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"El crimen, por lo general, va más rápido que el Estado": León Valencia

Entre las Bacrim la guerra es a muerte, dice el analista político León Valencia, quien opina, además, que hay que reformar la Policía con un componente de inteligencia y sobre todo de contrainteligencia.

11 de agosto de 2013 Por: Margarita Vidal Garcés | El País

Entre las Bacrim la guerra es a muerte, dice el analista político León Valencia, quien opina, además, que hay que reformar la Policía con un componente de inteligencia y sobre todo de contrainteligencia.

A León Valencia el gobierno le informó hace unos meses que había un plan para asesinarlo en Bogotá y le ofreció protección. Pero, como cada quien es dueño de su miedo, él decidió salir un tiempo del país y estuvo en Europa dando conferencias y explicando en actos académicos el proceso colombiano de paz. Pero no se aguantó porque es mucho lo que tiene que hacer en este país, donde ha hecho investigaciones claves como la de la Parapolítica, con la Fundación Arco Iris, y donde trata por todos los medios de impulsar y ayudar a comprender la negociación con las Farc. Regresó, y dice que el gobierno le ha provisto una adecuada protección. Hoy combina períodos de encierro en su casa y salidas esporádicas, pero cortas, fuera del país, con un fuerte trabajo en dos nuevos proyectos que está impulsando con brío, porque si algo tiene este exguerrlllero desmovilizado del ELN, analista político y columnista de la Revista Semana, es una inverosímil capacidad de reinventarse.¿Qué hace ahora, después de dejar su Fundación Arco Iris?Dos proyectos, uno de investigación sobre posconflicto, llamado Paz y Reconciliación, y otro de comunicación, llamado Las2orillas, un periódico virtual donde están María Elvira Bonilla, Rafael Santos y otros periodistas. Gente de todos los sectores para aproximar dos orillas del espectro colombiano . ¿Significa que usted, que ha estado en la izquierda, quiere ir hacia el centro?Sí, el país está muy polarizado, pero hay que tratar de reencontrar las distintas Colombias y ponerlas a dialogar. Con todo y las implicaciones que tiene interactuar con gente nueva y hacer investigaciones controversiales como por ejemplo la de minería. Hay que encontrar el punto medio para que Colombia pueda explotar sus recursos naturales con una perspectiva medioambiental sostenible y de respeto por las comunidades. Ya hicimos una primera experiencia piloto en La Jagua de Ibirico, Marmato y Suárez.¿Con qué resultado?Hay un dolor muy grande entre la gente, que se siente atropellada, pero que no tiene una ideología política ni es oposición, sino que tiene una actitud más abierta. ¿Qué dice la gente en las comarcas?Están muy prevenidas porque ven que hay mucho dinero circulante en los campos colombianos y que de eso no les toca nada, o muy poco. Como ven que hay diálogo con la guerrilla, también quieren hacerse oír. Hay mucha fuerza social abajo, que no se conecta con la política, y muchas de esas influencias provienen de la Iglesia que acompaña las comunidades. ¿Iglesia católica, o sectas?Católica. Los curas son sensibles a la protesta social y la Pastoral Social está haciendo un trabajo fabuloso apoyando los reclamos de las gentes y protegiéndolas.¿Qué pasará si no hay arreglo en Cuba?Es lo que estamos explorando, con la preocupación y la hipótesis dramática de que, si estos conflictos no se tratan bien y subsiste el conflicto armado, la guerra próxima será la de la minería y el petróleo, mucho más feroz porque hay rentas copiosísimas y la disputa territorial será muy dura. ¿Por qué el paramilitarismo, mutado en bandas criminales, cobró una dinámica tan aterradora?Porque se quedó fuera de la negociación cerca del 80 % de los mandos medios paramilitares. Eso ya está muy documentado y se lo dijo muy tempranamente Ernesto Báez a Luis Carlos Restrepo, en una carta privada. Un invento de ‘don Berna’, que cambió la estructura vertical por otra difusa para enfrentar y subordinar otras bandas, y para relacionarse con el crimen organizado a través de negocios mucho más diversificados.¿A pesar de esa difusión, hay cabezas visibles?En Colombia desde hace 30 años se viene reproduciendo el fenómeno de dos casas matrices que se alternan el control del crimen organizado: la de Cali, con los ‘Rastrojos’ y la de Medellín, con los ‘Urabeños’. Del 2008 al 2011 predominó la caleña, y de 2011 hacia acá ha habido una contraofensiva de la casa de Medellín. La guerra es a muerte. ¿Cómo se refleja en las ciudades?Este portafolio más amplio ha llevado a 24 ciudades entre pequeñas, medianas y grandes del país, no solo a reportar un crecimiento de las tasas de homicidio y delitos de alto impacto, sino que también ha evidenciado la impotencia del estado para enfrentarlas. No hay estrategias porque las antiguas, que resultaron exitosas, ya no tienen sentido, como los llamados “objetivos de alto valor”, y porque el crimen normalmente va más rápido que el Estado. Investigamos cómo funcionan las bandas criminales a través de los mercados de la criminalidad. ¿Qué son esos mercados?Centros donde funcionan negocios ilegales. Investigamos en qué lugares se mueven, qué controlan y el modus operandi. En Bogotá son siete zonas. Saber el tipo de estructura que tienen permite más eficacia en inteligencia y determinar el entronque social, que es enorme. Se detecta además una situación muy triste y muy dura, que ya está reconociendo el gobierno: que la fuerza pública está participando activamente en eso y el propio general Naranjo reconoció que no se trata simplemente de “manzanas podridas”, sino que a veces son estructuras completas. ¿De allí la propuesta presidencial de crear un Ministerio de la Seguridad?Sí. Hay que reformar la policía, con un componente muy grande de inteligencia y sobre todo de contrainteligencia, para determinar la manera de depurar la fuerza pública.