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Viveros ecológicos, la iniciativa que le ha dado oxígeno al Valle del Cauca

Más de 500 familias se han visto beneficiadas con un proyecto innovador de la empresa Syngenta, que nació hace 21 años. Historias de superación.

29 de abril de 2016 Por: Camila Cardona | Especial para El País.

Más de 500 familias se han visto beneficiadas con un proyecto innovador de la empresa Syngenta, que nació hace 21 años. Historias de superación.

Con una iniciativa que le apostó a los viveros ecológicos, Syngenta, a través de su proyecto Ecoaguas, logró la siembra de más de un millón de árboles que benefició económicamente a 522 familias.

La idea es ver los viveros como una opción que ayuda a la reforestación y la preservación de bosques nativos tropicales en el Valle del Cauca. Y así lo ha logrado este programa de la mano de organizaciones de la región con las que se ha sembrado cerca de 60 mil árboles por año.

Esta actividad la realizan desde el año 1995 y actualmente en el Valle del Cauca cuentan con 19 viveros ecológicos divididos en: comunitarios, familiares y escolares.

De los comunitarios hay siete como el caso de Fuerza Verde, en el corregimiento El Llanito; y Las Hormigas, en la vereda El Libano. Siete son viveros familiares como el de Teresa García, Fabiola Girón y Olga Yara.

Lugares en los que a la par con las plantas crecen las historias de mujeres que luchan a diario, ejemplo de eso son las ocho trabajadoras de Fuerza Verde que construyeron, con el apoyo de Ecoaguas y sus propias manos, su vivero. Allí, cada clavo y puntilla ha sido puesto por ellas. El resultado, un lugar adecuado para almacenar 17 especies arbóreas y donde hasta el 2015 nacieron 2.760 árboles.

Idely Moreno es una de esas mujeres pertenecientes a Fuerza Verde, que ha visto la oportunidad en proyectos como este. Ella comenzó como viverista y hoy es coordinadora de varios viveros que dirige Ecoaguas; sin embargo antes de esto, jamás pensó que su vida giraría entorno a la naturaleza.

“Trabajaba en una avícola y esto de cultivar lo inicié como un pasatiempo y porque necesitaba bastante la plata. Así fui viendo como esto de sembrar hace un verdadero cambio, me fui capacitando para aprender sobre las plantas nativas y la forma de sembrarlas, y poco a poco me fui enamorando de esta labor; así decidí que esta sería mi profesión”, asegura Idaly.

Sin embargo, no todo floreció tan fácil como esas plantas que ella cuida, pues tuvo que atravesar un periodo duro en el que casi abandona lo que tanto anheló. “En la empresa yo trabajaba de noche y en el vivero de día, hasta que en un punto me agoté de tal forma que me enfermé, es ahí donde luego de pensar mucho decidí que era mejor retirarme”.

Pese a su decisión radical, los directores del proyecto y sus mismas compañeras pensaron diferente y la motivaron a seguir con su pasatiempo. “Recibí una llamada donde me proponían no solo no dejar el proyecto si no, ser la coordinadora de los viveros y esto pues me generaba más ingresos, así que acepté. Siempre he pensado que uno debe hacer lo que ama y que ese amor hará que triunfes”, concluyó.

[[nid:531589;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/04/tema-arboles1.jpg;full;{Idely Moreno, coordinadora de viveros.Anthony Bocanegra | El País.}]]

Varias familias como la Idely Moreno, han encontrado en la siembra de árboles para trasplantar la forma de generar un sustento y a su vez colaborar en la preservación del medio ambiente.

Pero también están casos como el de Teresa García, que ven en esta actividad la forma de alivianar el dolor del alma tras la pérdida de seres queridos que les fueron arrebatados por la violencia de grupos paramilitares en el sur del Valle.

Esta mujer tuvo que soportar no solo la muerte de su esposo sino, un desplazamiento forzado. “Cuando mataron a mi esposo me sentí perdida, tenía que empezar a construir de nuevo mi vida y ahora yo estaba sola. En esas situaciones miles de preguntas a uno le llenan la cabeza, yo recuerdo que solo pensaba en: ¿cómo saldré adelante?, ¿en qué trabajaré?, ¿quién me contratará a esta edad?; ninguna sin respuesta aparente. Así fue que empecé en este proyecto”.

[[nid:531587;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2016/04/tema-arboles-2.jpg;full;{Teresa García.Anthony Bocanegra | El País.}]]

Teresa asegura que aprendió del dolor que le ha tocado “pues aunque ese sentimiento sigue latente en mí, ya entendí que no se puede vivir con el pasado sino con un presente que te muestra lo bonito de vivir”.

Ella dice que al sembrar hace catarsis con su dolor. “Cada planta que yo siembro, me demuestra no solo que puedo salir adelante sola, sino que la vida que hay en cada una de estas maticas me hace sentir que pese a que a mí me quitaron, yo todavía soy capaz de dar algo al mundo”.

Doña Teresa García hace parte de los viveros familiares y durante más de 20 años ella ha vivido de la producción de árboles, en su vivero anualmente alcanza a sembrar 2462 especies, en su mayoría nativas que incluye aquellas en vía de extinción,

Este vivero se ubica cerca del río Bolo, fuente hídrica a la que doña Teresa ayuda. Y lo hace a través de un proceso de cultivo con una especie arbórea, hasta que tenga el tiempo adecuado para ser trasladada y sembrada en la parte alta y plana de las cuencas.

Tal como lo asegura Alexander Joya, ingeniero agrónomo y director de Ecoaguas: “La siembra en estos sitios hace que el árbol cumpla las veces de alfombra verde que mejoran así mismo, con el tiempo, las cuencas de los ríos”.

Los viveros escolares

Otra de las funciones del proyecto Ecoaguas es la creación de viveros escolares.

El Tamboral es uno de los cinco viveros escolares del Valle, ubicado en la vereda con el mismo nombre. Busca, como lo dice Brayan Andrés Velasco, director operativo, “que a los niños desde pequeños se les construya ese acercamiento con la naturaleza y que desde su óptica infantil vayan construyendo conciencia acerca de la importancia del cuidado ambiental”.

Estos niños en su rutina diaria se involucran con la naturaleza y pese a que este vivero es un poco pequeño, para ellos es un gran bosque que apenas esta naciendo.

Se ubica justo al lado del salón de clases y es casi su segundo salón. Solo que en este, las clases son más dinámicas, pues la teoría queda de lado y se pasa al contacto directo.

La alegría de estos niños se percibe en el momento justo cuando sus manos tocan la tierra e inician, como dicen ellos, 'la creación del semillero', que es un espacio pequeño donde dejan las semillas hasta que brotan para poder luego sembrarlas.

Aquí entre risa y juego aprenden a plantar su futuro, pues esos pequeños árboles luego harán parte de sus hogares y muchos al crecer les proveerán a sus familias alimentos.“Lo más divertido es cuando la semillita comienza a salir, pues uno siente como si naciera algo; en mi casa hay varios árboles que yo he sembrado y parecen bebés, ellos necesitan tiempo y agua para crecer”, cuenta Sofía Llanos, una pequeña de doce años que hace parte de esta escuela.

Para Brayan, este es el momento perfecto para que un niño se involucre con el medio ambiente, pues “ellos empiezan a conocer las planta, y a respetarlas, se genera un vínculo que hará que en un futuro estos niños sientan amor por la naturaleza, logrando que se mejoren los lugares que ellos habitan”.

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