por: José Navia Lame* | Especial para Colprensa

Las comunidades indígenas del Cauca luchan constantemente por mantener sus costumbres en medio de la guerra. Crónica de una lucha por la pervivencia.

Hace menos de cinco minutos que cesaron los disparos. El ataque de los guerrilleros contra el cuartel de Policía de Toribío duró casi una hora. La primera explosión, seguida de ráfagas y tiros sueltos, retumbó en el pueblo poco después de las ocho de la noche. Las detonaciones espantaron a los escasos comensales del restaurante Yoli, pero no a los borrachitos que coreaban 'Viejo farol' en la licorería El Che. Hicieron bajar la cortina metálica y siguieron la rumba adentro. Las primeras en correr fueron las parejitas y demás usuarios del parque principal de este municipio incrustado en la cordillera del norte del Cauca. Casi todos sus habitantes son indígenas Nasa. A veces, las detonaciones cesaban por algunos segundos. Pero luego se reanudaban con más bríos, sobre todo en el occidente del pueblo. En esa parte está ubicado el cuartel de Policía, un búnker con instalaciones subterráneas que hace tres años resistió, incluso, el ataque con una chiva cargada de explosivos. Las esquirlas apenas rasguñaron las paredes del cuartel, pero destruyeron las casas a lo largo de dos cuadras, y mataron a cuatro personas. "nuestros sueños, nuestras marcas"Excepto por el ladrido de los perros, el pueblo sigue en silencio. Son casi las nueve de la noche. Por épocas, la guerrilla hostiga a diario el cuartel de Policía o dispara contra los agentes que patrullan en los alrededores del búnker. Los toribianos ya se han acostumbrado a esta rutina. Habrían pasado unos diez minutos en calma cuando Sandra Herrera, una manicurista que vive a tres cuadras del cuartel, se levantó del sillón de la sala. “¿Dónde dejaría la lycra?”, se pregunta en voz alta mientras se dirige a la pieza. Al cabo de unos minutos tiene lista su indumentaria deportiva y su bicicleta. “Mañana me toca madrugar a las cinco, si no me deja la chiva”, dice. Luego explica que a esa hora sale para Santander de Quilichao un bus con los participantes en un ciclopaseo. Unos 300 deportistas recorrerán unos 40 kilómetros desde ese municipio, junto a la vía Panamericana, hasta Toribío. Casi la mitad del trayecto es en ascenso, bordeando las mismas montañas donde se esconden los guerrilleros que disparan por las noches. Pero los toribianos no se arrugan ante el cruce de disparos. Han vivido esta rutina más de 600 veces en los últimos treinta años. De hecho, en la semana siguiente a la visita que hice a Toribío para escribir esta crónica –a finales de marzo– los guerrilleros de las Farc hostigaron todos los días el cuartel policial. Y hoy por la tarde ‘tastacearon’ algunos tiros media hora después de mi llegada. Eran las 4:30. A esa hora, una veintena de niños entraba al pueblo en sus bicicletas. Venían de entrenar por la carretera que va para El Palo. “¡Niños… Niños…! ¡Cuidado. No se vayan a meter al parque!, les gritó el hombre que dirigía el entrenamiento, Juan Carlos Betancourt, quien es asesor del Plan de Vida de los Nasa. Los niños siguieron pedaleando. En la esquina siguiente voltearon a la derecha, frente a una trinchera disimulada entre las ruinas de una casa despedazada por los ataques. El resto de la noche transcurrió en silencio. A la madrugada del domingo, la chiva despertó a medio pueblo con su corneta a eso de las 4 y 30. Otros carros se unieron a la caravana. Sandra Herrera y un centenar de ciclistas más se treparon en los vehículos frente a los ojos trasnochados y sorprendidos de los policías atrincherados en el parque. Algunos de los deportistas, incluida Sandra, llevaban puestas camisetas blancas con la leyenda: “Nuestros sueños, nuestras marcas”. Bajo el letrero se veían los logos y nombres de las empresas creadas en medio de la guerra por los indígenas Nasa de los resguardos de Toribío, San Francisco y Tacueyó: Jugos y agua embotellada Fixze, Truchas Juan Tama, Lácteos San Luis, Kwe’ex café, comercializadora mixta Tacueyó y Transétnias de Colombia, entre otros. Jugos fixze y kwe'ex caféCuando acabó de clarear el día, una mujer comenzó a barrer el parque. Dos camionetas se parquearon en una de las esquinas. Varios hombres y mujeres bajaron carpas, armazones de hierro, mesas y un aviso publicitario: “Fortalece tu espíritu Nasa”. Otros tres indígenas colocaron dos bafles. De inmediato tronó una tecnocumbia peruana. Los indígenas de Jugos Fixze fueron los primeros en instalar la carpa. El coordinador del proyecto se llama Eduard Yule. Es ingeniero agroindustrial. Estudió en Cali gracias a una beca que le otorgó el cabildo de Toribío. Yule dice que Jugos Fixze produce 50 mil unidades semanales en bolsa y botella. El proyecto comenzó hace unos 13 años y beneficia a 180 familias, además de otros cultivadores de mora de las veredas La primicia y El Sesteadero, a quienes les compran cuatro toneladas mensuales de esa fruta. Los indígenas venden el jugo y el agua embotellada en las tiendas del pueblo y en algunos restaurantes, como el de Yoli. El alcalde de Toribío y líder del pueblo Nasa, Ezequiel Vitonás, da una vuelta por el parque en una bicicleta prestada. Dice que bajará hasta la vereda Rionegro a recibir a los ciclopaseantes. Al lado de Fixze se levanta la carpa más visitada a esta hora: Kwe’ex café. Una joven indígena reparte tintos en pocillos desechables. Kwe’ex café nació hace 11 años con 120 familias de caficultores orgánicos del resguardo de San