¿Cómo debe ser la policía del pos-conflicto?Una policía no ligada al combate, a las guerrillas o a la seguridad nacional, sino a la seguridad ciudadana. Hay que determinar cómo jugará su rol democrático, cómo va a tratar la protesta y cómo perseguirá los delitos electorales y la imbricación entre mafias y políticos, que aquí pulula. Hay que hacer una gran reforma del Ministerio del Interior e incorporarle la Policía. No estoy de acuerdo con un Ministerio de Seguridad porque es poner otra vez a la policía en un gueto, dándole continuidad a la situación de rueda suelta que ha tenido en este proceso.Volviendo atrás, ¿por qué no se desmovilizó el 80 % de los paramilitares? A las AUC se les creó la ilusión de que iban a tener un papel político, que nadie sería extraditado, ni pagaría cárcel porque se trataba de una negociación de paz y no de sometimiento a la justicia. Gente realista como Castaño, vieron que eso sería muy difícil. Los Estados Unidos, que tenían relación con él, le hicieron ver que era imposible esa negociación, pero el gobierno de Uribe les vendió esa idea a través de Luis Carlos Restrepo y del ministro del Interior Sabas Pretelt. Eso le costó la vida a Castaño, que pensaba que sería mejor negociar un sometimiento a la justicia en el que seguramente pagarían cárcel en Estados Unidos o negociarían prerrogativas dentro de la ley y el aparato judicial. Su propia gente lo mató.¿Quiénes alcanzaron a retroceder en ese acuerdo?Algunos de los grandes jefes como Vicente Castaño y el ‘loco’ Barrera, pero los grandes que ya estaban metidos, no tenían forma de salirse. Los mandos medios, que deberían empezar a concurrir a Justicia y Paz, se quedaron por fuera. Hay que tener en cuenta que una estructura criminal no se arma de la noche a la mañana y que esos mandos medios las han mantenido bajo las otras modalidades que hoy actúan en el país.¿Por qué esos jefes paramilitares no han reaccionado acusando al expresidente Uribe? Todos lo han acusado: Mancuso, Don Berna, Cuco Vanoy, Macaco, pero sus voces perdieron credibilidad. En segundo lugar, las evidencias siempre han sido menores porque ellos terminaron despojados de cualquier prueba que tuvieran y terminaron, prácticamente empelotos, viajando a los Estados Unidos. Lo que uno sí siente, y en eso tiene razón el expresidente Uribe, es que allí hay una venganza muy grande. Un caso insólito, porque es el único proceso en el mundo donde las partes llegan a un acuerdo y de allí no surge una amistad, sino una venganza impresionante. Esos catorce jefes extraditados deben estar pensando siempre en cómo hacerle daño al presidente Uribe y lo han intentado de distintas formas. Creo que a eso obedece la tensión del exmandatario, que se ve obligado a vivir en una guarnición policial, con el temor siempre latente de que todo pueda terminar en una venganza sangrienta.¿Qué tanto apoyo tienen las Farc en el campesinado?En los últimos 20 años la guerrilla ha estado en 242 poblaciones, que corresponden al 20% de municipios del país, ocupan entre el 30% y el 40% del territorio nacional y tienen entre el 5 y el 6 % de la población. En esos sitios, además de matar y extorsionar, la guerrilla cumple unas funciones que no cumple el estado, como regular y tramitar conflictos y cobrar - vía extorsión- una especie de tributación que redistribuye en algunas actividades. La pregunta es cómo el Estado, que no ha hecho presencia en esos territorios, sustituirá esa gestión de la guerrilla.¿Cómo hacerlo?Yo he hablado varias veces con el presidente Santos sobre la necesidad de capacitar al Estado para sustituir esa actividad de la guerrilla. Nosotros vamos a hacer un esfuerzo en ese sentido desde la Fundación Paz y Reconciliación y ya tenemos experiencias piloto en nueve municipios de La Macarena, Nariño y el Cauca, para saber cómo está la institucionalidad, cómo es la relación de la guerrilla con la población y qué expectativas tiene esta frente a los probables cambios. Si hay presencia de las Farc en 242 municipios, impartiendo “justicia”, ¿quiere decir que hay una población civil grande que las acata?Sí, porque la gente necesita autoridad. Una de las cosas claves que hemos descubierto, es que el ciudadano va en busca del Estado para obtener justicia o servicios, y como no los encuentra o es engañado, desarrolla desconfianza. La guerrilla, en cambio, va casi de puerta en puerta resolviendo problemas de la comunidad. ¿Con qué contraprestación?Tributación, respaldo, protección, acompañamiento en sus apuestas políticas. La verdad es que hay mucha de esa población dispuesta a acompañar a la guerrilla en acciones y seguramente en un proceso político. ¿En un proceso democrático la guerrilla podría ganar?No. La guerrilla tiene más apoyo social que político, entre otras cosas, porque quienes la apoyan generalmente han vivido en la marginalidad, no tienen cédula, no han tenido ningún proceso de formalización o nunca han votado. Se trata más bien de una fuerza social, campesina y eso electoralmente no equivale a mucho. Por otra parte, los guerrilleros están muy desconectados de la agenda contemporánea del mundo. Les tocará hacer un cambio de discurso, una asimilación a largo plazo de los nuevos retos, del mundo urbano y de las clases medias, y la sociedad debe garantizarles esa posibilidad.

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