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Así escaparon del secuestro

Los oficiales secuestrados tuvieron que arrastrarse, esconderse en huecos y dejarse llevar por la corriente de caños y ríos para sobrevivir a la persecución.

14 de junio de 2010 Por: Colprensa

Los oficiales secuestrados tuvieron que arrastrarse, esconderse en huecos y dejarse llevar por la corriente de caños y ríos para sobrevivir a la persecución.

Como era su cumpleaños número 53, el general de la Policía Luis Mendieta se levantó el pasado domingo con ganas de que fuera un día diferente. Quería romper la rutina de los días, pero no pensó en que las siguientes horas serían definitivas para que su vida volviera a cambiar.El general Mendieta contó este lunes, con voz quebrada y cansada, que ese día se levantó a hacer sus labores diarias y le había dicho a sus compañeros de cautiverio: el teniente coronel William Donato, el coronel Luis Enrique Murillo y el sargento del Ejército Arbey Delgado, que hablaran con sus captores para que al menos los dejaran escuchar radio o les permitieran hacer algo diferente.Una explosión interrumpió los planes de la celebración y lo que empezaron a vivir estos hombres fue uno de los momentos de terror más inolvidables de sus vidas. Ese día sí iba a ser diferente, pero no alcanzaban a imaginar qué tanto.Después de esa explosión fueron constantes las ráfagas de disparos. El general Mendieta, por su instinto de supervivencia y recordando lo que le habían enseñado en la academia, se tiró al suelo para protegerse de la lluvia de balas que le pasaban por encima. Se arrastró varios metros hasta llegar a las camas improvisadas en las que dormían y en la mitad de dos de ellas se quedó por 25 minutos, tiempo que duró la balacera… tiempo que le pareció eterno.Mientras el general Mendieta se arrastraba para buscar refugio de las balas y de las bombas que lanzaban los aviones de la FAC, el coronel Murillo en lo primero que pensó fue en salir corriendo. En su recorrido llegó a un río, a tres kilómetros del campamento.Su salvación fue como un golpe de suerte o del destino puesto que apenas llevaban 8 días en ese lugar y no conocía mucho de la zona. Lo primero que hizo fue lanzarse al agua, que bajaba con fuerza, y se dejó llevar por la corriente. “Yo me hundía y pensaba en hasta dónde aguantaba” , narró este lunes.Donato y su extraña desaparición“Cuando empezaron las ráfagas yo también salí corriendo pero con tan mala suerte que a unos metros del campamento me encontré a un guerrillero de frente”. Contó por su parte sobre su huída el teniente coronel William Donato, a quien las Fuerzas Especiales del Ejército lograron encontrarlo después de una noche entera de búsquedas.Donato cuenta que cuando sonó la explosión y luego se dieron las ráfagas de metralla y las explosiones de las granadas, empezó a correr en sentido contrario al de su compañero Murillo. En el camino fue sorprendido por un guerrillero que sin titubear le empezó a disparar.“También me tiré pero a un caño y me dejé arrastrar, yo sabía que a toda la guerrilla no la iban a matar, entonces lo que yo quería era llegar lo más lejos hasta encontrar un lugar donde esconderme”, narró Donato.Y así fue. El oficial alcanzó a ver un hoyo, una especie de madriguera que hacen las ratas de monte para guarecerse del frío. Nadó con todas sus fuerzas hasta llegar a la entrada y con sus manos escarbó hasta poderse acurrucar en el interior y así quedarse inmóvil para que los guerrilleros no lo encontraran.El silencio era engañoso. Cuando pensaba que había tranquilidad, dudaba en salir, pero al sentir voces que lo llamaban volvía a refugiarse. “Yo dije: ‘No salgo, que tal que sea mentira’”. Pensaba que las Farc querían engañarlo para volverlo a secuestrar.Los cascos del Ejército fueron la señalEl famoso refrán dice que después de la tormenta viene la calma y después de ese infierno de metralla y granadas hubo un silencio extraño. Mendieta dudó mucho de moverse de su escondite pero pensó que tal vez esa sí era su oportunidad de encontrarse con la libertad. Se arrastró otros metros. “Me dio por salir cuando de pronto vi un casco camuflado, como los del Ejército, moviéndose entre la maleza y como a la guerrilla no le gusta usar los cascos yo dije: ‘Eso es Ejército’” .Murillo recordó que también se encontró con los cascos que parecían moverse solos entre los matorrales. Dijo que no sabe cuánto tiempo llevaba dejándose arrastrar por el río y de pronto al llegar cerca de una orilla vio los cascos y a los hombres de las Fuerzas Militares que lo sacaron del agua.El misterio de DonatoCuenta el coronel Donato que “sentía helicópteros. Entonces salí de la cueva pero en esas pasó el avión y lanzó dos bombazos. Me metí otra vez al caño en esa cueva y me quedé ahí toda la noche. Yo pensaba que al otro día, si el Ejército se iba, la Policía venía por mi a buscarme”.La noche llegó con el terror de la oscuridad. Los depredadores nocturnos, terrestres y del río, ya empezaban a salir a buscar alimento. Pero el oficial seguía inmóvil y en silencio, mientras que las unidades del Ejército pasaron la noche planeando y organizando las estrategias para poder encontrarlo.A las 5 de la mañana unas motosierras rompieron el sonido de la selva. Donato se quedó más quieto que nunca, pensando en que podían ser los de las Farc que lo estaban buscando. Luego cayó en la cuenta de que en las Farc habían prohibido el uso de esas herramientas y se acordó que el Ejército sí los usa para cortar la maleza y abrir camino, así que se arriesgó, se identificó y Donato volvió a la libertad.Después la espera se haría más corta. Mientras que para sus familiares fue toda una tortura, los oficiales esperarían lo menos después de haber esperado once años. Para ellos eran como segundos.Los soldados les dieron una mezcla de un alimento nutritivo para que recobraran fuerzas. Luego fueron trasladados a la base militar conocida como ‘El Barrancón” y desde ahí llevados en helicóptero a San José del Guaviare, desde donde viajaron en un avión militar a Catam en Bogotá.

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