Francisco. Bertulfo Ul es el vocero. Dice que Kwe’ex café procesa unas veinte arrobas mensuales del grano. Se vende en Toribío y en los municipios vecinos. “Estamos tratando de abrir el mercado –dice Bertulfo Ul–, pero por esta época hay combates en las zonas rurales y eso nos afecta la producción”. “En Pueblo Viejo y Loma Linda hay cafetales abandonados por miedo a las minas quiebrapatas o a los tiroteos”, dice este líder. Precisamente, hacia las nueve de la mañana de este domingo se escucha una explosión en la vereda Loma Linda. Una columna de humo se levanta en medio de la montaña. Un locutor de aspecto indígena le baja el volumen a la música y agarra el micrófono: “No se asusten. Me informan que son artefactos explosivos (que abandonó la guerrilla) que están siendo activados en forma controlada”. Y enseguida truena otra cumbia peruana. Truchas y vuelos en parapenteEn el otro extremo del parque instaló su carpa una de las empresas más emblemáticas del pueblo Nasa: Truchas Juan Tama. La estación principal está ubicada en el corregimiento de Tacueyó, donde hace una semana murió baleada una joven indígena durante un hostigamiento de las Farc. Jaime Díaz, el coordinador del Plan de Vida, dice que Truchas Juan Tama produce unas 13 toneladas semanales de filete de trucha arco iris. Estas son transportadas en un camión refrigerado hasta los supermercados de Cali. El viaje desde Tacueyó demora unas dos horas, pero en ocasiones el carro debe esperar a que cesen los tiroteos para entrar y salir de la zona. En ese corregimiento también funciona Lácteos San Luis. Esta empresa procesa queso y yogurt, gracias a las nueve mil cabezas de ganado que tienen los indígenas. Toda la producción la venden en los municipios cercanos. El locutor anuncia que los participantes en el ciclopaseo se acercan a Toribío: “¡Gracias a los amigos ciclistas de Santander, Corinto, Miranda, Florida que se solidarizaron con Toribío en este día!”, grita el hombre del micrófono. Y aprovecha para advertir que los niños y adultos deben estar listos, pues hacia las once de la mañana comenzarán las competencias alrededor del parque. “¡Alístense también para ver los vuelos en parapente!", anuncia el locutor. En efecto, un grupo de parapentistas de Villa Aventura Extrema, de Florida, Valle, había pasado una hora antes por el pueblo rumbo a La Estrella, un cerro ubicado en el extremo opuesto al lugar de las balaceras. Promover el parapente forma parte de una estrategia de los Nasa para convertir a Toribío en un sitio para la práctica de deportes extremos. El primero en lanzarse, el año pasado, fue el alcalde, Ezequiel Vitonás. Dice que lo hizo para animar a sus paisanos. Pero no tuvo fortuna en el aterrizaje y pasó una semana en cama por un golpe en el coxis. Veinte mil pesos al primeroMientras suenan las tecnocumbias, también retumban en la montaña cercana otras bombas que el Ejército hace detonar en forma controlada. Siempre ocurre lo mismo después de cada combate. Cada vez que estalla un artefacto, el locutor les pide a los asistentes que no se preocupen. “Hoy es la gran fiesta de lanzamiento de los empresas de los Nasa y… ¡Atención…! Me informan que los ciclistas ya pasaron por Rionegro”. Hacia las 10 y 30 de la mañana aparecen los primeros deportistas por la carretera que viene de El Palo. El punto de llegada está ubicado frente al colegio, cerca de un árbol donde dos francotiradores del Ejército permanecen parapetados desde el día anterior. Los ciclistas apenas sí reparan en la presencia de los uniformados. Es una escena común en los municipios del norte del Cauca. Uno de los pedalistas es Efrén Santacruz, de 63 años. Vive en Santander de Quilichao y viene desde hace cinco años a Toribío. “Nunca nos ha pasado nada. La Guardia indígena nos acompaña en todo el recorrido”. Hacia las 11 de la mañana llega Sandra Herrera. Jadeante. Saluda con la mano y sigue pedaleado por la calle principal. El locutor anuncia que ya se lanzó el primer parapentista. Los asistentes miran hacia el sur. A lo lejos se ve una silueta. Algunos muchachos corren hacia la cancha de fútbol para ver el aterrizaje. De nuevo interviene el locutor: “Están abiertas las inscripciones para las carreras de ciclismo”. El ganador en cada categoría obtendrá veinte mil pesos. Y diez mil para el segundo. Los Nasa piensan que quienes participan no deben hacerlo por la plata, sino diversión y por el amor a su comunidad. Entre los que promocionan sus productos en el parque también están los jóvenes indígenas de la empresa Maensu. Fabrican zapatos, camisetas, chaquetas y artesanías. Unos metros más allá, otro indígena promociona las medicinas naturales que la Asociación de Cabildos Indígenas del norte del Cauca, Acin, fabrica a base de plantas que los tewalas (chamanes) cultivan en sus huertas. Artesanías en guadua, madera y fibras, tilapia ahumada, mermeladas de piña y ahuyama, miel de abejas, almíbares… estos productos que hoy se exhíben en el parque principal de Toribío provienen de las empresas que los Nasa intentan mantener en medio del conflicto. Las competencias terminan hacia la una de la tarde. Los ciclistas hacen cola para recibir el almuerzo que les da la Alcaldía y el Plan de Vida, organizadores del evento. Las mujeres de Tacueyó ofrecen trucha y patacones. En el otro extremo del parque vigilan dos policías, pistola en mano y sin seguro. La tecnocumbia sigue sonando. *Periodista y profesor de la Universidad del Rosario.

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